Cristina Dueñas tiene apenas 19 años. Foto: Lenadro A. Pérez.
Ella no entiende de estereotipos
31 / agosto / 2016
Cristina, a sus 19 años, ya sabe que no es simple luchar contra un estereotipo. Su carrera, diseño escenográfico, se circunscribe al teatro y los sets, pero ella quiere más, puede con más.
Con conocimientos para incursionar desde la pintura hasta la fotografía, los diseñadores escenográficos son subvalorados en Cuba. A ese convencimiento ha llegado Cristina Dueñas Aragón, una joven estudiante del Instituto Superior de Arte (ISA) que ha decidido luchar contra la imagen estandarizada que le dan a su profesión.
“La gente desconoce nuestra especialidad, y en algunos medios artísticos nos tienen como algo apartado. Quizás porque nuestro trabajo no es resaltar sobre otros, no es dar la cara, sino integrar diferentes conocimientos y diseñar para que el espectador del teatro, el cine o un programa televisivo capte el mensaje que se busca transmitir”.
Natural de Camagüey, esta es la típica muchacha que comenzó su afición por la pintura en las casas de cultura de su territorio, y aunque no se integró temprano a la enseñanza profesional del arte, tras concluir el bachillerato consiguió vencer las pruebas de ingreso al ISA.
Esa universidad de las Artes le pareció un santuario para la creación. Además de capacitarla le daba la oportunidad de encontrar espacios y financiamientos para proyectos artísticos. Desde que descubrió esto no se detiene.
“He participado en varias exposiciones colectivas y he hecho dos personales en Camagüey, como artista de la plástica. Trato de aprovechar cada oportunidad de mostrar mi arte, también como una prueba de las verdaderas potencialidades de un diseñador escenográfico”, y enumera incursiones en plazas como la XII Bienal de La Habana.
“Los moldes para las máscaras que llevé a la Fábrica de Arte, en La Habana, son del ISA, los marcos para la exposición que hice en el periódico Adelante, de Camagüey, pertenecen al Museo Arquidiocesano de esta ciudad. Siempre hay alguien que te ayuda. Pero hay que salir a tocar puertas. Y eso no es exclusivo de los diseñadores escenográficos. Todo artista joven en Cuba tiene que salir a pedir, es así”.
Está obligada al éxito para encontrar trabajo cuando se gradué. De regresar a Camagüey tendría que lidiar con escasos grupos de teatro, sin suficientes producciones como para contratar a un diseñador. De quedarse en la capital el cine sería la mejor opción. Pero para llegar allí hay que vencer las quimeras del estereotipo.
A un amigo suyo, egresado de su carrera, que optaba por ingresar al Registro Nacional de Diseñadores para poder cobrar por su trabajo (más allá de las tablas o los sets de televisión) le pusieron mil trabas, y al final no le aprobaron la solicitud.
“Algo así no hubiera ocurrido si él fuera graduado del Instituto Superior de Diseño”, asegura Cristina.
En la universidad también encuentra escollos. “La escuela nos da buenas oportunidades para crecernos, pero en la carrera faltan profesores de la especialidad. Nos falla el vínculo con el teatro, allí las prácticas laborales son en cuarto año. En cambio otros estudiantes, como los de fotografía, trabajan como camarógrafos en el ICRT desde sus primeros cursos en la universidad”.
Su lucha contra el estereotipo la lleva a hacer lo mismo la asistencia de dirección de arte en un vídeo clip del afamado grupo musical Los Ángeles, que un performance con máscaras de papier maché en un barrio marginal de La Habana. Mientras tanto también encuentra tiempo para armar su expo personal de caligramas en su natal Camagüey.
Cristina no quiere que la enmarquen. Odia el tedio. Además, no puede admitirse acomodamientos intelectuales o no tendrá de qué vivir. “De mi creatividad depende mi futuro, y aunque todavía no defino qué haré cuando me gradué, sí sé que quiero ser todo lo competente que pueda. Por ahora, seguiré aprovechando la escuela y descubriendo maneras propias de expresar mi arte, que eso somos al fin y al cabo los diseñadores escenográficos: unos artistas”.
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