La devolución de propiedades de las iglesias intervenidas por el gobierno cubano tras el triunfo de la Revolución en 1959 es cada vez más un hecho.
La paulatina entrega de edificaciones en todo el país comienza a conocerse, en lo que algunos consideran como un paso más en el diálogo entre las autoridades gubernamentales y los representantes eclesiásticos en el país; normalizado luego de los años de confrontación en las décadas de 1960 y 1970.
“En estos momentos la palabra correcta es “proceso”, porque es una iniciativa que inició hace algunos años y no se ha detenido”, afirma desde La Habana, monseñor José Félix Pérez, secretario adjunto de la Conferencia de obispos católicos de Cuba.
“Con este paso podemos habilitar lugares para el culto y la acción pastoral en sitios donde las comunidades religiosas se debían reunir en casas de familia o espacios incómodos. Así hemos conseguido de vuelta capillas y templos en Santiago de Cuba, Bayamo, Camagüey y La Habana, además de Cienfuegos”; asegura el monseñor.
“En los últimos 50 años la Iglesia Católica no ha tenido facilidades para construir nuevos templos y lugares de reunión, de manera que esta decisión la recibimos con mucho aprecio porque es una manera de reconocer que la Iglesia necesita de estas mediaciones (locales y espacios) y que con esas actuaciones se ayuda a una mejor relación entre Iglesia y Estado”, ratifica el prelado.
Rescatar un colegio
El hoy sacerdote Ignacio Cruz Magariño nació justo enfrente del antiguo Colegio de los Padres Jesuitas, una icónica edificación de la ciudad de Cienfuegos, 240 km al sureste de La Habana.
Según comenta, aunque desde la década de 1940 el colegio no funcionaba como tal, en 1961 fue “nacionalizado” en virtud de una ley mediante la cual todos los centros de enseñanza en el país se consideraron públicos y sus locales adjudicados a favor del Ministerio de Educación.
Ya como miembro de la Compañía de Jesús y sacerdote asignado a ese propio templo, Ignacio participó en varias solicitudes y conversaciones sostenidas desde la década de 1990, tras las cuales fueron recuperando partes de la edificación, hasta conseguirlo por completo en noviembre de 2013.
“No existe un documento que acredite la entrega, pero sí ha sido efectiva pues en pocas semanas fueron trasladados hacia otros sitios oficinas y almacenes de entidades estatales que ocupaban los bajos del local”, cuenta Cruz Magariño.
Algo similar ha ocurrido con la casa del párroco en el cercano municipio de Palmira (por varios años empleada como biblioteca pública) y con la capilla de algunos centrales azucareros; según corrobora el obispo de la diócesis de Cienfuegos/Trinidad, Domingo Oropesa Lorente.
“Creo son acciones muy positivas por parte de las autoridades y entendemos que con el tiempo todo lo que formaba parte del patrimonio de la Iglesia retornará. En Cienfuegos también existe interés por devolver una parte del antiguo colegio de los Dominicos”, asegura el monseñor quien aprecia en el retorno de los inmuebles un paso favorable sobre todo para la sociedad.
“La catedral para mí solo no me sirve. Son espacios del pueblo, que vive allí su fe. Así pasará con el colegio de los Jesuitas, que no será para los cuatro o cinco padres que residen entre sus paredes”, asegura.
Pasos en silencio
Fuentes cercanas a las autoridades se mostraron reticentes a hablar sobre este tema, pues reafirman que se trata de un proceso aún no oficializado por una norma legal que sustituya a la mencionada “ley de nacionalización”.
Además, aclararon “off the record”, la decisión no solo beneficiará a la Iglesia Católica, sino también a otras instituciones religiosas que poseían propiedades e inmuebles al triunfo de la Revolución.
Esa posibilidad no la pueden confirmar en el Consejo de Iglesias de Cuba, una organización que agrupa a la mayoría de las congregaciones religiosas protestantes en el país.
