ermita de la caridad Miami

Foto: Rachel Pereda

La Caridad del Cobre en Miami: una historia de dos orillas (+Narración)

7 / junio / 2023

Como nosotros, Cachita también salió huyendo de Cuba. Escondida en una maleta azul de lona, dijo adiós a su patria y encontró un nuevo hogar en Miami, como muchos de los cubanos que hemos tenido que emigrar de aquella isla-madre. 

Tan milagrosa como es, llegó a esa zona de Florida justo un 8 de septiembre de 1961, fecha en la que se celebra la fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre y, al mismo tiempo, se rinde culto a Oshún, la deidad de la religión afrocubana que se corresponde por el sincretismo.

Tiempo después, se levantaría un santuario para darle un hogar permanente a esa imagen de Cachita que protege a los balseros, a los inmigrantes todos. Es una réplica exacta de la que se exhibe en el Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba. 

Visitar este espacio sagrado, ahora bordeado por un malecón que parece unir las dos orillas, es como regresar por un momento a la matria que debió decirles adiós a muchos de sus hijos. 

Pero Cachita no está sola, en el altar principal la acompañan figuras relevantes de la historia cubana: José Martí, Félix Varela, Antonio Maceo, Mariana Grajales; todos bajo el manto protector de la Patrona de Cuba por la religión católica. 

La historia de la Ermita de la Caridad del Cobre está llena de misticismo y simbologías. La primera piedra utilizada para su construcción contiene tierra de las distintas provincias cubanas, fundida con el agua de un recipiente encontrado en una balsa en la que murieron sus quince ocupantes mientras buscaban escapar del régimen.

Como todos los santuarios, es un sitio lleno de silencio, de paz y de tranquilidad. Sin embargo, es también un grito a la libertad de Cuba, y de otros países que viven en dictadura. Es el abrazo agitado a los inmigrantes y el llanto doloroso que se mezcla con el agua salada del mar que la rodea; ese mar repleto de girasoles en honor a Cachita.

Una historia dentro de otra: persecución religiosa en Cuba luego de 1959

Tras la llegada de Fidel Castro al poder, comenzó una persecución contra las personas religiosas que, en el caso de la Iglesia católica en Cuba, al ser la mayoritaria, se convirtió en largos años de enfrentamiento y resistencia. Se prohibió la religión en el espacio público. Se expulsó a sacerdotes y creyentes, dejando pocas iglesias abiertas. 

En 1961, el Gobierno expulsó del país con destino a España a 136 sacerdotes católicos acusándolos de estar involucrados en actividades contrarrevolucionarias, confiscó 350 colegios católicos y cerró la Universidad Católica de Villanueva. Las confesiones protestantes no escaparon de la ofensiva antirreligiosa del régimen, como tampoco las de origen africano. 

Entre noviembre de 1965 y 1968, cientos de pastores y líderes evangélicos, además de Testigos de Jehová, fueron enviados a las temidas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Las ceremonias yorubas, palo monte y otras, se hacían a puertas cerradas y en silencio.

Conocí a Marión Teresa Capó a través de mi mamá. Ambas eran doctoras en Cuba y, además de la pasión por la Medicina, comenzaron a compartir una linda amistad. Marión, de 69 años, proviene de una familia con una fuerte tradición católica del municipio Candelaria, actual provincia Artemisa. Ella recuerda bien esos primeros años cuando empezó a ser mal visto ser religioso.

«Yo tendría como seis o siete años cuando hice mi primera comunión, pero luego de eso dejamos de ir a la iglesia porque mi mamá era directora de una Secundaria Básica. Se perdió la tradición de las misas de los domingos, de celebrar la Nochebuena, de reunirse la familia, la gente comenzó a emigrar. Empezaron a salir del país los padres (sacerdotes católicos) de la Parroquia y otras personas tuvieron que cuidar la iglesia para que no cayera en el abandono. Fue una época gris para el catolicismo en Cuba», relata. 

