En Arroyo Naranjo, en la periferia de La Habana, donde se pasa de un silencio sepulcral a una música ensordecedora y de una cómoda tranquilidad a una bronca tumultuaria, Nelson Torres nunca se imaginó que aquel proyecto nacido de la casualidad pudiera favorecer tanto a los jóvenes.
“Yo practicaba judo. Me hice Licenciado en Cultura Física y comencé a enseñarles algunas técnicas de karate a los muchachos del barrio. Figúrate, principios de los años 90, por aquí no había nada”, recuerda.
En casi todos los logros hay un momento que da un giro definitorio a la vida. Dice Nelson que un día estaba en la calle entrenando y un señor ya mayor le dijo que sus muchachos serían buenos en el taekwondo. Él agradeció y con humildad le respondió que no conocía las técnicas de ese deporte. Al siguiente día el señor volvió con un manual. “Nunca más lo volví a ver”, asegura.
Con ese libro y su consagración, Nelson hizo surgir el Proyecto Comunitario de Taekwondo “Los Lobos de Arroyo Naranjo”. “Decidí trabajar con niños porque creo que es un deber educar a quienes serán los hombres del mañana”, dice este hombre que si no tuviera kimono parecería como cualquier otro adulto que se acerca a la veteranía. Su energía se la dan estos niños.
Desde el año 1996 y hasta 2014 los Lobos han estado en el podio en todas las categorías de las competiciones provinciales. Y, en los dos últimos años han logrado que su municipio fuera el único del país en obtener el primer lugar en las tres categorías de combate: 9-10 años, 11-12 y 13-15. De aquí salió la campeona panamericana de Toronto, Yania Aguirre.
Sin embargo, siempre hay una manzana de la discordia y esta es la sede del proyecto, el Cine Mantilla. “Cuando la Tormenta del Siglo, a principios de los años 90, la sala se desbarató y, después de mucha insistencia, el presidente de la administración municipal me lo cedió. Junto a los padres recogimos los escombros, limpiamos el lugar. Aquello era un desastre. Hubo que quitar los tornillos que aguantaban las sillas; en fin, que gracias al esfuerzo de todos se pudo entrenar ahí”.
Pero hay quien no puede soportar toda una vida de pelea. Nelson es uno de ellos. “Desde 1996, por cada administración de turno había una guerra por quitarnos el cine. A nadie le importaban los resultados, el problema era quitarnos el local. Y yo me cansé de vivir así. En el 2008, me fui”.
Con más energía para enfrentarse a la burocracia junto a Nelson ya estaba Jesús Álvarez Posada, quien un día decidió integrar a su hijo mayor, en ese entonces de cinco años, al proyecto. Hoy, el niño tiene 14 años, es campeón municipal y el segundo en la provincia, Y Jesús, bueno, él dice que es activista; pero el calificativo no le sienta bien. Es ahora el alma del proyecto.
Gracias a su gestión, apoyada por otros padres, el cine está techado; los niños tienen medallas y diplomas. Y gracias a una de sus batallas, en la que dirigió una carta al presidente Raúl Castro, se dio la orden de que le entregaran “oficialmente” el local. Eso fue en el 2014.
“Todavía estoy esperando el papel legal, firmado por el Presidente de la Administración Municipal. A mí no me importa lo que tenga que hacer, el cine nadie no los quita”, afirma Jesús, quien no deja de recordar que el Instituto Nacional de Deporte y Recreación (INDER) en todos estos años les ha ofrecido escaso apoyo.
“Este uniforme me lo consiguieron”, dice sonriente una de las niñas que entrena. Lo mismo sucede con el resto de sus compañeros. Casi todos los implementos son fruto del esfuerzo de los padres, los activistas del proyecto y muchos vecinos de la comunidad que se sienten parte de la manada de estos Lobos.
“Creo que lo fundamental de nuestro proyecto son los valores que aporta. Nosotros hemos tenido muchachos que no triunfaron en el deporte, pero la disciplina y la responsabilidad que adquirieron aquí los hicieron hombres y mujeres de bien y hoy exhiben con orgullo su título universitario. Nos encantan las medallas, pero lo mejor es ver a los cachorros convertidos en gente buena”, confiesa Jesús.
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