Aramís Milán Palomo. Foto: cortesía del entrevistado.
Un «guantabanero» en Miami. Entrevista a Aramís Milán Palomo
24 / enero / 2023
Aramís Milán Palomo nació en Guantánamo pero también es habanero, de una forma auténtica y sin estridencias, como si su mamá hubiera dado a luz en Maternidad Obrera de Marianao. Lo conocí hace muchos años, cuando comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de La Habana y yo le impartía a su grupo alguna que otra asignatura.
Como les sucede a muchos cubanos, Aramís, con nombre de capa y espada, es para tantos amigos Ara.
Las preguntas de aquel muchacho a su profesor de Teoría del Estado y el Derecho eran una singular mezcla de ingenuidad, ganas de mejorar su país, pasión por la Historia de Cuba y una buena fe sin excepciones.
Aramís es un verdadero autodidacta. Estudió Derecho en Cuba y en Estados Unidos, pero es especialista por cuenta propia en vexilología, en la historia de los símbolos patrios cubanos, sobre todo de la bandera nacional. También, de la obra completa de Joaquín Sabina, de los sonetos y las décimas cubanas, y más recientemente de la obra menos conocida del poeta cubano Bonifacio Byrne.
Lo más interesante es que Aramís despliega el interés por Cuba desde South Miami, donde es tan fácil perderse en el vértigo de las autopistas y donde muchos practican el deporte de no pensar en Cuba para no sufrir o hacerlo solo para ayudar a sobrevivir a los familiares del archipiélago.
Aramís es un bicho raro de la cultura nacional. Es un cubano que vive en Miami y viaja a Cuba a investigar sobre un poeta del siglo XIX, y esto lo hace porque quiere, no porque redacte una tesis de maestría ni de doctorado.
Ara, ¿en qué año te fuiste de Cuba? ¿Te sirvieron tus estudios en La Habana, tu conocimiento de nuestro Derecho, para estudiar en una universidad de Miami?
No puedo decir que me he ido de Cuba. Me he alejado un poco, territorialmente, nada más. Cuba está conmigo siempre y, por ende, siento que nunca me he ido del todo. Vine a Miami en julio de 2011.
En 2016 matriculé en la Facultad de Derecho de la Universidad de Miami en la cual terminé una maestría en Derecho Internacional y una licenciatura en Derecho. Mis estudios en La Habana y mi conocimiento del Derecho facilitaron una mejor comprensión y en algún que otro momento sirvieron de complemento al estudiar el sistema de derecho Common Law en Estados Unidos. En Cuba, donde el sistema de Derecho es el romano germano francés, aprendí sobre otras teorías y aspectos de la norma, de los que la enseñanza aquí carece. No se hace un estudio comparativo con ningún otro sistema jurídico ni siquiera con el derecho británico que es el origen del de Norteamérica anglosajona. No significa que no existan algunas similitudes entre el Common Law y el romano germano francés, y tener un conocimiento anterior me permitió utilizar herramientas jurídicas que en ocasiones complementaron las carencias. Honestamente, a pesar de eso, me gustó mucho más el estudio aquí y la manera de organizar el sistema judicial, pero sobre todo la manera en que el entramado normativo norteamericano ha creado una conciencia ciudadana sobre el respeto de las leyes y la confianza o esperanza de que existe un respaldo a la ciudadanía en cuanto al respeto de sus derechos. No quiero decir que es un sistema jurídico perfecto, pero sí lo veo mucho más efectivo que el cubano.
En Cuba te vi coleccionar monedas y billetes del mundo, incluidos muchos cubanos de un valor histórico tremendo. ¿Por qué tu interés por la numismática y después por la vexilología, sobre todo por la historia de nuestra bandera cubana y, con ella, las de todas las banderas habidas y por haber?
Mi interés por las monedas, billetes y banderas comienza a los 9 años, casi a la par de mi interés por la Historia y la Geografía. Así pude ampliar mis conocimientos sobre Geografía e Historia, a la vez que aprendía sobre símbolos, personalidades y eventos históricos.
