“Esperar”, me dice Juan Carlos. Acaba de llegar de Ecuador, donde hizo suficiente dinero como para comprar un local en una calle céntrica de la ciudad de Santa Clara. Luego de cuatro años en la mitad del mundo, regresó a Cuba ¡por fin! para invertir en una paladar. Pero llega seis días tarde.
Este joven, como otros tantos, no está desilusionado pero sí “bien atento” a todo cuanto se dice por estos días respecto a la suspensión de licencias para el trabajo por cuenta propia.
“Uno nunca sabe en la concreta cuánto puede durar esto, ojalá pase rápido como dijo la viceministra en televisión, porque si no tendré que inventar otra cosa”, explica, mientras sigue pendiente de las ofertas de venta en el famoso parque de las permutas, donde tradicionalmente se gestiona la compra y venta de casas en Santa Clara. A él le ha tocado vivir en primera persona el fin del “slogan” de la reforma económica: “Sin prisas, pero sin pausas”.
Si bien el pueblo cubano está lejos de aceptar inmutable que las disposiciones “no constituyen un retroceso”, tal y como replicaron los medios nacionales, tampoco se ha asumido masivamente como algo negativo o desalentador lo dispuesto por el Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social.
Mayelín es enfermera, y mientras espera su pizza del almuerzo, nos dice que es correcto que se reorganice todo antes de que sea demasiado tarde. Ella no comprende cómo desde un inicio se permitió que se vendiera en las aceras, en lugar de exigirle a los cuentapropistas que lo hicieran en un portal o acondicionando la primera habitación de la casa. “Después nos quejamos de las interferencias en la vialidad y el tránsito, pero fue el propio gobierno quien no tuvo en cuenta esos aspectos”, argumenta.
Sin embargo, la revisión de que será objeto el trabajo no estatal no parece estar dirigida precisamente en esa dirección, sino más bien a asuntos relacionados con la procedencia ilícita de productos e insumos y la subdeclaración de impuestos.
Según Nancy, profesora de economía en Santa Clara, “(…) no acabamos de ponerle orden a la empresa estatal socialista, pero ello no quiere decir que no podamos ir arreglando lo que mal anda en el cuarto de al lado, o sea en los negocios particulares”, explica.
Era de esperarse, por ejemplo, que sin una producción suficiente de refrescos o cervezas nacionales, y sin concretarse el surgimiento de los anunciados mercados mayoristas, los nuevos emprendedores se llevarían por cajas esos productos de los establecimientos y le pondrían un nuevo gravamen a los precios de la red estatal, ya incrementados en un 240% desde el inicio.
Es por eso que la actual pausa genera cierta esperanza a Migdalia, quien dice “se alegra” por las nuevas disposiciones: “Yo no puedo comprar todos los días una cajita de jugo en la ‘paladar’ de la esquina a 25 ó 30 pesos para la merienda de mi nieta, y en la shopping no hay porque precisamente los cuentapropistas se las llevan”. Lo que parece desconocer Migdalia es que mientras no se produzca o importen abastecimientos acordes a la demanda real, la escasez seguirá como lógica dentro del mercado interno.
No basta con dictar nuevas leyes, procedimientos o regulaciones cuando la realidad supera o desdice toda previsión. A finales de 2013 se prohibió terminantemente la importación y reventa de artículos procedentes del extranjero, y hasta se fijó un plazo para el fin de esa “deformación”, pero tras un par de semanas todo recuperó su cauce habitual.
La situación persistió, pues hay un silogismo que la fundamenta: si de un lado los cubanos ya pueden viajar y del otro las empresas importadoras son incompetentes en su gestión, cuanto se traiga desde fuera, tendrá compradores. El resultado es que hoy, a la vista de todos y en franca competencia con las “tiendas recaudadoras de divisas”, continúa vendiéndose ropa y calzado importado individualmente desde el extranjero.
Como no se pudo detener el fenómeno, las autoridades dejaron de mencionar las prohibiciones, desconociendo que toda ley que se dicta sin la garantía de hacerla cumplir genera descrédito o irrespeto hacia quienes la sancionan, y en este caso particular quedó como otra campaña de esas que tras un par de semanas se relaja, cediendo lugar a otra cruzada que se ponga de moda.
En este 2017, no obstante, la argumentación administrativa de “organizar primero” aquellas actividades en que interviene apenas el 12% de la población laboralmente activa (unas 568 mil personas) para luego acometer reestructuraciones mayores en el vida empresarial del país; todavía tiene sentido para varios entrevistados.
Aunqe, según opina Tatiana desde el mostrador de su heladería, nada se arreglará mientras se “patrulle” al cuentapropista que subdeclara sus ingresos a la ONAT, “y no se haga nada con el jefe de una empresa estatal que impunemente despilfarra millones sin que nadie se entere, ni se le castigue por su ineficiente gestión.”
No obstante, ella también reconoce que se debe organizar el cuentapropismo, y espera que se revisen o destraben algunos temas como el de los mercados mayoristas, pues “se ha insistido una y otra vez en esa necesidad y hasta se han aprobado millonarias sumas sin que se materialice todavía”.
¿Que tan rápido podrá “cambiarse lo que debe ser cambiado” en materia de trabajo no estatal? ¿Con cuanta prisa se llevará a cabo la revisión tras esta pausa? Son preguntas en el aire a las que Juan Carlos no le encuentra respuestas mientras sigue soñando su paladar y escucha proposiciones desde el parque de las permutas.
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