No obstante, las pocas noticias que han trascendido de este proceso despiertan moderadas expectativas en algunos miembros de congregaciones afiliadas al Consejo, como por ejemplo la Iglesia Anglicana.
Halbert Pons, sacerdote episcopal en Santiago de Cuba, ve difícil que les retornen muchas de las edificaciones, pues siguen siendo usadas como colegios, aunque ahora públicos.
No obstante, reconoce que existe un canal abierto de comunicación para conseguir permutas de terrenos propiedad de su iglesia y que por distintos motivos han sido usados por el Estado cubano, como por ejemplo en las localidades de Sola, en Camagüey, y Boquerón, en Guantánamo.
Desde la Iglesia Católica tampoco pueden brindar mucha luz sobre la devolución de locales o nuevos permisos de construcción hacia otras congregaciones religiosas. “Creo que hay algo también pero tengo poca información al respecto”, asegura el secretario José Félix Pérez.
“Con nosotros todo ha ocurrido mediante afirmaciones verbales que luego se convierten en actuaciones en los municipios. Verbalmente nos dan garantías de que podemos usar otra vez lo que fue nuestro”, comenta el sacerdote.
El padre Ignacio pensando en el futuro
Con evidente entusiasmo, el padre Ignacio mira la manzana que hoy intenta reconstruir.
“Esto era un “realengo” (terreno de nadie). Acabamos de sacar más de 45 camiones de basura, porque por los años la gente consideró este lugar como un vertedero”, asegura.
“Sabemos que para inaugurar la casa de ejercicios espirituales que aquí queremos hacer nos faltan muchos años. Tendremos que demoler algunas zonas, pero el edificio es salvable; porque a pesar del robo de vigas, losas y carpintería, las paredes son muy resistentes. Ahora comenzamos a gestionar el capital, porque una restauración del orden de millones de dólares no podremos realizarla en pocos días ni ese dinero llegará de una sola vez”, comenta.
“Lo pasado es pasado. El presente es muy halagüeño para todos. No solo porque tenemos la oportunidad de realizar nuestro sueño de ayudar a crear mente sana y espiritualidad; sino también para la ciudad, que recuperará un edificio muy valioso”, concluye el también maestro de obras en la Compañía de Jesús.
comentarios
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Gregorip
De ser asi en que beneficiara a los cubanos, que no sea reafirmar el dogmatismo .
Devolveran las fabricas a los reales propietarios, porque hasta ahora no hemos visto que Dios o sus llamados representante, el unico pan que producen es Ostias.
Gregorio
José Martí
Hombre de campo: No vayas a enseñar este libro al cura de tu pueblo; porque a él le interesa mantenerte en la oscuridad; para que todo tengas que ir a preguntárselo a él.
Y como él te cobra por echar agua en la cabeza de tu hijo, por decir que eres el marido de tu mujer, cosa que ya tú sabes desde que la quieres y te quiere ella; como él te cobra por nacer; por darte la unción, por casarte, por rogar por tu alma, por morir; como te niega hasta el derecho de sepultura si no le das dinero por él, él no querrá nunca que tú sepas que todo eso que has hecho hasta aquí es innecesario, porque ese día dejará él de cobrar dinero por todo eso.
Y como es una injusticia que se explote así tu ignorancia, yo, que no te cobro nada por mi libro, quiero, hombre del campo, hablar contigo para decirte la verdad.
No te exijo que creas como yo creo. Lee lo que digo, y créelo si te parece justo. El primer deber de un hombre es pensar por sí mismo. Por eso no quiero que quieras al cura; porque él no te deja pensar.
Vamos, pues, buen campesino: reúne a tu mujer y a tus hijos, y léeles despacio y claro, y muchas veces, lo que aquí digo de buena voluntad.
¿ Para qué llevas a bautizar a tu hijo?
Tú me respondes: “Para que sea cristiano.” Cristiano quiere decir semejante a Cristo. Yo te voy a decir quién fue Cristo.
Fue un hombre sumamente pobre, que quería que los hombres se quisiesen entre sí, que el que tuviera ayudara al que no tuviera, que los hijos respetasen a los padres, siempre que los padres cuidasen de los hijos; que cada uno trabajase, porque nadie tiene derecho a lo que no trabaja; que se hiciese bien a todo el mundo y que no se quisiera mal a nadie.
Cristo estaba lleno de amor para los hombres. Y como él venia a decir a los esclavos que no debían ser más que esclavos de Dios, y como los pueblos le tomaron un gran cariño, y por donde iba diciendo estas cosa, se iban tras él, los déspotas que gobernaban entonces le tuvieron miedo y lo hicieron morir en una cruz.—
De manera, buen campesino, que el acto de bautizar a tu hijo quiere decir tu voluntad de hacerlo semejante a aquel grande hombre.
Es claro que tú has de querer que él lo sea, porque Cristo fue un hombre admirable. Pero dime, amigo, ¿se consigue todo eso con que echen agua en la cabeza de tu hijo? Si se consiguiera todo eso con ese poco de agua, todos los que se han bautizado serian buenos. Tú ves que no lo son.
Además de esto, aunque esa virtud del agua fuese verdad ¿por qué confías a manos extrañas la cabeza de tu hijo? ¿Por qué no le echas el agua tú mismo?
¿El agua que eche en la cabeza de su hijo un hombre honrado, será peor que la que eche un casi siempre vicioso que te obliga a tí a tener mujer, teniendo él querida, que quiere que tus hijos sean legítimos teniéndolos él naturales, que te dice que debes dar tu nombre a tus hijos y no da él su nombre a los suyos?
No haces bien si crees que un hombre semejante es superior a ti. El hombre que vale más no es el que sabe más latín, ni el que tiene una coronilla en la cabeza. Porque si un ladrón se hace coronilla, vale siempre menos que un hombre honrado que no se la haga. El que vale más es el más honrado, luego la coronilla no da valor ninguno.
El que más trabaja es el que es menos vicioso, el que vive amorosamente con su mujer y con sus hijos. Porque un hombre no es una bestia hecha para gozar como el toro y el cerdo; sino una criatura de naturaleza superior, que si no cultiva la tierra, ama a su esposa, y educa a sus hijuelos, volverá a vivir indudablemente como el cerdo y como el toro.
Aunque tú seas un criminal, cuando tienes un hijo te haces bueno. Por él te arrepientes; por él sientes haber sido malo; por él te prometes a ti mismo seguir siendo hombre honrado: ¿no te acuerdas de lo que sucedió a tu alma cuando tuviste el primer hijo? Estabas muy contento; entrabas y salías precipitadamente; temblabas por la vida de tu mujer; hablabas poco, porque no te han enseñado a hablar mucho y es necesario que aprendas; pero, te morías de alegría y de angustia.
Y cuando lo viste salir vivo del seno de su madre; sentiste que se te llenaban de lágrimas los ojos, abrazaste a tu mujer, y te creíste por algunos instantes claro como un sol y fuerte como un muro. Un hijo es el mejor premio que un hombre puede recibir sobre la tierra.
Y dime, amigo: ¿un cura puede querer a tu hijo más que tú? ¿Por qué lo ha de querer más que tú?
Si alguien ha de desearle bien al hijo de tu sangre y de tu amor ¿quién se lo deseará mejor que tú?
¿Si el bautismo no quiere decir más que tu deseo de que tu hijo se parezca a Cristo, para esto has de exponerlo a una enfermedad, robándolo algunas horas de su madre, montar a caballo y llevarlo a que lo bendiga un hombre extraño?
Bendícelo tú, que lo harás mejor que él puesto que lo quieres más que él. Dale un beso y abrázalo. Un beso fuerte: un abrazo fuerte. Y ese es el bautismo.