Por otra parte, si me interesaba en las banderas nacionales, la nuestra, la cubana, me incumbía mucho más. Así fue como comencé a investigar qué había más allá de lo que me enseñaban en la escuela sobre los símbolos patrios.
Apenas se sabe que nuestra enseña nacional estaba mal diseñada, según las leyes de la heráldica que en aquel tiempo regía el diseño de una bandera. Me referiré a algunos aspectos, no todos, sobre el diseño de la bandera cubana, pues existe mucha más simbología de la que regularmente se conoce y se necesita un poco más de tiempo para explicarla.
Algunos aportes de la bandera cubana fueron la incorporación del triángulo equilátero como símbolo de la masonería cuando para la época la única manera de representar el color rojo de la forma que se quería era con un cuadrado o cuadrilongo. Algo que sí hizo Céspedes en 1868 con su bandera de Yara, la cual invirtió los colores de la bandera de Chile (que no es más que una simplificación de la de Estados Unidos). El triángulo, al ser masón, debía incluir el ojo de la providencia. Sin embargo, Narciso López justificó que la estrella que representaría a Cuba debía alzarse sobre un mar de sangre. Las estrellas de cinco puntas habían sido una contribución de la bandera norteamericana, pues antes las estrellas se representaban, por lo general, con seis o más puntas.
La estrella se tomó de la bandera de Texas, que como la de Chile, Puerto Rico y Liberia se conocen como banderas de la «estrella solitaria». Para que fueran válidas las tres barras o listas azules debían estar incluidas dentro de las blancas, lo que aumentaba a siete las listas (cuatro blancas y tres azules). Situación que no ocurre cuando las barras son rojas. Durante las guerras de independencia varias publicaciones de España y de EE. UU. reflejaban la bandera cubana con siete barras. Por cierto, nuestro escudo tampoco tomó en consideración las leyes de la heráldica.
En abril de 1869, se abordó el tema de la bandera de López durante la Asamblea Constituyente de Guáimaro, en Camagüey. Se propuso corregir los errores, cambiándola a un triángulo azul con estrella de plata y tres listas rojas (como es hoy la bandera de Puerto Rico), basándose en las leyes de la heráldica. A lo que Ignacio Agramonte, en favor del diseño de López que es similar al actual, alegó que las leyes no eran válidas porque representaban los blasones de reyes y nobles, y que una República podía desentenderse de ellas intencionalmente.
Lo anterior convirtió a la bandera cubana, desde su concepción, en una bandera sui géneris, sin dejar de ser hermosa y única. Una bandera que representó a los cubanos que lucharon por su independencia pero que en sí misma era la viva representación de una lucha entre las simbologías monárquicas y republicanas.
En tus años de estudiante de Derecho en la Universidad de La Habana recuerdo que coordinabas junto a otros alumnos un espacio de rescate de figuras de la historia patria. ¿Qué pasó con aquella idea? ¿Cuándo empezó a interesarte la Historia de Cuba?
Contestaré la última pregunta primero. La Historia de Cuba también me interesó desde pequeño. Nunca he visto la Historia como algo que debo estudiar, sino como algo innato que debo conocer. Simplemente me gusta la Historia en general y más la cubana. El conocimiento de la Historia te permite, incluso, comparar eventos actuales con otros pasados y de cierta forma anticipar algunos escenarios. Los eventos históricos son diferentes según la época, las circunstancias que los provocan, la geografía… pero los seres humanos que los propician y ejecutan, en esencia, no han cambiado mucho.
Por muy corto tiempo estuve a cargo del departamento de Historia de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) a nivel de universidad, durante mis estudios universitarios en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana. La razón fue que decidí crear un espacio mensual de debate histórico al cual llamé «Siluetas». La idea era tomar una figura o institución histórica cubana pero que hubiese sido controversial e invitar a historiadores con opiniones contrapuestas y así crear un debate para que el estudiantado pudiera conocer un poco más y crearse una opinión propia y más acertada históricamente. Los tres primeros serían Narciso López, Tomás Estrada Palma y la Iglesia católica en Cuba. Por esos años, casi siempre los encuentros en la universidad eran para hablar sobre personalidades históricas afines al Gobierno y a su proceso revolucionario. Sin embargo, solo quería que los estudiantes tuvieran una oportunidad de conocer mejor la Historia de su país a través de las figuras polémicas y poco conocidas, pero sin imponerles criterio alguno.
