Por Deymi D’Atri
Cuando cayó el campo socialista, tenía cinco años. Con su caída llegó uno de los períodos más oscuros de la Revolución Cubana: el Período Especial, que hasta el día de hoy no ha concluido.
En mi inocencia, lo mejor de aquellos tiempos eran los apagones nocturnos. En esas noches, todos los vecinos del barrio sacaban sus sillones a la acera mientras la penumbra nos cubría a todos. Los adultos hablaban entre ellos; no me importaba de qué, eran «cosas de adultos», decían cuando preguntábamos. Lo mío era aprovechar para jugar con los niños de la cuadra a los escondidos, tomar de la mano al niño que me gustaba o contar historias fantasmagóricas de esas que cobran vida de boca en boca, de pueblo en pueblo.
Era divertido vivir así, en la total inocencia e ignorancia. Mi mamá me profesaba una seguridad absoluta, tanta que nunca supe realmente qué hacía para alimentarnos a mi hermana y a mí. Nunca la vi comer, nunca compartimos la mesa. Tampoco supe cuántas horas se pasaba abanicándonos para que durmiéramos, ni cuánto dormía ella. Solo recuerdo su cara triste, flaca y preocupada. Aun así, ella era mi puerto seguro, mi refugio, mi primer amor. Y cuando me miraba, yo era feliz.
Yo quería ser como ella, porque por más golpes que le dio la vida, nunca olvidó decirme «te quiero».
Luego fui creciendo, creando mi propio camino, y aunque la amaba, en algún punto olvidé decírselo. Supongo que la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo cosas intrascendentes, restándole valor a lo que realmente lo tiene.
Tenía tanta prisa en crecer que fue el deseo más estúpido que pedí en mi infancia. No tenía idea de cuánto perdería.
Cada año despedía a un familiar. Ya no estaban los amigos del parque. Me convertí en madre, luego en cuidadora: primero de mi madre, después de mi padre y mi abuelo, que no lo lograron. Cuánta responsabilidad implica crecer en un país sin futuro, en tierra infértil, sin valores ni empatía. Pero siempre con ella.
Hoy, con 39 años y atravesando un período más catastrófico que el de mi infancia, ya imagino de qué hablaban los adultos en aquellas noches de apagón. Las mismas dudas de hoy, los mismos miedos, la misma incertidumbre se ha vuelto parte de la cotidianidad del cubano: ¿cómo alimentar a nuestros hijos?, ¿cuánto más hay que aguantar?, ¿tenemos derechos?, ¿qué más hay que sacrificar?
Aún en la penumbra mis hijas no saben qué preocupa a su madre ni a los adultos que las rodean. En la oscuridad solo buscan cargar sus móviles para chatear con sus amigos de dentro y fuera de Cuba. Ellas saben bien que esas no son las grandes cosas, pero les ayudan a soñar. Les ha tocado despedir familia y amigos, como a mí. Y no sé si también pasará con los nietos que no sé si tendré.
De que nos sirve la patria si no tenemos vida. ¿Qué es la libertad cuando estamos muertos?
En medio del primer colapso de 2025, no tengo comunicación con mi mamá, que en un hospital de Tampa lucha por su vida. No puedo verla, no puedo tocarla ni escucharla.
La política no afecta a quienes nos dirigen, no le duele a quienes la dictan. Le duele a los padres, a los hermanos y a las familias cubanas; estén donde estén, piensen como piensen.
Supongo que la vida se resume a soltarlo todo, pero duele no tener la oportunidad de despedirse.
Me duele a mí, que no sé si algún día volveré a sentirme como esa niña que hoy extraña los brazos de su madre.
Alguna vez me dijiste que el día que no estuvieras iba a lamentar muchas cosas. «No dejes para luego lo que puedas hacer hoy», me decías. «Amar, perdonar y fallar no te hacen débil, Deymi». Y eso es lo importante.
Afortunada yo, que todavía te tengo para decirte que hiciste de mí tu mejor versión. Y yo haré de mis hijas la mejor versión de las dos.
Este artículo es parte de una colaboración entre elTOQUE y 5min, una plataforma de discursos cortos que busca fomentar la conexión y reflexión en la ciudadanía cubana, sin importar dónde se encuentre.
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *