El Gobierno cubano fijó el 22 de febrero su posición oficial ante el conflicto en Ucrania. Luego de la invasión en la madrugada del 24, lejos de unirse a la mayoría de la comunidad internacional en su condena a la agresión rusa al Estado ucraniano, ha hecho silencio, por lo que la postura continúa siendo abiertamente imperialista y contraria al derecho internacional. En su declaración oficial, el Minrex incurre en falsedades, medias verdades y omisiones que es preciso señalar.
Cuba acusa a la OTAN de provocar a Rusia al expandirse a países cercanos a sus fronteras, como si la OTAN fuera una fuerza de ocupación, y no un tratado al que se adhieren Estados soberanos. Los Estados tienen derecho a establecer relaciones y alianzas con los países que deseen, y esto no puede estar condicionado por la cercanía o no a una potencia. Negar el derecho de los países vecinos de Rusia a elegir sus aliados es cuestionar su soberanía, y sería análogo a obligar a Cuba a permanecer como satélite de Estados Unidos.
La expansión de la OTAN no se hace por la fuerza, sino tras las firmes solicitudes de Estados que temen por su seguridad. Cuba ignora en su discurso que precisamente la expansión de la OTAN en Europa del Este ha sido propiciada por la amenaza de invasión rusa, como ocurrió en Georgia en 2008 y en la misma Ucrania en 2014. No es extraño que muchas ex-repúblicas soviéticas piensen que ser de la OTAN es lo único que impide que sean ellos los próximos. Y probablemente tengan razón.
Cuba también ignora que la amenaza de invasión rusa a Ucrania no era histeria occidental: fue una realidad en 2014 y era una realidad en las provincias orientales Donetsk y Lugansk en el momento de la publicación del comunicado. Sería interesante ver qué dicen hoy todos los que se pasaron semanas ridiculizando la advertencia de invasión rusa.
El Gobierno cubano olvida mencionar que los acuerdos de Minsk de 2014, los cuales suponían un alto al fuego en el este de Ucrania, saltaron por los aires con el reconocimiento ilegal de las provincias Donetsk y Lugansk como repúblicas independientes, arrebatándole un pedazo a una nación vecina. No existe el derecho de autodeterminación de una región constituyente de un Estado sin una causa grave, como podría ser el riesgo de genocidio.
Pero Rusia no solo rompió los acuerdos de Minsk con esta declaración, sino que vuelve a pisotear el Memorándum de Budapest de 1994, en el que Ucrania entregó a Rusia el armamento nuclear que quedaba en su territorio a cambio de un compromiso al respeto a su soberanía e integridad territorial.
¿Es la expansión al este de la OTAN la razón por la que Putin invade Ucrania? De acuerdo con el propio Putin y sus ministros, no.
Putin dirigió el 21 de febrero un mensaje a la nación rusa. Fue un discurso cargado de retórica neo-zarista, en el que llegó a cuestionar a Lenin y a la Unión Soviética por permitir primero la existencia de la RSS de Ucrania, y luego de la Ucrania independiente. Y por si no quedó claro en el discurso que el Gobierno ruso no reconoce la soberanía y el derecho a existir de Ucrania, el propio ministro de Exteriores ruso repitió horas después el cuestionamiento sobre el derecho de Ucrania a ser un país independiente. Putin no quiere volver a la URSS, quiere volver a la Rusia zarista, y el relato de la OTAN parece su coartada. Como analogía, imaginemos al ministro de Asuntos Exteriores español explicando que Cuba siempre fue parte del Imperio español, y que su existencia como Estado independiente es un error histórico que España tiene derecho a corregir.
El Gobierno cubano hasta este momento ha hecho oídos sordos a la condena casi unánime de la comunidad internacional con respecto a las acciones rusas en Ucrania. Todos las naciones americanas que se han pronunciado, exceptuando las ignominiosas excepciones de Venezuela y Nicaragua, han condenado firmemente la agresión a Ucrania. Incluso el propio secretario general de la ONU António Guterres ha señalado a Rusia por vulnerar la Carta de las Naciones Unidas.
El Gobierno de La Habana ha preferido colocarse del lado incorrecto de la Historia. Ha dado por bueno un principio del que se dice teóricamente enemigo: el de las zonas de influencia, el de la Doctrina Monroe. Ha defendido la legitimidad de una potencia de usar la fuerza para intervenir en un país vecino si siente que sus intereses están amenazados. Si suena plattista, es porque lo es. De hecho, los argumentos que esgrime Cuba en su declaración del 22 de febrero para justificar una invasión rusa a Ucrania, concretada a día de hoy, serían también válidos para justificar una invasión de EE.UU. a Cuba.
No es la primera vez que Cuba defiende explícitamente violaciones flagrantes a la soberanía de los pueblos cuando los perpetradores son sus aliados. Durante la infame invasión soviética de Checoslovaquia, el entonces presidente de facto Fidel Castro defendió los tanques soviéticos marchando sobre Praga para evitar una situación «contrarrevolucionaria» (entiéndase, para evitar que una nación determinara libremente su curso). Abrió así una brecha con una parte de la izquierda mundial que aún lo consideraba un héroe de la libertad.
No se puede criticar el imperialismo estadounidense y justificar el imperialismo ruso. No se puede ser enemigo de la Doctrina Monroe y el plattismo y abrazar la Doctrina Putin.
El Gobierno cubano demuestra con su posicionamiento que, más que antiimperialista, es antiliberal, antidemocrático, antioccidental, y deja la puerta abierta a que, cuando defienda su soberanía ante EE.UU. en foros internacionales, se le señale lo que el Minrex denominaría «doble rasero».
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