Solo pude concretar el primer debate, el de Narciso López, que contó con la presencia de los historiadores Oscar Loyola y César García del Pino, ambos fallecidos. A ambos les agradezco la voluntad de asistir y de defender sus criterios. Los estudiantes presentes en el anfiteatro de la Facultad de Derecho salieron muy complacidos y entusiastas a seguir aprendiendo mejor la Historia de su patria.
Este sería el único encuentro que haríamos. Una discusión con el secretario general de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) de la universidad sentenció el proyecto. El secretario, al no gustarle los temas y los invitados de los próximos encuentros, trató de imponer otros más acordes a la situación, según él. Siempre he dicho que en Cuba las personas tienen «miedo ambiente», que muchos temen cualquier expresión que pueda cuestionar lo designado previamente por el Gobierno o sus adeptos. Decidí renunciar, nunca he sido dócil ni obediente ante los oportunistas y menos he aceptado la arbitrariedad, la censura ni el ordeno y mando porque sí.
De pronto empecé a leer sonetos escritos por ti. Cada vez tenían más calidad. Después pasaste a la décima y al estudio de poetas cubanos. ¿En este camino encontraste a Bonifacio Byrne? ¿Por qué tu interés por el poeta? ¿Cómo has conectado con archivos, bibliotecas, investigadores, historiadores cubanos? ¿Qué has encontrado? ¿Te decidiste a escribir un libro con toda la información?
Mi gusto por la poesía llegó tarde, por aquellos años universitarios, y el «culpable» fue Joaquín Sabina. Más allá de sus canciones, Sabina se ha convertido en un excelente poeta que cada vez más cuida lo que escribe. Gracias a él y a mi curiosidad por su obra, comencé a interesarme por la poesía y por casi todos los mejores sonetistas de nuestra lengua. Mi pasión por el soneto viene por ahí.
Cuba, entre sus tantas virtudes, cuenta con grandes poetisas y poetas. Unos reconocidos, otros olvidados o infravalorados. Entre ellos están dos de los primeros poetas nacionales, Bonifacio Byrne y Agustín Acosta y Bello, ambos matanceros. No existe en la actualidad un volumen de poesía completa de estos poetas ni siquiera de la publicada por ellos en vida. Esto me llamó la atención. De ambos, me gustaría realizar una compilación mucho más completa de sus obras, que vaya más allá de la poesía, en el caso de Byrne.
Para muchos cubanos, Bonifacio Byrne, quien vivió para las letras cubanas, es solo el poeta de «Mi bandera», que pudiera considerarse nuestro primer poema antimperialista. Byrne fundó periódicos, los dirigió, trabajó intensamente y no solo en su natal Matanzas. Se exilió en Tampa, Florida, entre 1896 y1899, luego de escribir un soneto que denunciaba el asesinato del patriota mambí Domingo Mujica, a mano de los españoles. La poesía tiene entre otros poderes el de estremecer las almas, sembrar coraje, ayudar a vencer miedos y combatir injusticias.
Durante sus años en Tampa, Byrne rompe con su poesía modernista, que lo había colocado en 1893 como un avanzado, gracias a su tomito de versos Excéntricas. Publica un tomo de sonetos patrióticos, Efigies, en el que renuncia un poco a su poesía modernista y retoma una forma poética más clásica. Byrne dona las ganancias de Efigies a la causa independentista y continúa colaborando en un gran número de publicaciones independentistas fuera de Cuba.
