—Qué verano.

—¿Te quejas?

—Noooooo, ¿cómo se te ocurre? Contar con los chamas todo el tiempo en casa y no tener a dónde llevarlos es una dicha inconmensurable.

—Dice el Granma que «cualquiera, con dos dedos de frente, puede imaginar lo que significa asegurar multilateralmente un verano en el adverso contexto de una economía como la nuestra».

—Una economía como la mía no me permite un yate como ese, donde al menos pudiera darles una vuelta por el litoral.

—Para que disfruten «el sosiego o la alegre revoltura del Malecón».

—Basta que haya donde quiera una «alegre revoltura» y la policía carga con los revoltosos.

—Niegas el «carácter sano y revolucionario de la gente». «Si los pinareños arrodillaran ojo en la sombra que traza lo difícil, no hubieran preparado tremendo campamento de verano», y pensarían como tú. «A nadie el calendario le impide crear condiciones para la sana diversión».

—No es precisamente el calendario el que tiene que crearlas.

—Ya empiezas a hablar mal del Gobierno. Obvias el grandísimo esfuerzo que hizo para que en los meses de julio y agosto las afectaciones con la electricidad fueran ínfimas.

—Más que ínfimas, tienden a ser infinitas. A pesar de que mis hijos ya no están todo el día en casa, y se gasta menos, nos sorprenden en septiembre con un récord de apagones.

—Hay serios problemas para echar a andar los grupos electrógenos. Parece mentira que no hayas oído las declaraciones del ministro de Energía y Minas en la inauguración de la Tercera Feria Internacional de Energías Renovables. «El combustible está en puertos cubanos sobre los barcos y habrá una solución para su descarga».

—¿Se lo declaró a otra embarcación?

—Lo leí en el Tribuna. El titular del organismo agregó que «se pagan semanalmente montos elevados de dinero». Un «sacrificio financiero del país».

—A costa del sacrificio pendenciero de nosotros. Qué falta hace que organicemos una Feria Nacional de Dirigentes Renovables. 

—No transiges. Tú sí viste por televisión, porque estabas conmigo, al primer ministro en Gibara, «fiel al hábito de intercambiar con los compatriotas asuntos que los afectan». Declaró que «problemas hay muchos, pero podemos resolverlos si actuamos codo a codo».

—La gente preferiría que se actuara con muslos y contramuslos.

—Marrero explicó que «se nos están mezclando problemas gordos con otros que son resultado de la burocracia».

—«Problemas gordos». Menos mal que recurre a la autocrítica.

—Y eso es magnífico, ¿no? No todos los funcionarios tienen «esa sensibilidad que se requiere en tiempos como estos para poder hablar con el pueblo», ni para expresar de pura convicción: «Lo primero que tenemos que acabar es con la chapucería, la burocracia, incluso con algún que otro dirigente…».

—¿Estará preparando un autogolpe?

—Él no es de los que «tienen miedo a sentarse aquí a escuchar y que le digan en la cara las cosas que hay que decirles». Hay que cargarse de paciencia para oír lo que le descargó una señora micrófono en mano: «A veces se ha hecho una gestión y nos traen detergente, un pomito de aceite, cuatro libritas de arroz a 140 pesos, pero no algo constante, el día a día ese, que uno pueda comprar libritas cuando le hace falta».

—Cosas sin importancia.

—Por supuesto. Hay una urgencia más apremiante que esa: la unidad. «Tenemos que cuidarla como la niña de nuestros ojos».

—¿«La Niña»? Casualidad que apuntara de que hay que «hacer un poco más con lo que tenemos, y no un poco más de lo mismo», y que «no estamos detenidos, estamos moviéndonos». Por lo viejo de ese discurso, no me extrañaría que haya arribado a Gibara en una de las carabelas de Colón.

—Por donde venga, chico, por donde venga. Lo importante es que confirme «la voluntad de seguir produciendo, pues tiene la certeza de que se hará todo lo posible por resolver los problemas», en los que también incide «el poco interés de algunas personas en el trabajo».

—¿Qué me dices de «La Pinta»? ¿Tú crees que estuviera tan rojo porque le dio pena «la confesión de una madre de Cayo Muñoz sobre su decisión de interrumpir la continuidad de estudios de dos hijos, porque no dispone de recursos para comprarles algunas cosas»? No habrá zarpado de «Santa María», pero no me caben dudas de que desembarcó por Bariay.