Escribió Jorge Mañach a principios del pasado siglo que las bolas (rumores) eran una de las tres “adicciones esféricas” de los cubanos. En la Cuba del siglo XXI, signada por la paulatina expansión de las nuevas tecnologías de la comunicación y la indiferencia o tardanza mediática para abordar oportunamente algunos temas de preocupación popular; la sentencia de Mañach es una verdad como una casa y la circulación de rumores sigue estando a la orden del día.
No existe un mes en que una bola, lanzada intencionalmente o surgida de manera espontánea, atraviese Cuba y ponga a correr a miles de personas. El ejemplo más reciente lo tenemos con el famoso rumor del “inminente cambio de moneda/disminución de la tasa de cambio” desmentido por una nota del Banco Central de Cuba después de varias semanas de colas en las CADECAS y gente cambiando alocadamente lo mucho o lo poco que tenía guardado en CUC.
Debido a que los rumores se generan fundamentalmente a partir de grandes preocupaciones o aspiraciones de las personas, es normal que en Cuba sea la economía —la dura economía— el terreno perfecto para el surgimiento de bolas. Escasez de productos, aumento de impuestos, eliminación de patentes, cambio de moneda; de todo ha rodado y sigue rodando por nuestras informales autopistas de información.
Y generalmente, la culpa la paga “el totí” de la mayoría de nuestros debates públicos: los medios de comunicación y los periodistas. La gente les reclama por no informar, y estos se quejan de censura o secretismo de las fuentes estatales y administrativas; a su vez estas se viran alegando que no es cierto y que el problema está en la autocensura y el acomodamiento. Y la verdad es que hay de todo, como en la viña del Señor, además de muchos otros componentes que rebasan la ecuación censura-autocensura.
Si usted como Gobierno o Partido único se siente preocupado por hacer frente de manera efectiva y ágil a estos rumores que tantos problemas causan a la población y al propio funcionamiento de entidades económicas, ¿por qué no busca otras variantes que aceleren el proceso de transmisión de la información hacia el público?
Utilicemos un caso concreto en un escenario idealizado. Surge y comienza a expandirse la bola de que en una semana la tasa de cambio del CUC bajará a 18 pesos cubanos. Por la vía de los informes del Centro de Estudios Sociopolíticos y de Opinión (que recogen diariamente los comités municipales y provinciales del Partido Comunista) por información personal o por los canales establecidos, llega el rumor de que hay una actividad por encima de lo normal en los bancos y CADECA que está afectando o puede afectar la disponibilidad de dinero “circulante” en moneda nacional.
La máxima autoridad del sector —o la persona encargada de atender por él sus comunicaciones institucionales— entra a su cuenta en Twitter y teclea: “No es cierto que el lunes bajará la tasa de cambio del CUC o se unificará la moneda. Cuando ello ocurra se realizará de forma ordenada y de manera que no provoque daños considerables a la población. #calmapueblo”.
Este simple tweet no solo provocará que se active el contra-rumor a partir de los seguidores del funcionario que lo comentarán a otras personas no conectadas —porque no podemos perder la perspectiva de que estamos en Cuba—, sino que entre los seguidores estarán también los medios de comunicación, que además de replicar la información a sus públicos, sabrán que “se puede hablar del tema”, solicitarán entrevistas, acudirán a conferencias de prensa y prepararán trabajos más amplios y profundos que darán seguimiento a la información.
Y en menos de un día el rumor está liquidado. Los trabajadores de CADECA podrán almorzar tranquilos, la gente no se complica la vida ni se altera pensando que va a perder 7 pesos por cada CUC que compró a 25, nadie se escapa del trabajo para hacer las colas de las casas de cambio, los dirigentes muestran su cercanía y preocupación por los intereses populares y los medios de comunicación se anotan una patica demostrando su capacidad de reacción y de seguimiento al tema con otros trabajos de corte más analítico. Y se quedó corto Maluma cuando dice que felices los cuatro. Felices todos.
Si estamos hablando de informatización de la sociedad y gobierno electrónico, un buen paso sería comenzar a utilizar de manera desprejuiciada, oportuna e inteligente, estas herramientas de comunicación en función de una mayor cercanía con la población y una gestión gubernamental más transparente, integrándolas a un esquema que no abandone, sino que potencie a los otros actores mediáticos tradicionales. Buenos ejemplos en el mundo sobran y algunos los tenemos bastante cerca.
Lo ideal sería que la comunicación al pueblo fuera una práctica extensiva a todos los cargos públicos y funcionarios, que deberían sentir y tener la responsabilidad de brindar información pública socialmente relevante en sus respectivas áreas de actuación, y no solo emplear las redes sociales para promocionar los aspectos positivos de su trabajo e instituciones, o los textos de Cubadebate.
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