Regresa y trabaja en el Gobierno de Matanzas mientras sus poemas continuaban siendo publicados en los periódicos y revistas más populares de la época, no solo de Cuba, sino de España, México, Puerto Rico, Venezuela, República Dominicana, Estados Unidos. Publica su tercer libro de poemas Lira y Espada, en 1901, en el que recoge muchos de los poemas publicados entre 1894 y 1900. Funda en Matanzas el periódico Yucayo, en 1909, que continuó imprimiéndose luego de su muerte. En 1914 publica En medio del camino, su último libro de poemas. Participó y en ocasiones ganó o fue merecedor de premios en certámenes poéticos nacionales y extranjeros. En 1919 el Senado de la República lo nombró poeta nacional, luego de varios años en los que se discutía en los periódicos de la época por qué se había quedado en el olvido a pesar de sus poemas patrióticos, que desde entonces se enseñaban en las escuelas del país. Durante todo ese tiempo se estrena como dramaturgo y varias de sus obras alcanzaron éxito popular que fue recogido y reconocido en la prensa.
Byrne fue un poeta incontenible, escribió muchísimo. Si bien es cierto que no toda su poesía logró altos vuelos, ha quedado mucho sin publicar entre los centenares de poemas inéditos escritos y la decena de poemarios inéditos que se guarda el Archivo Histórico Provincial de Matanzas (AHPM).
Como dato curioso, en mi investigación encontré que dos poemas de Byrne, musicalizados, forman parte del folclore peruano. Uno de ellos aún se canta en la actualidad con frecuencia. Los poemas son «Rima», cantada bajo el título «Hambre la madre tenía», y el más popular es el poema «¡Déjalos!», bajo el título «La rosa del pantano».
Comencé a buscar poemas publicados en cuanto archivo o hemeroteca digital existe. He logrado localizar más de un centenar no recogidos en ninguna de las antologías anteriores. Un día decidí contactar a Urbano Martínez Carmenate, quien junto a su compañero Leo Silva se sumaron a mi idea. Urbano, excelso historiador cubano, matancero, es el único biógrafo de Byrne hasta la fecha. Aunque Urbano solo se había centrado en la vida de Byrne, curiosamente para la reedición y ampliación de la biografía del bardo matancero había incorporado a su libro excelentes sonetos escritos por Byrne, entre ellos algunos inéditos.
Mi investigación se complementa y amplía tras encontrar poemas publicados (y olvidados) y otros inéditos en la Biblioteca Nacional José Martí (BNJM), en La Habana; y en Matanzas en la Biblioteca Provincial, Museo Provincial y Archivo Histórico Provincial. Siempre he encontrado entre los trabajadores y especialistas un gran apoyo para desempolvar los poemas y artículos en prosa casi extintos de nuestro primer poeta nacional, ocultos en más de un centenar de revistas y periódicos. Siempre que he llegado a un lugar les he contado sobre mi idea de compilar la obra de Byrne y he encontrado manos certeras que me facilitan el trabajo. A ellos, mi agradecimiento eterno. En proyecto está un libro de sonetos de Byrne en el que, hasta la fecha, hay compilados unos 200 sonetos y aún sin revisar más de 200.
¿Son ideas mías o eres más orgullosamente cubano desde que te fuiste de Cuba?
Nací en Guantánamo y a los 9 años mi familia se mudó para La Habana. Nunca renegué de mis orígenes y comencé a identificarme como «guantabanero». Ahora que llevo más tiempo en Miami del que en realidad viví en Guantánamo, sería como un «guantabanero» de Miami. Jamás he renegado u olvidado de dónde vengo. Lo que soy es en gran parte por lo recorrido hasta ahora. Antes de graduarme de Derecho en la Universidad de Miami realicé una investigación sobre la ilegalidad de la base naval de Guantánamo, pero tomando en consideración los preceptos legales anglosajones, no los cubanos. No podía olvidarme de aquel pedazo de mi patria ubicado incluso en mi provincia natal. Cuba es mi patria, y en el empeño de conocer mejor su historia y su cultura, mi amor por ella se ha incrementado.
Como dije, nunca me fui de Cuba. Cuba es todo lo que soy.
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