PEÓN A DAMA

—Pipo…

—Dime.

—Te estoy diciendo «Pipo».

—Y con «Dime» te compulso a un próximo enunciado.

—Te veo como ido. Llevas más de dos horas leyendo ese mamotreto y no me prestas atención.

—Y me quedan otras dos si pretendo no equivocarme más. Tengo loca a la gente de Cubadebate cada vez que doy un discurso. Debe ser tremenda pincha enmendarme la plana para ponerme en el Noticiero.

—Tú mismo lo dices: tu problema es lo plano que lees.

—Cuando hablé de «enmendar la plana» no me referí a la manera de expresarme, más bien lo dije en lenguaje periodístico. Así que deja la puya, ya bastante tengo con el chucho que me dan en las redes.

—No te pongas así, Pipo. Quise decir que debías reírte alguna que otra vez con esa sonrisa tan simpática que posees. Te pones demasiado serio, se nota que tienes un miedo terrible a equivocarte.

—¡Y dale con lo mismo! ¡No tengo la culpa! He dicho un millón de veces que no me coloquen palabras tan rescabuchadas en mis intervenciones… perdón, tan rebuscadas.

—Disculpa, no era de tus discursos de lo que quería hablarte, sino de el del presidente de El Salvador.

—¡¿Vas a venirme también tú con que ese tipo estuvo más de veinte minutos dirigiéndose a la Asamblea General y no consultó un papel o una tarjetica con la bandera de esa nación?!

—Para nada. Solo quería citar el hecho de que, mientras habló, allí estaban presentes su esposa y su pequeña hija.

—¿Me sugieres que cuando tome la palabra estés sentada tú en el puesto que le corresponde a Bruno y con el remanganzón de tu hijo al lado?

—Cuando hables en nombre de los 77 no, porque puede interpretarse mal, pero cuando lo hagas a nombre de Cuba sí. Todo está en que aproveches alguna de las actividades que realices en la ONU para que anuncies formalmente mi designación como Primera Dama.

—¿No te basta la botella de jefa de Eventos del Ministerio de Cultura y tu obsesión por organizar encuentros de gastronomía?

—Puedo llevar las dos cosas. Está permitido el multioficio, el multialmuerzo, la multimerienda…

—Chica, pero si no puedes quejarte: quién iba a decirte antes de yo arribar a Holguín que ibas a conocer más allá de Bariay. Lo único que te falta por explorar es Oceanía, y eso porque me puse duro cuando propusiste hacer escala técnica en la Polinesia para comprarte un collar de fibras de coco que te hiciera juego con el vestido verde plátano burro.

—¿No te gusta mi vestido verde?

—Me encanta, me priva, me arrebata. Cada vez que te lo pones me recuerdas la Ley de Soberanía Alimentaria.

—Pipo, ¿es idea mía o ahora eres tú el que me está cogiendo para tus cosas?

—¡Es que no me dejas trabajar, mijita! Ya bastante tuve aquel día con tu exigencia de que le pidiera disculpas a Froilán Arencibia por el regaño público que le di por llamarte «Primera Dama». ¡Ahora quieres serlo a como sea!

—¿Y está mal que quiera acompañarte a todas partes como lo que realmente soy?

—Eso: al final lo eres. ¡Y desde que lo eres tuiteas menos boberías! ¡Entiende que, para hacerlo oficial, tendríamos que reformar la Constitución y designarte como tal!

—¡Chico, pero si a ti nadie te eligió y mírate ahí! En vez de pasear conmigo, conocer tantas ciudades bonitas, tantas tiendas, dedicas tiempo a pretender arreglar en el mundo lo que no eres capaz de transformar en Villa Clara, en Holguín, en Cuba. Arquitectura financiera ni arquitectura financiera…

—¡Pues gracias a la arquitectura vives en Punto Cero y gracias a las finanzas siempre hay dinero para pagar tus viajes!

—¡Y gracias a tu machista persistencia me pierdo las reuniones de Primeras Damas! Mira esta foto de hace quince años: treintaiséis de ellas visitando el Museo Metropolitano de Nueva York…

—Ninguna de ellas molesta a su marido cuando está ensayando el último discurso.

—Son primeras damas precisamente por eso.

Los artistas de Matraca y Jorge Fernández Era se acercan esta vez a la participación del presidente cubano Miguel Díaz-Canel en la 78 Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en New York, Estados Unidos.