Tres historias de esperanza, tres jóvenes han perseguido un sueño hasta atraparlo y se han negado rotundamente a dejarlo ir. Los sueños son así de escurridizos, pero ellos han sabido ser más veloces.
Por: Eduardo Pérez Otaño
Son estas tres historias de esperanza, de las que han de escribirse con letras mayúsculas y en dorado para que causen más impresión, de las que pueden enseñarse en las escuelas como ejemplo, de las que bien contadas o bien vividas pueden hacernos llorar.
Son estas tres historias de esperanza, para nada excepcionales, sino comunes, cotidianas entre quienes han echado su suerte junto al arte en aquel rincón de la Ciénaga de donde saco estas palabras, estas historias, estas esperanzas…
Foto: Cortesía del entrevistadoDe abogada a cantante. Del buró al escenario. De los rigores del juzgado a la sabrosura de la música, porque Giselle tiene esa magia y tuvo ese sueño hoy convertido en realidad.
Con una vida formada, una profesión largamente estudiada y poco más de tres décadas de vida, cualquiera pensaría que esta mujer ha sido vencida por la rutina diaria del trabajo a la casa y de la casa al trabajo; pero lleva en su sangre lo de artista y lo de soñadora. Al enterarse de la convocatoria a la I Beca para la Creación, abierta por el Conjunto Artístico Comunitario Korimakao, no lo pensó dos veces.
Con su voz encanta, hace al auditorio enmudecer de asombro. Una mujer de ley nacida para vivir entre el público que aplaude cada tema, que la sigue en los coros, que la reconoce artista aun y cuando entre sus «documentos formales» no aparezca ninguno que la avale como profesional; eso a ella no le importa, porque sabe que el arte se lleva en la sangre, se vive, se siente.
Giselle ha decidido dejar la abogacía a un lado, quizás por ahora, quizás para siempre, para dedicarse a su gran sueño, la música. Para otros quedaron los conflictos judiciales, las extensas leyes, las horas de incesante estudio del derecho romano. Entre letras y canciones esta camagüeyana construye su nueva vida, la que ha decidido vivir.
Con quince años hay dos cosas que no pueden faltar: las fotos, las carísimas fotos, y la fiesta de quinceañera; pero Maday no quiso ninguna de las dos. “Un violín, mamá, un violín para poder tocar”; y de repente las fotos y la fiesta se tradujeron en cuerdas y arcos, se transformaron en su violín.
Artista por decisión propia y originaria de Baracoa, su ciudad natal, esta jovencita de apenas 18 años ha reconocido en la música su gran sueño, y sus padres han decidido apoyarla incansablemente. Con sus temores normales decidió apostar por la oportunidad que Korimakao le daba y probarse como instrumentista, segura de que podía, no falló.
Con su violín, Maday es hoy la más joven integrante de la orquesta del Conjunto Artístico Comunitario Korimakao y sorprende a especialistas y aficionados, cuando asegura que nunca ha podido estudiar en una escuela de arte y que su formación ha sido gracias a profesores particulares y a la voluntad y el empeño personal.
A más de ochocientos kilómetros de su ciudad ha podido realizarse como artista, y asegura que a diferencia de otras veces, se niega a abandonar sus sueños. Quizás sea esa una de las razones por las cuales es hoy la coordinadora del proyecto infantil Pequemakao, el cual pretende acercar a los más pequeños de casa a las diferentes manifestaciones del arte.
Entre los pequeñines y su violín están las dos grandes aspiraciones de esta joven artista que se niega a dejar de creer en las buenas acciones, en la voluntad personal y en los sueños.
Y si de soñadores se trata, nunca pensó Yoxgier cambiar una paleta por un piano. Graduado de artes plásticas de la Escuela de Instructores de Arte de Pinar del Río, decidió un buen día apostar por la música sin saber cuán lejos llegaría. Solo bastaron el talento, la decisión y la oportunidad.
Entre los más veteranos de quienes conforman los elencos del Conjunto Artístico Comunitario Korimakao, este joven pinareño dirige hoy la orquesta de esta institución cultural y al decir de no pocos conocedores, su virtuosismo y destrezas en el piano sorprenden invariablemente.
Entre la música popular bailable o el jazz, de la dirección de la orquesta al trabajo vocal o a la administración, parece no tener fronteras más que las impuestas por él mismo. Con su modestia habitual agradece las felicitaciones y agrega: «A eso le falta todavía», como la seña de que nada es perfecto.
Habituado a los rigores del clima del municipio Ciénaga de Zapata y luego de cinco años de constante crear, Yoxgier apuesta por el montaje de uno de sus proyectos más soñados: un concierto de jazz en el que puedan acompañarlo grandes de la música cubana, de esos que saben reconocer el talento aun cuando no venga acompañado de un papel con sus respectivos cuños y firmas.
Mientras, trabaja para hacer realidad sus sueños, y cada vez que tiene un tiempito también practica en la batería, otro de los tantos instrumentos que por estos días ha decidido que puede llegar a dominar.
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Jesse Diaz