—El Papa Francisco declaró hace unas horas que «a través del humor puede conseguirse denunciar excesos del poder, dar voz a realidades invisibilizadas, evidenciar abusos o denunciar comportamientos inadecuados».

—¡¿Lo invitaron a inaugurar la Primera Bienal Internacional de Humor Político de La Habana?!

—Nada de eso. Quiso hacer su contribución al evento y organizó en la misma fecha, en el Palacio Apostólico de Roma y con «el objetivo de poner el foco en la importancia del humor y de hacer reír a la gente, sobre todo en tiempos convulsos», una reunión con un centenar de humoristas del mundo entero. «Vuestro talento es un don, un regalo precioso. Junto con la sonrisa, difundís la paz en los corazones entre las personas, ayudándonos a superar las dificultades y a hacer frente al estrés cotidiano. Nos ayuda a encontrar alivio en la ironía y a tomarnos la vida con humor», les dijo.

—¿Había algún cubano?

—La nota de prensa no lo especifica, pero es de dudar: el encuentro de La Habana ha sido tan amplio, tan abarcador, tan ecuménico, que los cubanos de todos los confines lo han acaparado. Si no, cómo explicarse la declaración de la vicepapa de Cultura de Cuba en cuanto a que «esta Bienal rinde homenaje a la larga tradición de hacer política a través del humor en Cuba».

—Pobre muchacha. A esta hora debe tener una patrulla de guardia en los alrededores de su casa.

—Y Alpidio sin tiempo a apoyarla. Ocupado está en la revisión de las piezas mandadas a concurso, no vaya a ser que validen alguna relacionada con el envío a piezas de repuesto de cierto celular acontecida en «la capital del humor político» hace tres años.

—No tiene que preocuparse. «Ante los discursos de odio, de negación, y la reescritura de la historia que pretenden naturalizarse como verdades de nuestros pueblos, el arte moviliza conciencias y también se convierte en plataforma de denuncia».

—Denuncia no se hizo. A estas alturas todavía estuviera en reclusión domiciliaria.

—Para ahorrarle el mal rato, los organizadores de la Bienal han dejado claro que el humor político en Cuba «tiene sus límites». Uno de ellos es la integridad espiritual de nuestros dirigentes.

—Sobre todo cuando estos poseen zonas de su cuerpo, como la barriga y la nariz, propensas al choteo. 

—Siempre habrá quien viole los límites y camine sobre campo minado. Tiemblo al figurarme lo que debe estar sufriendo el repentista que en plena inauguración en la galería 23 y 12, y con un «carácter socialista» que le traquetea, lanzó la cuarteta siguiente: «Presidente es Díaz-Canel / que camina tras el rastro / de la bota de Raúl Castro / y los grados de Fidel».

—No debe ser fácil, en aras de evitar la asonancia, encontrar en décimas de segundo un verso adecuado que rime con frase tan complicada como «mamífero doméstico de la familia de los cánidos, muy leal y de olfato fino».

—Quiso ofrecer una lección como la que dio el Papa cuando apuntó: «¿Se puede uno reír también de Dios? Por supuesto, y esto no es blasfemia».

—Con la cantidad de años que lleva ese señor al frente de la Iglesia Católica y no sabe que no todos los dioses reaccionan igual. Es una verdad como una piedra.

—Sigue obsesionado con la idea de que su Dios posee un inmenso poder.

—Hablando de autoridad: ¿no te parece gracioso que converjan en las costas cubanas representantes de cuatro flotas navales de guerra tan dispares como las de Rusia, Canadá, Venezuela y Estados Unidos?

—Cualquier parecido con la coincidencia, es pura realidad.

—La gente se preocupa por tonterías: los tripulantes no portan machetes. Quizás los recibió la propia viceministra de Cultura con ese «¡Viva el humor como arma de combate!» que pronunció en la esquina caliente.

—Los ciudadanos temen por otra «Crisis de los Serviles». Sería catastrófico para la paz mundial que Cuba, en respuesta a Biden por el envío de un sumergible a Guantánamo, saque a la superficie su arma de destrucción más destructiva: el submarino Murillo.