El cura dice también que te lo bautiza para que entre en el reino de los cielos. Pero el bautiza al recién nacido si le pagas dinero, o granos, o huevos, o animales: si no le pagas, si no le regalas, no te lo bautiza. De manera que ese reino de los cielos de que él te habla vale unos cuantos reales, o granos, o huevos, o palomas.
¿Qué necesidad hay, ni qué interés puedes tú tener en que tu hijo entre en un reino semejante?
¿Qué juicio debes de formar de un hombre que dice que te va hacer un gran bien, que lo tiene en su mano, que sin él te condenas, que de él depende tu salvación, y por unas monedas de plata te niega ese inmenso beneficio?
¿No es ese hombre un malvado, un egoísta, un avaricioso?
¿Qué idea te haces de Dios, si fuera Dios de veras quien enviase semejantes mensajeros?
Ese dios que regatea, que vende la salvación, que todo lo hace en cambio de dinero, que manda las gentes al infierno si no le pagan, y si le pagan las manda al cielo, ese dios es una especie de prestamista, de usurero, de tendero.
No, amigo mío, hay otro Dios!
Tomado de:
José Martí, “Obras escogidas en tres tomos” (Tomo I, 1869-1885)”.
La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales, 2000; pp. 103-105.
HOMBRE DEL CAMPO
José Martí
Hombre de campo: No vayas a enseñar este libro al cura de tu pueblo; porque a él le interesa mantenerte en la oscuridad; para que todo tengas que ir a preguntárselo a él.
Y como él te cobra por echar agua en la cabeza de tu hijo, por decir que eres el marido de tu mujer, cosa que ya tú sabes desde que la quieres y te quiere ella; como él te cobra por nacer; por darte la unción, por casarte, por rogar por tu alma, por morir; como te niega hasta el derecho de sepultura si no le das dinero por él, él no querrá nunca que tú sepas que todo eso que has hecho hasta aquí es innecesario, porque ese día dejará él de cobrar dinero por todo eso.
Y como es una injusticia que se explote así tu ignorancia, yo, que no te cobro nada por mi libro, quiero, hombre del campo, hablar contigo para decirte la verdad.
No te exijo que creas como yo creo. Lee lo que digo, y créelo si te parece justo. El primer deber de un hombre es pensar por sí mismo. Por eso no quiero que quieras al cura; porque él no te deja pensar.
Vamos, pues, buen campesino: reúne a tu mujer y a tus hijos, y léeles despacio y claro, y muchas veces, lo que aquí digo de buena voluntad.
¿ Para qué llevas a bautizar a tu hijo?
Tú me respondes: “Para que sea cristiano.” Cristiano quiere decir semejante a Cristo. Yo te voy a decir quién fue Cristo.
Fue un hombre sumamente pobre, que quería que los hombres se quisiesen entre sí, que el que tuviera ayudara al que no tuviera, que los hijos respetasen a los padres, siempre que los padres cuidasen de los hijos; que cada uno trabajase, porque nadie tiene derecho a lo que no trabaja; que se hiciese bien a todo el mundo y que no se quisiera mal a nadie.
Cristo estaba lleno de amor para los hombres. Y como él venia a decir a los esclavos que no debían ser más que esclavos de Dios, y como los pueblos le tomaron un gran cariño, y por donde iba diciendo estas cosa, se iban tras él, los déspotas que gobernaban entonces le tuvieron miedo y lo hicieron morir en una cruz.—
De manera, buen campesino, que el acto de bautizar a tu hijo quiere decir tu voluntad de hacerlo semejante a aquel grande hombre.
Es claro que tú has de querer que él lo sea, porque Cristo fue un hombre admirable. Pero dime, amigo, ¿se consigue todo eso con que echen agua en la cabeza de tu hijo? Si se consiguiera todo eso con ese poco de agua, todos los que se han bautizado serian buenos. Tú ves que no lo son.
Además de esto, aunque esa virtud del agua fuese verdad ¿por qué confías a manos extrañas la cabeza de tu hijo? ¿Por qué no le echas el agua tú mismo?