Marión me cuenta también la historia de su tía Caridad Alonso Pedro, quien sufrió atropellos en nombre de la Revolución. 

Caridad participó activamente en la clandestinidad como parte del Movimiento 26 de julio (uno de los que luchó por la Revolución cubana). Con un grupo de mujeres, en su mayoría maestras, repartía boletines, recogía dinero, medicamentos, para llevarlos a los asaltantes al cuartel Moncada. Por su trayectoria revolucionaria, sufrió múltiples persecuciones.

«Mi tía siempre mantuvo intacta su fe. En la casa había un cuadro del Sagrado corazón de Jesús en la sala. También había una Virgen de la Caridad de madera, muy antigua y pequeña, que perteneció a mi abuela Alicia Pedro Capetillo, maestra también, y que participó en el recibimiento de los mambises en el pueblo de Candelaria. La virgencita siempre estuvo en el cuarto. La tenían muy bien vestida, adornada con flores. Muchas personas iban a pedirle y a rezarle. Desde niños nos enseñaron a ir directo al cuarto, saludar a la virgen y conversar con ella cuando llegábamos a la casa».

A pesar de su historia, de ser una buena trabajadora, una profesora ejemplar, Caridad no pudo ser militante del Partido Comunista de Cuba, que en aquel momento era el máximo reconocimiento a los revolucionarios. Caridad era religiosa, y así se lo comunicaron.

Marión recuerda la tristeza de su tía. «Siempre tuvo aquel dolor en su corazón, pero mantuvo su firmeza como católica de no bajar el cuadro de Jesús que estaba en la sala ni deshacerse de la virgen de la Caridad, a la que debía su nombre porque nació precisamente un 8 de septiembre. Tuvo la dignidad de mantenerse siempre firme, de no dejar su fe ni su virgencita que era lo más sagrado en la casa».

Sin embargo, Caridad murió en 1998, cargando aún con la decepción de aquellos años de discriminación. Su sobrina nieta mantuvo la tradición y el cuidado de la virgen. Cuando su papá le puso la carta de reunificación familiar y emigró a Estados Unidos, trajo consigo la pequeña virgencita de madera. Otra más que emigró, al igual que la virgen de la Ermita.

Para pasarla en el equipaje de mano y que no se estropeara en la barriga del avión, la sobrina de Caridad tuvo que pagar a los encargados del Aeropuerto Internacional «José Martí», en La Habana, el soborno que le pidieron. 

Al igual que su tía, Marión sufrió por ser religiosa en Cuba. Graduada de Medicina en La Habana, regresó para trabajar en un policlínico de su natal Candelaria. Luego volvió a la capital a hacer la especialidad en Foniatría y se casó con el padre de su hijo.

Por la situación con los religiosos, en 1987 tuvo que bautizar a su hijo de tres años a escondidas de su esposo. «Teníamos miedo de ir a la iglesia, de bautizar a los hijos, pero una vecina me embulló y fue conmigo a la Iglesia de las Mercedes. A pesar de todo lo que sucedía en Cuba, le enseñé a amar a Dios, a la Virgen de la Caridad del Cobre, a la Virgen de la Candelaria. Se le fue inculcando la tradición familiar con relación al catolicismo», confiesa.

La Constitución de 1976 proclamó un Estado ateo, institucionalizando la persecución religiosa. La reforma constitucional de 1992 enmendó el problema, al menos a nivel legislativo. Al declararse la condición laica de la República, avanzó el respeto estatal y social a la libertad religiosa y creció la presencia de personas en las iglesias y en las casas cultos que empezaron a conformarse. 

La Convocatoria al IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, dada a conocer el 15 de marzo de 1990, establecía que «se aceptó la posibilidad de ingreso a las filas del Partido de las personas que profesaban algún tipo de fe religiosa».

A pesar de la rectificación política, el cambio de mentalidad en funcionarios y la población en general fue más lento. Así lo constató Marión durante una misión médica en 2007. 

