Foto: Abraham Echevarría.
Menos importaciones de pollo estadounidense beneficiarían la producción porcina en Cuba
26 / mayo / 2022
Con los 280 millones de dólares que Cuba gastó en comprar pollo en Estados Unidos durante 2021, los campesinos cubanos hubieran producido prácticamente la misma cantidad de carne de cerdo.
El año pasado el país importó desde la nación norteña unas 307 mil toneladas de pollo. A través de transacciones sin facilidades bancarias, pagó cada una a 909 dólares. Con el dinero destinado a ese fin habrían podido importarse los piensos y otros alimentos necesarios para revitalizar los «convenios porcinos», la modalidad de producción que hasta hace pocos años satisfacía buena parte de la demanda nacional de carne.
Los cálculos de elTOQUE al respecto se basan en las normas para la actividad porcina emitidas por el Ministerio de la Agricultura (Minag) y en los precios publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información en su anuario de 2020, el último disponible.
Número en mano
Según los manuales del Ministerio de la Agricultura (Minag), citados en julio de 2020 por Cubadebate, para la ceba de cerdos se necesitan 346 kilogramos de alimento por cada animal llevado hasta los 90 kilogramos de peso.
Bajo el sistema de convenios porcinos, el Estado entregaba a los criadores las llamadas «precebas» —ejemplares de hasta 18 kilogramos— y el 70 % de los alimentos requeridos para su engorde. A cambio, los porcicultores se comprometían a vender de vuelta los animales al Estado, a precios topados. Los convenios hicieron posible el crecimiento de la producción porcina nacional, que en 2018 superó las 352 mil toneladas de peso en pie (animales sin sacrificar). Pero a partir de 2019 el Minag comenzó a defender la tesis de que no se debía «depender del barco» y lanzó una campaña para suprimir las compras de alimento en el exterior. En teoría, Cuba podía cubrir las necesidades de su porcicultura con las cosechas agrícolas y los desechos industriales.
Hasta ese momento, alrededor del 45 % de la dieta animal entregada por el Estado se importaba. Eran unos 108 kilogramos por animal, entre los que se incluían 62 kilogramos de proteína (hasta 18 % del alimento total), que los especialistas consideran imprescindibles para la dieta de los puercos de engorde.
En 2020, porcicultores como el villaclareño Orelvis Peñate, con 20 años de experiencia, alertaban sobre las posibles consecuencias de la renuncia al «núcleo proteico importado»: «Antiguamente la crianza era con yuca y maíz, pero el puerco demoraba más de 12 meses para engordar. Y cuando calculas el costo de lo que se comió, al final no ganaste». Aun así, la nueva política siguió adelante y ese año las entregas a sacrificio descendieron hasta las 228 mil toneladas (35 % menos que en 2018).
Falso ahorro
Entre los porcicultores cubanos la soya es considerada el sumun de los nutrientes proteicos. A partir de ella se estructuran las dietas de los animales, complementadas con forraje, piensos líquidos y otros alimentos.
Lo que mayoritariamente se entiende en Cuba como soya no es tal. Bajo ese nombre los criadores designan la harina o «tortas» de soya, un subproducto del procesamiento industrial del frijol, con alto valor proteico y recomendado para la cría intensiva de cerdos y ganado vacuno.
Las «tortas» de soya tienen la ventaja de ser casi un tercio más baratas que la soya virgen. En 2020, el año tomado como referencia para esta nota, fueron adquiridas por Cuba a un precio promedio de 398 dólares la tonelada. El maíz, el otro componente fundamental de los llamados piensos balanceados, se cotizó a 220 dólares la tonelada.
Luego de sacrificados, los cerdos pueden perder hasta el 40 % de su peso. Para obtener 1 000 kilogramos de carne lista para consumo deben procesarse cerca de 1 600 kilogramos de animales en pie, unos 18 animales si se tiene en cuenta el peso promedio de las entregas al Estado en los últimos años. En cebarlos se consumirían alrededor de 6 400 kilogramos de alimento, según la tasa de eficiencia pautada por el Minag. De dicho volumen, poco más de 2 000 kilogramos eran hasta 2018 alimentos importados; en particular, los 1 200 kilogramos de proteína imprescindibles para el desarrollo muscular de los animales.
Si como proteína se emplearan exclusivamente «tortas» de soya, hubiese sido necesario invertir 447 dólares, 308 menos de los que en 2020 se pagaron por cada tonelada de pollo importado. Si se tomara como referencia las cotizaciones de la carne de ave en 2021, el ahorro hubiese sido mayor: 432 dólares respecto a cada tonelada dejada de traer desde el exterior. Las cuentas cuadran incluso en los peores escenarios de precios.
Analistas estiman que hacia julio próximo la cotización de las «tortas» de soya habrá escalado hasta 451 dólares por tonelada. En tal circunstancia, el beneficio probable respecto a las importaciones avícolas disminuiría, pero sería de, al menos, 398 dólares por tonelada de carne de cerdo producida. Lo economizado podría destinarse a la compra de otros nutrientes importados o a sostener parte de la producción nacional de piensos porcinos.
