Marrojo, crónica de un día de playa

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Marrojo, crónica de un día de playa

1 / febrero / 2017

La ciudad seduce al mar. Le dice de vez en vez, ven a buscar tu parte. Y el Caribe la penetra sin compasión, furioso en forma de huracán. Si bien La Habana está ceñida por un cinturón acuático, se ha dicho, parece vivir de espaldas al litoral. La concurrencia de los habaneros a las playas es la expresión más auténtica de relación con el mar.

Mégano, Boca Ciega, Santa María, Guanabo, Brisas del Mar, Tarará, Bacuranao. Las Playas del Este son las mejores de la capital. De lunes a lunes llegan bañistas de todos lugares, que sortean el crítico transporte público y el excesivo precio del privado. La fauna que se reúne en los diez kilómetros de arena y aguas trasparentes es heterogénea. Una especie en particular se reconoce próxima a hoteles, y a turistas.

A veces creo que Silvio se equivocó de lugar para esa canción del 95. Debió haber escrito mejor: se abren las flores tempranas de Playas del Este [1].

Si bien la noche y las grandes vías son el horario y los sitios más comunes para la compra-venta del sexo en La Habana (5ta Avenida, Malecón, 51) en los balnearios citadinos se produce el fenómeno con el sol como testigo.

PROPUESTAS INDECENTES

En la arena frente al Hotel Marazul hay una línea de tumbonas y sombrillas. Se llena desde temprano hasta las seis de la tarde, cuando empieza la recogida, y la arena queda cubierta por la inmundicia humana: huesos, plástico, vidrio.

Tres turistas hacen topless cerca de mi sombrilla. Las tangas se esconden ridículamente entre sus nalgas flácido-lechosas. Aunque jóvenes, tienen la gracia de una oca enfadada. Aun así son “yumas”, y esa categoría popular puede darles la belleza que les fue negada al nacer.

Ser “yuma” en Cuba es venir de un sitio luego del mar. No importa de dónde, aunque existe una jerarquización en la que el primer escaño lo ocupan los pelirrojos, rubios, ojiazules u ojiverdes, de idiomas o acentos extraños. Después están los latinos; y al final los negros, que vengan del Caribe o del áfrica lejana, cargan siempre la sospecha de ser becario estatal, y una mística de hedor que espanta cualquier nariz.

Si bien la palabra “yuma” es harto manejada por los nacionales, se desconoce a ciencia cierta de dónde nos llega. El vocablo pudiera remitirse a las sílabas iniciales de “yunaitedsteits”, sitio de donde vienen los “yumas” más codiciados. Pero la versión más creíble sitúa el origen en el cine western, en un filme largamente visto por los que hoy son abuelos y bisabuelos: El puente sobre el río Yuma; furor de una época.

Cualquiera sea el origen etimológico de la palabra, la precariedad económica de los 90 lanzó a muchos cubanos a “lucharse un Yuma”. Los puso a inventar, a “quintuplicar esfuerzos”, los lanzó al mar. Hay oficios que, aunque al margen de la sociedad, muestran su eficiencia en tiempos de crisis. Cayó el Muro de Berlín y Cuba se llenó de mujeres que ofrecían su intimidad con tal de subsistir.

Aunque los operativos policiales no han cesado, la maleza se extendie aún cerca de los grandes polos turísticos, como La Habana y Varadero.

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Línea de tumbonas y sombrillas frente al Hotel Marazul en La Habana. Foto del autor

Mi socio tiene la suerte de un erizo en el desierto. Rubio como heno fresco, los ojos azules azules, la pinta de turista perdido en Madagascar. A mi lado, en su tumbona, le llueven las propuestas. Desde Ven, pa’ que cojas sombra conmigo hasta Póntela dura que te voy a dar el condón de chocolate. Cosas que pasan en la arena.

Anita hace un buen tiempo nos está observando. Le aseguro que somos de Marianao: mi socio, una amiga que está con nosotros y yo. Ella niega segurísima con un dedo en el aire.

-Tú y ella lo serán, pero él no es de aquí. –nos echamos a reír; a lo que responde con más énfasis:- y tiene tremendo dinero.

Aun creyendo que ocultábamos algo, que su olfato de cazadora no había fallado en nada, seguía lanzando propuestas. Gritaba como si hablara de oficio santo. Primero preguntó dónde estaba quedándose mi amigo; acto seguido rectificó: no le importaba el sitio.

-Métete en el agua, que al final nadie nos ve…dale pipo –insistía- te lo dejo en 60 “fulas”.

MAGO DE PIELES

Mago es ya una presencia permanente a la sombra de las tumbonas. Su público favorito, of course, es el más chico. Laura, Lili y Luci están embobecidas buscando el pañuelo rojo que hace un rato pasó ante ellas, y que segundos luego Mago saca de su boca. Pero el truco que más impresiona es el de tres tristes tiras: empata, desempata, por último desaparece. Esa es su especialidad.

Quien pasa puede pensar que el hombre trata con mujeres. Los seis senos despiertos, las curvas pronunciadas, la risa a todo volumen. No se dejen engañar: Mago es fiel a su público, repito, los menores. En el trópico la hembra madura como la fruta. Pronto, hermosa, que dice-muerde-mi-pulpa. Luci, Lili y Laura serán bachiller en un año.