«Llegué con 50 años a Honduras. Yo había sido colaboradora en otras misiones, pero quería hacer esta última misión con el propósito de garantizar un dinerito para mi jubilación, aunque al final no me jubilé cuando llegué a Cuba en 2010». 

La mayor parte de la brigada médica radicaba en Santa Bárbara, aunque ella estaba en un pueblo pequeño llamado Colinas. Al lado de su alojamiento había una iglesia católica. Como fiel devota, comenzó a ir a misa. Unos meses después en una reunión con toda la brigada, la llamaron aparte y le dijeron que los cooperantes cubanos no podían ir a la iglesia.

Regresó al pueblo y escondida fue a ver al padre. Llegaron a un acuerdo. Él le dijo que dejara de asistir a misa pero que fuera todas las semanas a verlo por la parte de atrás de la iglesia que él la iba a confesar y a darle el sacramento.

«Hasta que un buen día nos reúnen a todos los médicos que estábamos de misión en Honduras con el jefe de la brigada. En su discurso, él dijo que había sido educado en un colegio de curas. Entonces cuando se acabó la reunión lo llamé aparte y le dije que no me dejaban ir a la iglesia».

Cuenta que el jefe general se molestó y le dijo a la persona que se lo había prohibido que el reglamento sí permitía a los cubanos que creían en Dios ir a la iglesia. A partir de ese momento, la dejaron ir a misa de nuevo en Honduras, pero aquella situación quedó grabada en su memoria. 

Marión llegó a Miami el 2 de abril de 2023, a sus 69 años, reclamada por su hijo. Trajo consigo la Virgencita de la Candelaria y todos los recuerdos que no caben en una maleta. Aterrizó justo un Domingo de Ramos, día que se celebra la entrada de Jesús en Jerusalén, una semana antes de su resurrección. Del aeropuerto fue directo a la Ermita de la Caridad del Cobre, así de fuerte es su fe y así de poderoso es el significado de la Ermita. 

La construcción de la Ermita: el exilio y la fe

En el contexto de persecución religiosa, un grupo de cubanos devotos de la Virgen de la Caridad del Cobre sacaron a escondidas de la isla la imagen de la patrona que hoy preside el altar del santuario nacional en Miami.

Cuando llegó a Miami el día de su fiesta, aquel 8 de septiembre de 1961, fue recibida con una misa multitudinaria en el antiguo Miami Stadium, con más de 30 000 cubanos.

La construcción de la Ermita de la Caridad fue impulsada por el padre Agustín Román. En 1967 se puso la primera piedra, gracias a las monedas recaudadas en los supermercados de Miami como donación.

Arquitectónicamente, la Ermita se construyó a semejanza del manto de la Virgen, recordando la oración que rezaban los cubanos desde tiempo inmemorial: «¡Virgen de la Caridad, acógenos bajo tu manto!». En su interior se advierten las seis columnas que sostienen la estructura en representación de las seis antiguas provincias de Cuba: Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Las Villas, Camagüey y Oriente. Geográficamente, se orientó para que estuviese frente a la isla, como un recordatorio para orar por ella.

La Iglesia cuenta con un mural, hecho por el cubano Teok Carrasco, que muestra 43 personajes ilustres en la historia cubana y un resumen de la historia de Cuba centrada en la Virgen de la Caridad y en su hijo Jesús.

En el sentido de las manecillas del reloj, el mural comienza con la llegada de Cristóbal Colón a «la tierra más hermosa que ojos humanos han visto» y concluye con la llegada por mar de una familia cubana en busca de libertad. Ese recorrido gráfico refleja la presencia de la Iglesia católica en el desarrollo de la nacionalidad cubana. 

Los balseros que llegan a las costas de Florida, y los inmigrantes de manera general, van a la Ermita para agradecerle a la Virgen que les permitiera llegar con vida. 

