—Qué clase de susto me ha dado el presidente.

—¡No me digas que se apareció con otro título de Doctor en Ciencias!

—Peor. Prendí la tele bien temprano, como hago todos los días, y me puse a hacer cosas en la cocina.

—De las que ya no se pueden hacer todos los días.

—Exacto. Quién te dice que en una de esas paso frente al aparato y veo la imagen de Díaz-Canel acompañado por decenas de niños. Eran alrededor de las siete. Lo primero que me vino a la mente es que lo removieron del cargo y le entregaron la sección infantil de la revista de la mañana. Quedé petrificada esperando entrara la pegajosa cancioncita: «Amanecer feliz, sonríele a la vida: ¡así!».

—Cualquiera espanta el mal humor si se entera de que a partir de ahora las ocurrencias de Miguel le alegrarán la vida a nuestros hijos.

—Después supe que era un reportaje sobre el recibimiento que le dio a un grupo de infantes en el Palacio de la Revolución, devenido Palacio de los Pioneros a propósito del Día Mundial de la Infancia.

—Por un día estuvo al frente de algo.

—Y ese «algo» era nada más y nada menos que el Círculo de Interés «Improvisa tu gobierno». Lloré de puro regocijo maternal al ver a Miguel tomar de la mano a dos infantes para acceder a ese engendro arquitectónico pensado por Batista.

—Le ha dado por coger de la mano, como si no le bastara con Lis. Lo hizo con la mamá de Mijaín, y lo repite con estas criaturas, «hijos de una generación que vive, crea y enfrenta desafíos y escaseces con el valor de sus padres».

—¡El reportaje periodístico se veía tan, pero tan natural…! 

—Como todo lo que hace Canel. Debe haberles brindado limonada.

—Saltó a la vista que los niños, desde la etapa de párvulos, fueron informados de que el 20 de noviembre se celebran la Declaración Universal de los Derechos del Niño y la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño, incluidos «los relativos a la vida, la salud y la educación, el derecho a jugar, a la vida familiar, a la protección frente a la violencia y la discriminación, y a que se escuchen sus opiniones».

—¿Y no es violento que se escuchen «tus opiniones» en la sede central del Gobierno para que años después ese mismo Gobierno te meta preso por expresarlas cuando arribas a la adolescencia?

—Los pequeños creen que, por ser invitados a un convite en Palacio, oficiar como delegados en un Congreso de los Pioneros o ser entrevistados para el Noticiero por un periodista que les pregunta qué creen del actual orden económico internacional, pueden, de mayores, abogar por una Convención de los Derechos del Adulto.

—Leí que los angelitos «llegaron en avalancha a llenarlo todo de sonrisas, curiosos, expectantes, con timidez unos, otros un poco más sagaces». Quién quita que algún que otro sagaz le haya preguntado al mandatario por qué no recibía leche desde los siete años si, según los documentos de la ONU que se evocaban, se es niño hasta los 18 años de edad.

—Si tú eres uno de los que «desandaron pasillos y salones, hicieron preguntas, contaron historias, impusieron nuevos retos…», y tu jolgorio «comenzó a inundar la tarde», tienes que saber que lo de romper «las barreras de la formalidad para dar paso a un diálogo sin investiduras de por medio» tiene sus límites, no importa si día a día el presidente y los demás trabajan pensando en ti y en tus amiguitos como «las importantes personas que son».

—«Defiendan esos derechos y disfrútenlos», les dijo a todos… «Ya nos encargaremos de ponerlos en su lugar», habrá agregado para sus adentros.

—Lo más importante de un encuentro como ese es que quedaron en ridículo las patrañas que achacan a nuestro sistema social que a los niños y jóvenes los consideren peones de la política y se les adoctrine. Había que ver la madurez con que esos muchachitos, que hace tiempo rebasaron la enfermedad infantil del izquierdismo y ya no leen a los Hermanos Grimm o a Hans Christian Andersen, recibieron de manos del director de la Editora Abril «un nuevo número de la revista Zunzún dedicado a los impactos del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de Estados Unidos».

—Con lecturas como esa debe quedarles claro que para los dirigentes de la Revolución «no hay nada más importante que un niño».

—Y que por eso, desde pequeños, mandan a los suyos a conocer el mundo. «Gracias por la alegría y el futuro», tendrán que decir los niños de papá cuando en el 2030 aparezca el porvenir en forma de inversiones en otros confines del globo terráqueo.

—¿Sabes si el encuentro de El Puro de la Patria con sus ahijados contribuyó al proceso docente educativo del actual año lectivo?

—Imagino que sí. Algo habrá aprendido el presidente de esos chamas.