Homofobia en Cuba: la disculpa pospuesta

Homofobia en Cuba: la disculpa pospuesta. Foto: Luisa López.

Homofobia en Cuba: la disculpa pospuesta

6 / mayo / 2014

En la actualidad los homosexuales son un grupo social cada vez más reconocido en Cuba. Los últimos años han sido testigos de avances sin precedentes en el tema de género y la defensa de la comunidad LGTB en sentido general. No siempre fue así, el camino del reconocimiento estuvo marcado por incomprensiones y marginaciones que duraron décadas. Esta es la historia de una lucha social marcada por errores con tintes políticos y una disculpa pospuesta.

Por Harold Cárdenas Lema 

Podría decir que los cubanos en el pasado no hemos sido muy tolerantes respecto a la homosexualidad pero eso sería un eufemismo, hemos sido altamente intolerantes. Desde los primeros años de nación el asunto era un tabú como en la mayor parte del mundo. El escritor Truman Capote, quien le debiera su apellido a su padrastro cubano, decía sarcásticamente que “un maricón es un caballero homosexual que acaba de salir de la habitación”.

En el año 1959 el proyecto socialista caribeño comenzó con un alto sentido de moralidad heredada que rápidamente derivó en desviaciones éticas. Como compartíamos los prejuicios universales, pretendimos fundar una sociedad nueva basándonos en una imagen estereotipada de cómo debía ser el revolucionario latinoamericano… y los homosexuales no estaban incluidos.

A inicios de la década del 60 la homofobia era un mal recurrente. En muchos países el proceso fue traumático en este sentido, si tenemos en cuenta que en la actualidad la homosexualidad continua penada en algunas naciones, veremos que Cuba no fue de los peores casos pero aún así se impone un análisis crítico de los errores del pasado. Estar alertas para que nunca más la intolerancia se vista con ropaje político y la homofobia llegue a alcanzar estatus legal.

El discurso revolucionario en la segunda mitad del siglo XX cubano tomaba vida propia, pero las necesidades del momento no daban demasiado tiempo a la reflexión y la ambigüedad podía servir de combustible a los extremistas. El 13 de marzo de 1963 un discurso de Fidel encendía el panorama social cuando hacía referencia a “esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes «elvispreslianas», y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre…”.[1]

Estas palabras criticaban a un segmento de la juventud que no era homogéneo, dentro de ellos se encontraban los que se oponían a la joven revolución pero también otros grupos sociales como rockeros y homosexuales que con la ambigüedad del discurso, pasaban automáticamente a la no-aceptación.

Si dos años antes las Palabras a los Intelectuales habían ayudado a perfilar una amplia política cultural, según el investigador cubano Ernesto Juan Castellanos: “el discurso del 13 de marzo de 1963 definiría la política social que, en lo sucesivo y durante muchos años, metería el mismo saco a homosexuales, delincuentes, lumpens, vagos, «elvispreslianos», burgueses y contra-revolucionarios…”.[2]

Las organizaciones juveniles acogieron con entusiasmo la cruzada contra “los enfermitos”, en las universidades cubanas comenzó una cacería de brujas que la revista estudiantil Alma Mater anunciaba en diciembre de 1963 como “medidas como depuración estudiantil y la depuración de profesores irresponsables…”.[3] Se expulsó entonces de los centros educacionales a los que no comulgaban con el socialismo, y junto a ellos, a todo aquel que mostrara señales de “debilidad”.

¿Hasta dónde se llegó a utilizar las organizaciones juveniles? Quizás este ejemplo nos ilustre, en un comunicado de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Unión de Estudiantes Secundarios, que debía ser leído en todos los preuniversitarios de Cuba, se dejaba claro que “estos elementos, contrarrevolucionarios y homosexuales, es necesario expulsarlos de los planteles en el último año de su carrera en la enseñanza secundaria superior, para impedir su ingreso a las Universidades…”.[4] Se les dejaba entonces dos opciones: “convertirse en elementos deleznables” o ingresar a “las filas del ejército del trabajo”, la universidad estaba vedada.

Solo propongo tres valoraciones, en primer lugar creo que ni siquiera el contexto de la época justifica tales excesos con un sector que podía incluirse en el proyecto nacional, en segundo lugar, me resulta difícil creer que esta cruzada fuera iniciativa de los jóvenes de la época. Finalmente, me avergüenza que para implementar tales ideas se haya utilizado en el documento los nombres de Julio Antonio Mella y José Antonio Echeverría, dudo que hubieran comulgado con tales ideas.

Evidentemente existían personas con sentido común que apelaron al proceso de depuración y obtuvieron su respuesta, ya los cabecillas del proceso mostraban preocupación porque “algunas personas honestas puedan dejarse confundir o desviarse ideológicamente del camino Revolucionario…”,[5] pero la suerte estaba echada. Para quienes intentaran desligar a los homosexuales de los contrarrevolucionarios, Alma Mater agregaba: “la Depuración es una sola, tan nociva es la influencia y la actividad de unos como de otros…”.

En manos de los extremistas del momento, las palabras de Fidel se desproporcionaban y daban rienda suelta a la iniciativa. El secretario de la UJC en la Universidad de La Habana aclaraba en 1965 que “la actitud de la Juventud Comunista debe ser de crear el repudio, de convertir a estos elementos en gente antisocial, de que nuestras masas los vean como lacra de la sociedad…”.[6] Ya no existía tal cosa como un homosexual revolucionario, se era lo uno o lo otro.

