El guitarrista Roberto Cano destaca por su virtuosismo. Foto: Yariel Valdés.
Un virtuoso se hace en Santa Clara
9 / mayo / 2016
Por la calle, con maestros particulares pagados, Roberto Cano comenzó a estudiar la guitarra clásica, piano, apreciación musical y solfeo.
Su mamá lo impulsó a interesarse por la música, aunque el pequeño genio había comenzado a rasgar las cuerdas en la casa de cultura de Santa Clara cantando La Guantanamera y otros himnos populares. Pronto supo que en lo aficionado no estaba su camino.
Para entrar a las escuelas de arte se debe pasar una prueba. Según los directivos del Ministerio de Cultura, los captadores van por todas las instituciones primarias en busca de talentos. Pero el pequeño Roberto no se enteró el día que pasaron por la suya.
“¡Mira que yo cantaba en los matutinos y las tribunas abiertas y nunca nadie me avisó de una prueba para entrar en las escuelas de arte!”, recuerda contrariado.
Sin embargo, para quien como él quiera ser artista y su familia sienta que tiene el talento, estar fuera del sistema de enseñanza no equivale al fin de los sueños.
“Tengo un tío que vive en París y él me compró una guitarra electroacústica que no me servía para lo que yo estudiaba. Después tuve una guitarrita de medio pelo, hasta que pude comprarme una a 150 CUC”.
Con algunos conocimientos teóricos y mucho ensayo autodidacta, Roberto logró presentarse a las pruebas por convocatoria libre en la Escuela Nacional de Música. Entró… y se graduó.
Con el título de la academia se insertó en el sistema del Ministerio de Cultura y como a todos los graduados, le garantizaron un puesto en el sistema subvencionado de la música de conciertos.
“Hago más o menos cuatro o cinco conciertos al mes, donde me planifiquen. Si yo quisiera, pudiera tener una peña. Lo que ocurre es que la promoción de los conciertos es insuficiente y casi no va nadie, y la cantidad que me pagan como subsidio apenas da para vivir”.
Por eso alterna entre París y Santa Clara. En un lado encuentra satisfacción material y de público, en el otro, “la energía, la familia, los amigos más queridos”.
“He viajado tres veces a París. Todos los veranos hago una gira por el sur de Francia. Me ha ido muy bien, es la verdad. Ya tengo los puntos que me apoyan. La internet propicia que las noticias se divulguen más rápido, y, además, allá hay muchos espacios establecidos para eso”.
“En Francia veo que el público disfruta mi música y van muchas más personas. No sé si es porque vengo de otro país, aunque allí voy a bailar a casa del trompo y toco barroco a mi manera. A la gente les enseñan a disfrutar este tipo de música desde pequeños, algo que se ha perdido en Cuba”.
Aunque otros músicos prefieren “hacer sopa” para el turismo, él apuesta por dedicarse solamente a la guitarra. “Por suerte, aún vivo con mis padres y nos ayudamos mutuamente. Es que la música clásica necesita mucho rigor y no se remunera como debiera. Por eso, tanta gente se pasa a la música popular. Eso no lo voy a hacer nunca”.
Buen viento sopla para Roberto. Hace muy poco recibió una beca única de la Oficina Leo Brouwer, para recibir clases privadas en la propia casa del maestro.
Además, con sus pocos años ganó el premio Isaac Nicola, del Festival Internacional y concurso de guitarra de La Habana y le fue otorgada una beca por un año en la universidad Franz Liszt, impartida por el reconocido profesor y guitarrista español Ricardo Gallén.
“Si se me diera la oportunidad presentarme en escenarios internacionales y regresar, sería lo mejor. Yo debo estar en un lugar donde poder realizarme, donde sea, pero poder hacer lo que quiero: tocar en escenarios como los grandes maestros y tener una vida más holgada algún día con esto que hago. Realmente quisiera siempre dedicarme a la guitarra y vivir decentemente de ella”.
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Daniel Alejandro