¿El agua que eche en la cabeza de su hijo un hombre honrado, será peor que la que eche un casi siempre vicioso que te obliga a tí a tener mujer, teniendo él querida, que quiere que tus hijos sean legítimos teniéndolos él naturales, que te dice que debes dar tu nombre a tus hijos y no da él su nombre a los suyos?
No haces bien si crees que un hombre semejante es superior a ti. El hombre que vale más no es el que sabe más latín, ni el que tiene una coronilla en la cabeza. Porque si un ladrón se hace coronilla, vale siempre menos que un hombre honrado que no se la haga. El que vale más es el más honrado, luego la coronilla no da valor ninguno.
El que más trabaja es el que es menos vicioso, el que vive amorosamente con su mujer y con sus hijos. Porque un hombre no es una bestia hecha para gozar como el toro y el cerdo; sino una criatura de naturaleza superior, que si no cultiva la tierra, ama a su esposa, y educa a sus hijuelos, volverá a vivir indudablemente como el cerdo y como el toro.
Aunque tú seas un criminal, cuando tienes un hijo te haces bueno. Por él te arrepientes; por él sientes haber sido malo; por él te prometes a ti mismo seguir siendo hombre honrado: ¿no te acuerdas de lo que sucedió a tu alma cuando tuviste el primer hijo? Estabas muy contento; entrabas y salías precipitadamente; temblabas por la vida de tu mujer; hablabas poco, porque no te han enseñado a hablar mucho y es necesario que aprendas; pero, te morías de alegría y de angustia.
Y cuando lo viste salir vivo del seno de su madre; sentiste que se te llenaban de lágrimas los ojos, abrazaste a tu mujer, y te creíste por algunos instantes claro como un sol y fuerte como un muro. Un hijo es el mejor premio que un hombre puede recibir sobre la tierra.
Y dime, amigo: ¿un cura puede querer a tu hijo más que tú? ¿Por qué lo ha de querer más que tú?
Si alguien ha de desearle bien al hijo de tu sangre y de tu amor ¿quién se lo deseará mejor que tú?
¿Si el bautismo no quiere decir más que tu deseo de que tu hijo se parezca a Cristo, para esto has de exponerlo a una enfermedad, robándolo algunas horas de su madre, montar a caballo y llevarlo a que lo bendiga un hombre extraño?
Bendícelo tú, que lo harás mejor que él puesto que lo quieres más que él. Dale un beso y abrázalo. Un beso fuerte: un abrazo fuerte. Y ese es el bautismo.
El cura dice también que te lo bautiza para que entre en el reino de los cielos. Pero el bautiza al recién nacido si le pagas dinero, o granos, o huevos, o animales: si no le pagas, si no le regalas, no te lo bautiza. De manera que ese reino de los cielos de que él te habla vale unos cuantos reales, o granos, o huevos, o palomas.
¿Qué necesidad hay, ni qué interés puedes tú tener en que tu hijo entre en un reino semejante?
¿Qué juicio debes de formar de un hombre que dice que te va hacer un gran bien, que lo tiene en su mano, que sin él te condenas, que de él depende tu salvación, y por unas monedas de plata te niega ese inmenso beneficio?
¿No es ese hombre un malvado, un egoísta, un avaricioso?
¿Qué idea te haces de Dios, si fuera Dios de veras quien enviase semejantes mensajeros?
Ese dios que regatea, que vende la salvación, que todo lo hace en cambio de dinero, que manda las gentes al infierno si no le pagan, y si le pagan las manda al cielo, ese dios es una especie de prestamista, de usurero, de tendero.
No, amigo mío, hay otro Dios!
Tomado de:
José Martí, “Obras escogidas en tres tomos” (Tomo I, 1869-1885)”.
La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales, 2000; pp. 103-105.
Friedrich Joestl
Gregorio
Seria mas productivo que para albergar a Dominicos rapitas y violadores de ninos.