En el mundo, la alimentación constituye hasta el 70 % de los gastos de los criadores; en Cuba no es raro que supere el 80 %. Muchos de quienes renunciaron a sus convenios en los últimos años lo hicieron forzados por los altos precios del alimento animal o la franca imposibilidad de conseguirlo. También influyeron los incumplimientos del Minag, que hacia mediados de 2020 adeudaba más de 90 mil toneladas de piensos.
La «diplomacia del pollo congelado»
Entre 2014 y 2018 Cuba importó 1 400 millones de dólares en soya y sus derivados (frijoles, aceite y «tortas»). Fueron los mismos años en que la producción porcina experimentaba un crecimiento gradual. La decisión de suspender las compras del grano, y apostar por que los porcicultores lo sustituyeran, sin inversiones adicionales del Minag, pusieron fin a aquella tendencia. En 2021 las entregas de animales a sacrificio mantuvieron la disminución, hasta las 221 500 toneladas aproximadamente (37 % menos que en 2018).
Mientras, las importaciones de pollo estadounidense se duplicaron de 2020 a 2021.
Todo indica que esa seguirá siendo la política, pese a las ventajas que tendría destinar a la producción nacional al menos una parte del dinero que se paga a los granjeros norteamericanos. La «situación favorable» de otros tiempos «no se replicará, porque sustentar la producción de alimentos mayoritariamente en importaciones es una práctica que atenta contra el propósito de que el país alcance su soberanía alimentaria», declaró el presidente Miguel Díaz-Canel durante una plenaria nacional sobre producción porcina realizada en abril. Se trata de un propósito tan loable como difícil de cumplir.
Al encuentro fueron convocados campesinos con un desempeño relevante. Entre ellos se encontraba Reynier de Jesús, un pinareño que años atrás se ocupaba de entre 2 500 y 3 000 cerdos. La caída de los suministros importados lo obligó a dejar en su cochiquera solo 1 500 animales. Con todo y ser un «ejemplo», no pudo evitar referirse a la urgencia de la situación: «Necesitamos que todo lo que se produzca y no esté apto para el consumo humano se nos entregue. Con las siembras de los porcicultores solamente no da».
Palabras más o menos es lo que llevan diciendo sus colegas desde 2019 y confirmando las estadísticas de la producción porcina cubana.
Pero las compras en Estados Unidos tienen un doble componente —comercial y político— al que al Palacio de la Revolución le cuesta renunciar. La Coalición Agrícola EE. UU.-Cuba, integrada sobre todo por empresarios del sur de Estados Unidos, se cuenta entre los más activos promotores de la eliminación de las sanciones contra la isla.
«El bloqueo contra Cuba limita el comercio de manera significativa. La presencia de numerosos delegados en esta sala prueba que existe voluntad para trabajar juntos y resolver las dificultades en el comercio agrícola bilateral», resaltó el presidente de la Coalición, Paul Johnson, al inaugurar la Tercera Conferencia Agrícola entre ambos países, organizada a comienzos de abril en La Habana.
Importación, preguntas al margen
Hace pocas semanas el periódico de Las Tunas anticipó la posibilidad de la «vuelta de los convenios». En la provincia oriental, el número de porcicultores conveniados cayó de 200 a cinco en los últimos tres años.
Los interesados en reincorporarse al programa deberán contar con tierras en las que producir parte de los alimentos para los animales que recibirán, aclaró la coordinadora local del Programa de Innovación del Minag, Raquel Ruiz Reyes. El Estado, por su parte, proveerá los cochinatos y unos 30 kilogramos de pienso por animal, además de afrecho y otros complementos nutricionales.
Aunque ese volumen equivale a menos de la mitad de las antiguas entregas de «proteína importada», su restablecimiento supone la aceptación tácita de que urgen cambios en la gestión de la actividad porcina.
Cuba lleva más de una década fracasando en el cultivo estatal de la soya y el maíz, y para los campesinos individuales no resultan atractivos los precios de compra establecidos por el Estado. Una alternativa sería que los criadores compraran sus insumos en el exterior, pero para hacerlo están obligados a negociar a través de las empresas importadoras, que hasta el momento se han revelado más como obstáculos que como facilitadoras.
Uno de los que así se comporta es el Grupo Empresarial Logístico del Ministerio de la Agricultura (Gelma). En abril, la televisión nacional transmitió un reportaje en el que entrevistaba a porcicultores como Domingo Marco Rubio, quien para sostener su coto de cerdos de capa oscura había tenido que comprarle a Gelma pienso de cría importado. «Ellos tienen su margen comercial, pero a 950 MLC la tonelada se nos encarece mucho el costo», lamentaba.
Significativamente, en plataformas de comercio mayorista online como Alibaba, el mismo producto no supera los 360 dólares por tonelada, y en Europa las cotizaciones de comienzos de año, para entrega en los meses en curso, se ubicaron por debajo de los 400 dólares la tonelada.
Los amplios márgenes de ganancia autorizados a las empresas importadoras han motivado otras notas de elTOQUE y son causa de periódicas quejas, pero hasta ahora ni el Minag ni el Gobierno se han dado por aludidos. Tampoco abundan las explicaciones sobre las prioridades del comercio exterior cubano que, antes que materias primas con las que producir en Cuba, parece privilegiar la adquisición de productos listos para consumo. Entiéndase, para el caso, carne de pollo en lugar de piensos porcinos.
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