El actor Amaury Millán es uno de los protagonistas de la telenovela Latidos compartidos, en pantalla por la televisión nacional, pero además conduce el programa Breves estaciones, del Canal Habana. La actuación es lo suyo, pero de actuar no solo sobrevive: ahora también trabaja como dependiente en el restaurante Habana Blues, una verdadera novedad entre la pujante gastronomía privada por integrar a famosos actores del momento entre quienes prestan servicios.
Por: Nelson González Breijo
Aunque la actuación supone también ejercicios físico, el empleo de camarero es el que más le exige al joven Millán. En Habana Blues lo acompañan varios actores y actrices muy populares en Cuba con los que no había coincidido en los sets de filmación o los escenarios teatrales: Verónica Díaz, Jorge Martínez, Fernando Echavarría y Rogelio Blaín, son algunos de los nombres más reconocidos en la plantilla del establecimiento.
Amaury es de Bayamo, Granma. Allá estudió actuación en la academia de la ciudad y formó parte del grupo de teatro Alas. Sin embargo, estaba seguro de que el desarrollo profesional lo traería a La Habana. Hace tres años decidió mudarse y desde entonces ha trabajado con agrupaciones teatrales como Mefisto Teatro y El Público, además de interpretar algunos papeles para la televisión. La gastronomía, aunque parezca extraño, llegó como parte de su preparación actoral.
A los propietarios entonces le surgió la idea de que los intérpretes trabajaran en el lugar todos los fines de semana, ya sin la novela como objetivo. Pronto los gerentes decidieron apostar por un negocio nuevo, donde actores y actrices fueran el aderezo principal de la comida. Habana Blues abrió el 10 de diciembre de 2015.“En la novela que está saliendo ahora —explica— hay actores y actrices que interpretamos a cocineros, cantineros, dependientes… muchos nos preparamos para esos personajes en el restaurant Razones y Motivos. Es un sitio muy visitado, y llegó el momento en que la gente preguntaba por los artistas, se hacían fotos con nosotros y el ambiente cambiaba mucho”.
“Llevamos el arte a la mesa, hacemos poemas, cantamos… nunca dejamos de actuar”.
“Los artistas del Habana Blues tienen permiso para trabajar por cuenta propia, están legamente contratados como dependientes, cantineros o capitanes de salón, y pagan sus impuestos”, asegura Amaury. Pero no es solo un hobby su trabajo allí: lo que gana en el restaurant le ayuda con gastos que hasta ahora no puede cubrir de otra manera.
“Aquí, desde el inicio, nos señalaron que habría muchas facilidades para que este trabajo conviviera con nuestra desarrollo profesional ?comenta el joven histrión?. No tenemos un horario férreo, cuando hay algo de actuación, traemos el plan de rodaje y se acomodan los turnos. Si no puedo venir, no hay problema, de hecho, hay profesionales que no han iniciado a rondar en el salón porque tienen trabajo”.
Sin embargo, Amaury sabe que todavía tiene que matar muchos demonios en su carrera profesional. Le interesa trabajar con maestros del teatro en Cuba como Carlos Díaz y Carlos Celdrán y siente un amor por el audiovisual que va más allá de la actuación. A veces sueña con hacer cine.
“En el Habana Blues ?afirma el joven? el futuro es mejor que lo que está pasando y eso interesa a todos, se nos hace la boca agua con lo que puede suceder. Pero mi prioridad es seguir haciendo arte, todos llevamos una obra dentro y a mí me interesa compartir la mía”.
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