Foto: Claudio Peláez Sordo
Nuevas regulaciones de EE.UU. contra Cuba, ¿Una ayuda a los cuentapropistas?
10 / noviembre / 2017
Si alguien le dijo al presidente Donald Trump que las más recientes medidas contra Cuba de los departamentos del Tesoro y el Comercio de su país, iban a favorecer al pueblo cubano y a sus emprendedores, le mintió. Son, en toda la línea, una vulgar y torpe política que agrede la voluntad y deseo de cambio que existe mayoritariamente en ambas orillas.
Haber establecido una lista de las empresas cubanas con las que está terminantemente prohibido sostener relaciones económicas y eliminar los viajes individuales del programa de intercambio Persona a Persona (People to People), entre otras disposiciones, difícilmente contribuirá a lo que, según palabras del Secretario del Tesoro Steven Mnuchin, es el objetivo de este paquete legal: “fortalecer las políticas estadounidenses respecto a Cuba para crear un vínculo económico que excluya a los militares (sus empresas) y propicie al gobierno cubano dar mayores libertades políticas y económicas al pueblo”.
Estas regulaciones representan un cambio importante respecto a los pasos de flexibilización que dio el gobierno de Obama desde 2014. El aparataje mediático que le rodea, incluidos los supuestos ataques acústicos y los recortes de personal en las embajadas, conforman un ambiente tenso y poco atractivo para los que ven a Cuba como una opción turística o de negocios. La administración Trump se aleja definitivamente del diálogo y orbita irremediablemente hacia la confrontación, con toda la rimbombancia que le acompaña.
Para el sector cuentapropista, las medidas del 9/11 no sólo disminuyen considerablemente el flujo de viajeros estadounidenses al país y por tanto el dinero que gastan en negocios privados como casas particulares, paladares, tiendas de regalos, choferes de autos clásicos y otros. También influyen considerablemente en el nivel de riesgo que futuros inversionistas estén dispuestos a asumir y por tanto en los flujos financieros que de ellos se derivan. Posiciones de confrontación como estas esterilizan parte de los cambios hechos y por hacer dentro de Cuba y retoman una radicalización que no es conveniente para los emprendedores o la economía cubana en general.
El aumento de la incertidumbre respecto a Cuba también influye en el comportamiento de las remesas, que responden más a entornos de flexibilización, apertura y oportunidades de desarrollo que al de confrontación. De igual manera, la reducción en el número de nuevos visados afecta el comercio exterior que a pequeña escala se venía desarrollando por los emprendedores cubanos. No sólo en sus viajes a los EE.UU., sino la importancia de la visa estadounidense para acceder a mercados más baratos y de gran variedad como son los de Ciudad Panamá, Ciudad de México o Santo Domingo, en República Dominicana.
El resultado previsible de estas nuevas medidas es la reducción considerable en la disposición de empresas norteamericanas para movilizarse hacia Cuba y en particular, contratar servicios de cuentapropistas (sean autoempleados o no). El alto nivel de instrucción de los profesionales cubanos, en particular los de ciencias informáticas, no pasa desapercibido para las compañías tecnológicas norteamericanas, varias de las cuales ya venían creando unidades de trabajo y servicios de outsourcing profesional dentro del país. Todo esto influyó enormemente en los ingresos y salarios de los cuentapropistas y por tanto en el poder adquisitivo de la población, que venía en franca mejoría desde la apertura del sector privado.
Estas medidas además niegan a los emprendedores cubanos un mercado natural como lo es el estadounidense. Aumentan el costo de oportunidad de muchos negocios que en los últimos años se proyectaron en función de las nuevas relaciones que se establecían. Reducen el espectro de servicios y productos a desarrollar, fundamentalmente los vinculados al sector turístico, y se convierten en un cierre más de la camisa de fuerza que es hoy la realidad de los emprendedores y de todos los cubanos.
Las regulaciones de los departamentos de Comercio y del Tesoro norteamericanos son una amenaza al presente y futuro del sector privado cubano y al resto de variantes que confluyen hoy en el país. Significan una fuerte condicionante en los pasos de apertura que desde el gobierno cubano se vienen dando y que muchos cruzan los dedos para que no se detenga.
Una respuesta inteligente de la parte cubana sería una similar a la tomada recientemente con la comunidad cubana en el exterior. No recuerdo haber sentido tanto orgullo de la diplomacia de la Isla que cuando esa respuesta, a excepción de cada vez en que la votación contra el bloqueo es abrumadora mayoría. La inteligencia y las decisiones acertadas tienen que venir de nuestra parte. Ya sabemos que no vendrán de la administración Trump y sus allegados. En fin, no queda de otra que seguir siendo cubanos y para el que invente la ley, nosotros la trampa.
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