Memorias de un abuelo

Foto: Rachel D. Rojas

Memorias de un abuelo

26 / agosto / 2015

Tiene 12 años y este va siendo el día más emocionante de su corta vida. Su padre lo regaña al ver cómo le corren las lágrimas por el rostro, los hombres no lloran, los del Escambray menos todavía. No ha podido evitarlo al llegar a Trinidad, es la primera vez que ve una ciudad y tantas personas. Ese día llorará una vez más, al regresar a las montañas, a Polo Viejo y el trabajo familiar de leñador. Regresará a esa ciudad siendo ya un guerrillero del Ejército Rebelde y como muchos otros se quedará en la urbe, no volverá nunca al monte.

Por: Harold Cárdenas Lema ([email protected]

Ismael tiene poco más de 30 años y una posición mediana en el triunfante Ejército Rebelde. Las muchachas se le dan fácil a los guerrilleros en la vorágine de los sesenta y en los pueblos los reciben como héroes, no lo saben pero están viviendo el momento más hermoso de la Revolución. Con varios hombres bajo su mando, aprende a leer y escribir en la Campaña de Alfabetización. Descubre entonces que las matemáticas se le dan bien, muy bien, pero el fatalismo geográfico es decisivo.

Comienza el éxodo de muchas familias en la burguesía habanera y empiezan a vaciarse las casas del Vedado. 

Algunos milicianos son encomendados de ocuparlas para evitar su destrucción, él es uno de ellos. Su esposa e hijos viven en un municipio pobre de Villa Clara mientras Ismael duerme en una casa de cuatro cuartos extrañando la familia y con ganas de regresar a verlos. La mayoría de los milicianos se trajeron sus seres queridos a las casas ocupadas y pasaron a ser sus dueños mientras los jefes se hacían de la vista gorda, Ismael regresó a su municipio. Era una casa muy grande y nadie le había autorizado apropiarse de ella. Era el inicio de los sesenta en Cuba y pese a la escasez, el futuro lucía luminoso.

Lo ubican en Santa Clara al frente de un batallón de hombres. Un día le dicen que vaya a buscar algo a Colón y se monta en el jeep con el chofer hacia la encomienda. Llegan a la provincia vecina y sus colegas no tienen idea de qué está buscando, evidentemente se ha equivocado. Lo han mandado a la calle Colón y él ha cruzado la provincia hacia el pueblo que tiene igual nombre. Como todo guajiro avergonzado en una situación que le supera, hace jurar al chofer que no diga nada y regresa discretamente. Demorará 40 años en confesarle eso y otras cosas similares a su familia.

Pasa el tiempo, sus hijos van a la universidad y se gradúan. En el futuro lamentará haberse perdido etapas completas de la vida familiar, su sentido del deber familiar compite con el deber laboral y político, a menudo está en una u otra tarea del Ejército o el Partido. Los pecados de Ismael serán siempre los de su circunstancia, los de una nobleza campesina que no conoce maldad.

Ha llegado el Período Especial y Ramón no es tan joven como antes, pero hay que sobrevivir. Recién jubilado, tiene que seguir trabajando ahora para alimentar a la familia. Una finca en las afueras de la ciudad es el sostén de todos durante los años más duros, cada día él tiene que madrugar y con su gorra salir al sembrado para que puedan comer en casa. Son años de resistencia, de los que quedan pocas fotos y las que se preservan, muestran caras flacas y de sacrificio. Pero logran salir adelante.
Ahora es el mayor fan del Sistema Informativo de la TV cubana. Cada día se despierta escuchando las noticias en la radio, luego ve el noticiero del mediodía, radio toda la tarde y noticiero estelar en la noche. Posiblemente el presidente del Instituto de Radio y Televisión esté menos informado que él. Está cumpliendo 89 años, su orgullo es resistir al tiempo igual que Fidel Castro y ver triunfar la Revolución a la que le ha dedicado la vida. Las nostalgias y anécdotas del pasado ocupan la mayor parte de su tiempo.

Hoy Ramón Ismael Lema tiene miedo de morir pero no le dice a nadie. Cuando llega alguien a casa comienza a hacer las mismas historias de siempre y aunque las conozco de memoria lo escucho con atención. Mi abuelo encarna toda una generación, no tiene boina pero le encantan las gorras y dar sus paseos. Hablar con él sobre la apertura de embajada yanqui en Cuba es un lujo, no siempre estamos de acuerdo y definitivamente no pensamos igual en algunas cosas pero no permito que nadie se lo cuestione.

El patriarca de la familia fue criado bajo el esquema campesino machista de siempre pero dice mi abuela que el 17 de diciembre le sacó par de lágrimas. Escuchar a Raúl Castro hablar sobre el acercamiento con Estados Unidos y viendo regresar a los Cinco, supongo que también fue su victoria. Gerardo Alfonso tenía razón en su canción: son los sueños todavía los que unen a la gente. Solo espero que mi abuelo esté con nosotros en el desenlace de esta historia.

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Raúl Román

Buen día. Excelente crónica de nuestros hermanos cubanos… de verdad me he regocijado con esta narración tan hermosa y llena de evocaciones de alta temperatura. Saludos y un abrazo.
Raúl Román

Harold

Gracias Raúl, un placer leer su comentario, las historias de familia siempre son más fáciles me parece, tenemos a los protagonistas de cerca.
Un abrazo desde Cuba
H
Harold

Pedrito Guzmán

Harold, he quedado fascinado con esta original historia y sobre todo por tu particular estilo narrativo!
Pedrito Guzmán

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