El tirador Leuris Pupo y el saltador de longitud Iván Pedroso vendieron sus títulos olímpicos.
La noticia se regó como pólvora entre seguidores y colegas del deporte luego de que un sitio especializado confirmara que ambas medallas serían subastadas el 21 de enero en Estados Unidos, como parte de un lote en el que también se contaban un bronce de los Juegos de Atenas 1896 y sendas antorchas de las olimpiadas de invierno de 1980 y 1988.
Las preseas de los cubanos constituían las principales piezas de la jornada. La obtenida por el tirador holguinero era resaltada por la firma RR Auction, organizadora del evento, como un «prodigioso premio de los Juegos de Londres, un ejemplo verdaderamente magnífico de determinación y triunfo […, después] de 12 años de frustración olímpica».
De Pedroso, el folleto que acompañaba la puja recordaba sus cuatro títulos mundiales en campeonatos al aire libre y otros cinco en los de pista cubierta; «antiguo rival de Carl Lewis, […] esta medalla de oro [conquistada en Sídney 2000] representa su única victoria olímpica», agregaba el texto, antes de estimar que su costo debía superar los 20 mil dólares. El valor de la distinción de Pupo rondaría, de acuerdo con entendidos, los 50 mil dólares.
Ambos montos fueron superados con largueza: la presea de Pupo terminó vendiéndose por 73 205 dólares, mientras que la de Pedroso alcanzó 71 335.
El consignatario de los títulos cubanos, declaró una fuente cercana a RR Auction, era «un coleccionista olímpico de mucho tiempo, que ha decidido vender las medallas en la oferta actual de la casa de subastas». «No se prevé ningún problema derivado de la venta», agregó la institución radicada en la ciudad estadounidense de Boston.
«Según me aclaran varias fuentes, Leuris Pupo ya había vendido (mal vendida) hace mucho tiempo a un coleccionista que hoy es el que está subastando la presea dorada», explicó a sus seguidores el youtuber Daguito Valdés. En cuanto al «saltamontes» Pedroso, los detalles de cómo se deshizo de su premio son incluso más escasos.
Al momento de escribirse esta nota, ninguno de los atletas se había pronunciado sobre el tema. Tampoco el Inder.
Cualesquiera que hayan sido las circunstancias de la venta original, esta debió ocurrir algunos años atrás. Sobre todo en el caso de Iván Pedroso, quien se mudó definitivamente a España en 2014. Por esas fechas protagonizaba una exitosa carrera como entrenador, como guía del francés Teeddy Tamgho (bicampeón mundial en triple salto). Más recientemente, ha tenido como alumna a la venezolana Yulimar Rojas (medallista olímpica y multicampeona mundial), quien en 2020 fuera elegida mejor atleta del año por World Athletics.
NO ES LA PRIMERA VEZ, Y PUDIERA REPETIRSE
Cuando en mayo de 2016 el Comité Olímpico Internacional notificó a la cubana Yarelis Barrios que había resultado positiva en nuevas pruebas antidopaje realizadas a muestras suyas que se conservaban desde las olimpiadas de Beijing 2008, una de las sanciones accesorias era que devolviera la medalla de plata que le había reportado aquella presentación bajo los cinco aros.
Pero la discóbola pinareña no pudo cumplir el requerimiento debido a que el subtítulo había sido subastado en eBay. Un comprador identificado como «vancouvertower» se había hecho con el galardón tras pagar 11 655 dólares.
Tal vez esa circunstancia fue la que condicionó el aparente desinterés por parte del Inder, del cual se quejara Barrios entonces; «nadie ha venido a preguntarme, a escucharme. Me he sentido sola», confesó al periódico provincial de Pinar del Río. Aunque la atleta se defendió asegurando que había entregado la medalla al museo del deporte en Pinar del Río, aquel escándalo precipitó el fin de su carrera.
La venta de medallas no resulta común entre los atletas cubanos; al punto de que el Inder no parece contar con una norma específica sobre el tema. Así se lo comentó a elTOQUE una fuente del organismo, la cual sin embargo acotó que «la limitación se sobreentiende». «No se ve igual que un campeón lleve su título a [el santuario de] El Cobre, como pago de una promesa, o que se lo regale a un familiar o a una amistad; esas son prácticas comunes en Cuba».
Hasta ahora, el único deportista del país que ha reconocido públicamente haber vendido sus títulos es el boxeador holguinero Mario Kindelán, monarca de la categoría ligero wélter en los Juegos Olímpicos de Sídney y Atenas. En un documental que protagonizó en 2016, asegura que vendió sus medallas por 400 dólares, «lo suficiente para que la familia viviera durante dos meses».
Desde 2014 los atletas de alto rendimiento cubanos se han beneficiado con sucesivos aumentos salariales. El más reciente, aprobado en diciembre dentro del proceso de ordenamiento monetario, mantiene las escalas de pagos que diferenciaban a los competidores de equipos nacionales, provinciales y sus sustitutos, y las retribuciones complementarias que recibían los medallistas en eventos fuera de fronteras. Pero la nueva realidad económica cubana hace que esos ingresos no sean tan significativos como años atrás. Por citar un ejemplo, en marzo de 2014 el salario base de un medallista olímpico era de 1 500 pesos mensuales, 6.6 veces el salario básico de entonces (225 CUP); ahora, la relación es de 2.6 veces (5 590 pesos percibidos por el medallista olímpico frente a 2 100 pesos de salario básico).
El aumento del costo de la vida y noticias como la de la subasta recién celebrada pudieran tener un impacto entre los cientos de medallistas internacionales que ha acumulado Cuba durante el último medio siglo. Volver a ver preseas cubanas en el catálogo de una casa de subastas no es un escenario deseable, pero sí muy posible.
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