En el 2000 se nombró Santuario Nacional de Estados Unidos, y se ha asociado a la libertad. Miles de fieles acuden a esta pequeña iglesia de la Florida y piden no solo por la libertad de Cuba, sino también por la de otros países con regímenes totalitarios como Venezuela y Nicaragua.

La Ermita y el malecón: trozos de Cuba por todas partes

Cuando una emigra se aferra a cualquier detalle, por muy pequeño que sea, que te recuerde a tu tierra. Visitar la Ermita y sentarse en el malecón es como regresar de nuevo a La Habana, recorrer sus calles y olvidar por un instante ese limbo en el que te encuentras mientras buscas de nuevo tu sitio. 

En mayo de 2012, la comunidad cubana en Miami construyó una réplica del malecón habanero en el área costera de la Ermita de la Caridad del Cobre. 

«La idea es que cuando los cubanos vengan aquí sientan este lugar como un pedazo de Cuba», declaró a CaféFuerte el padre Juan Rumín Domínguez, párroco director de la Ermita en aquel momento. «En ese mar se cruzan los ideales y los sueños de libertad de los cubanos de las dos orillas», dijo. 

La construcción del muro del malecón cubre el área costera de la Ermita que va del Hospital Mercy al Colegio de La Salle. Fue realizada a imagen y semejanza de la edificación habanera. El muro tiene fundidas ocho piedras del malecón de La Habana, entregadas por un viajero al padre Rumín, quien asumió la dirección del santuario en septiembre de 2010 hasta su renuncia en 2016. 

Yo visité la Ermita por primera vez a los pocos meses de llegar a Estados Unidos. Fuimos con una amiga de la carrera de Periodismo que ahora se ha convertido en una hermana del exilio y su novio que, como hijo de Oshún en la religión afrocubana, tiene una fe muy fuerte en Cachita. 

Él también hizo la travesía por Centroamérica y confiesa que durante el peligroso viaje se aferró a la Caridad del Cobre y le rezaba. «Mi promesa fue personal. Siempre dije que iría a la Ermita apenas llegara, a llevar unos girasoles, a rezar, pero nunca imaginé que fuera un lugar tan lindo. Me encanta ir porque es un sitio que transmite mucha paz, tranquilidad. Sientes que estás protegido, y luego de todo lo que pasamos para llegar, sentirnos protegidos es como volver a respirar. Es paz y es Cuba», dice Reinier.

Cuando Reinier nos llevó a la Ermita y me senté con mis dos hijos pequeños en el muro de aquel malecón tan parecido al de La Habana, no pude evitar llorar. Este último año la fe ha sido mi sostén espiritual. En medio de la peligrosa travesía que viví con mi familia, me aferré a ella pidiéndole a Dios y a todos los santos que pudiéramos llegar sanos y salvos. 

En la Ermita habitan las más diversas emociones, y habita Cuba y el exilio y todos los que hemos dicho adiós a nuestra tierra y ahora intentamos echar raíces en otro suelo. Luego de nuestra visita, llegué a casa y escribí estos versos apurados que fueron mi manera de agradecerle también a la Patrona de Cuba, por protegernos en aquel viaje que nos cambió la vida para siempre. 

Mi Cachita hermosa y bella,

la gran Patrona de Cuba,

Oshún del mundo yoruba,

la madre de los balseros,

pedirte por mí no quiero,

solo por mi patria amada,

por esa Isla cansada

que se rompe en mil pedazos,

y quedan hoy los retazos

de su bullicio y su gente,

lleno de sombra el presente

siempre anclado en el pasado,

un país abandonado

que se convirtió en pobreza,

el himno de la tristeza,

retumba por sus balcones,

y hoy en todos los rincones,

se escucha ese fuerte llanto,

disculpa si me quebranto

y te pido con nostalgia, 

Virgencita, haz tu magia,

y envuelve a Cuba en tu manto. 

Rachel Pereda, Miami, 8 de abril de 2023



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