Pero… ¿acaso estos prejuicios venían exclusivamente del poder político? En el año 1971 se celebró en la Habana el Congreso de Educación y Cultura, en él fueron más de mil los delegados de todos los rincones del país, quienes declararon la homosexualidad como una “patología social”. La responsabilidad de la intolerancia era compartida por toda la pirámide social, nunca se habría marginado a este sector en el que se encontraban varios de nuestros más afamados escritores y artistas, si no se hubiera contado con la complicidad de muchos que no se dieron por enterado o prefirieron mirar a otro lado.

 

Otros resultados lamentables tendría el mencionado congreso, en este se proclamó la eliminación de “aberraciones extravagantes”, se mencionó a las religiones “procedentes del continente africano” como causantes de indisciplina legal y se reafirmó la fórmula del Movimiento de Artistas Aficionados como panacea y fenómeno “contrario a las tendencias de élite”. Eran los tiempos del Quinquenio Gris en Cuba.

Los artistas parametrados no se irían sin luchar, inicialmente se conformaron con presentar quejas formales al Consejo Nacional de Cultura (CNC) hasta que a finales de 1973 comenzaron a utilizar los tribunales como mecanismo de defensa. En un acontecimiento histórico y nunca antes visto, el Tribunal Supremo decretó que la parametración tenía un carácter anticonstitucional y exigió una indemnización a las víctimas. Curiosamente, par de años después y en el calor de la nueva constitución, se eliminó el marco legal que hizo posible declarar anticonstitucional una medida institucional de este tipo. El fallo del Tribunal Supremo a favor de los homosexuales sería único e irrepetible.

Pero los funcionarios que todavía retenían el sector cultural en sus manos no se irían sin luchar. A la altura del año 1975 se aprobó la Ley 1267 con un inciso que hacía referencia al “homosexualismo ostensible y otras conductas socialmente reprobables que proyectándose públicamente, incidan nocivamente en la educación, conciencia y sentimientos públicos y en especial de la niñez y la juventud…”.[7] La creación del Ministerio de Cultura en 1976 con Armando Hart a la cabeza, transformaría paulatinamente la crisis en estos sectores del panorama cultural.

Todavía en la década del 90 se podían ver consignas a todo lo largo del país que decían: “los débiles resistan, los fuertes adelante, esta es tarea de grandes”, el sentimiento homofóbico perduraba. Quizás todo habría seguido así de no ser por el impacto que tuvo Fresa y Chocolate, un filme de 1993 que mostraba la amistad entre un joven comunista y un homosexual marginado. El abrazo que se daban los personajes al final de la cinta, representaba la esperanza de la tolerancia, del reconocimiento a la diferencia por encima de todos los prejuicios.

Los avances de los últimos años en este sentido han sido gracias a la acción decisiva de instituciones y figuras públicas del país que han transformado las miradas.

En pleno 2014 los derechos de la comunidad LGTB tienen fuertes defensores y ganan terreno constantemente pero todavía el pueblo cubano y la dirección del país no se han disculpado con los homosexuales, en la Asamblea Nacional no se presenta una moción que reconozca estos hechos. Cuando en el 2007 ocurrió un fenómeno conocido como Guerra de Correos que sacó estos acontecimientos a la luz y provocó un intenso debate en la intelectualidad nacional, ninguna de las conferencias o declaraciones realizadas fueron televisadas o reflejadas en los medios masivos.

La actual Estado cubano ha sido homofóbico porque el pueblo que representa es homofóbico, quizás sea la testarudez machista la que nos lleva a no disculparnos con aquellos a quien se ha lastimado, quizás ya es hora de cambiar esta posición. No, no puedo decir que hayamos sido tolerantes pero al menos me queda el consuelo de que gracias a varios actores políticos de estos tiempos, los homosexuales ya están incluidos en nuestro proyecto de nación.

 

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1 Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la clausura del acto para conmemorar el VI Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial, celebrado en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 13 de marzo de 1963. En El Mundo, nº 20, 599, 14 de marzo de 1963, pp. 5-6.

[2] Ernesto Juan Castellanos: “El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos”. Conferencia leída por su autor, el 31 de octubre del 2008, en el Centro Teórico-Cultural Criterios.

[3] Editorial, Alma Mater, nº 22, 16 de diciembre de 1963, p. 2.

[4] “La gran batalla del estudiantado”, Revista Mella, nº 326, 31 de mayo de 1965, pp. 2-3.

[5] “Nuestra opinión”, Alma Mater, nº 49, 5 de junio de 1965, p. 2.

[6] Miguel Martín: “Tenemos que desarraigar los rezagos de la ideología pequeño-burguesa en el movimiento estudiantil”, Juventud Rebelde, 24 de enero de 1966, p. 4.

[7] Partido Comunista de Cuba, Congreso, 1ro., La Habana, 1975. Tesis y Resoluciones, Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central de Partido Comunista de Cuba, 1976. pp. 223-225.

 

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Joel Franz Rosell

Es muy fácil caer en esterotipos incluso cuando se condena. Esta consigna: “los débiles resistan, los fuertes adelante, esta es tarea de grandes”, impugnada por homofóbica solo le es si se considera que un homosexual es “débil”. No quiero equivocarme, pero creo que se trata de una frase de Martí, y hablaba de los débiles de carácter, los que se amedrentaban ante los sacrificios que exigió la guerra de independencia. Un homosexual no es una persona débil de carácter ni débil de cuerpo (al contrario, muchos homosexuales son adeptos del culturismo). El autor cae en la tramp -sin querero sin duda- de confundir afeminado y homosexual.
Joel Franz Rosell

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