Sus ojos las traicionan, pues no hay magia sino truco. Todo es truco.

El sol se ensaña con el litoral, y el show ha terminado. Mago invita a su tumbona; no puede ser descortés. La cortesía es parte del truco, y la pulcritud también. Cervezas para cada una. La confianza de la audiencia es relevante, sobre todo al final del acto. De ese primero dependerá el siguiente. Necesita voluntarias.

La estirpe de Mago gobernó determinados sitios de La Habana durante la primera república. La intersección de Monte y Cienfuegos era el cantón más célebre y productivo. Hasta hoy llega la fama de aquella Zona Roja, cuando en verdad poco queda de ese ayer, y Alberto Yarini, el más legendario de los Magos criollos, es murmullo transmutado en personajes de cine y libros para curiosos.

Con el vendaval sesentero de la Revolución Cubana el derrumbe de ese imperio de la carne se veía venir. Las reclutas de los magos dejaron los cuartuchos y se hicieron hilanderas, milicianas, universitarias. Una nueva moral abrazaba la política pública nacional.

El agua se ha vuelto turbia. Hay mucha gente en la playa, y público para vender. Para ampliar su audiencia Mago domina varios idiomas.

What are you doing, my friend?

A ambos lados el diálogo, mi tumbona de por medio.

-Todo mucho bonito –el turista machacó a Cervantes en cada sílaba mientras asentía. Y claro que estaba bien. Hacía unos instantes su voluptuosa y morenísima acompañante dejó la sombrilla para tomar un baño.

-¡Ah! ¡Bárbaro! Habla español…Amigo, ¿usted cree en la magia?

Laura, Lili y Luci se miraron entre sí y acabaron riendo con el último sorbo de cerveza. El extranjero siguió la rima.

-¿Qué me dice usted si yo las desaparezco a ellas tres, y salen desnudas en el cuarto de su hotel?

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Playa “El Mégano”, La Habana. Foto del autor

TE COGE EL TRES CON DOS

En Cuba las uvas son una rareza. Se dan poco y llevan la marca gustativa del verano tropical: raquíticas, y sin el dulzor de sus primas en climas fríos. De modo que el pregonero llevaba en sus manos una escuálida propuesta, que aun así se cotizaba bastante alto.

Pasa el hombre de las uvas, y Anita no tiene dinero.

-Quiero uno de esos, pero no puedo pagar…dime qué tengo que hacer.

Ella sabe qué respuesta pensarían o le dirían los hombres más educados y los más honestos, respectivamente. Mujer desamparada es presa fácil, y la ausencia de dinero genera un desamparo cósmico desde tiempos inmemoriales.

Quizás Anita bromeaba. Puede ser. Juguetona, lasciva, desorientada. Así lleva a la cama a las decenas de clientes mensuales…

Una amiga mía la conoce. “Son problemáticos”, dice. Ella y la banda que la secunda vienen desde Mantilla, a horas de la playa, en un extremo donde el terral vaga en las tardes. Alrededor de ella un tipo con trenzas raspa una guitarra. Sus colegas beben cerveza y se acomodan a la sombra. Cantan parodias del grupo humorístico Punto y Coma, y son el centro de atención del balneario.

Anita se levanta de la arena como si identificara a alguien conocido. Va sacudiendo sus nalgas sonoramente hasta detener su marcha ante un par de fortachones descamisados, con abdómenes de granada. Responden al saludo con sonrisas y paletas extendidas.

-Buenas, mi nombre es Anita –ofrece la mano desde una distancia prudencial, teatralizando mal la timidez que tiene en falta hace siglos -¿Ustedes tienen compañía?

Los hombres negaron con la cabeza.

-Yo me preguntaba si nos podían invitar a unas cervezas a mis amigas y a mí.

Hubo carcajadas, y uno de los bañistas preguntó “pa’ qué estaba” aquella mulata. Bastó el rito protocolar, apenas unas sílabas, para disipar las dudas: eran cubanos. A partir de ahí, el diálogo es otro, la estrategia cambia, y la presentación del servicio es mucho más directa:

-Yo estoy pa’ todo, mi chino…

–Ya sé cuál va ser el próximo porno que verá mi hermano- musita la amiga a mi lado.

-¿Y con quiénes tú andas? –suelta uno de los fornidos.

-Somos yo y ellas dos- dijo la treintañera y señaló a sus espaldas unas negras que observaban impasibles la conversación desde sus tumbonas. Poca ropa es bueno, estimula al comprador. ¿Vista hace fe? Forget about it. Vista hace deseo. Deseo hace dinero.

–Lo que te va a coger es el tres con dos.

Pero la promesa del deseo produce mucho más…

 


[1] El tema del trovador cubano Silvio Rodríguez aparece en su CD Rodríguez, producido por los Estudios Ojalá. La línea original que se parodia en el reportaje dice: Se abren las flores nocturnas de Quinta Avenida/ para esos pobres señores que van al hotel.

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camarero

puente sobre el río yuma?!… WDF!!!…
camarero

camarero

puente sobre el río yuma?!… WDF!!!…
camarero

Arme

de madre, las cosas que se ven por Cuba!!!
Arme

Cinefiloso

No sera “El tren de las 3 y 10 a Yuma”?

Porque la del puente, ni idea.

Cinefiloso

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