“¿Y cómo seguir en la universidad sin dinero?”

Foto: Rogelio Serrano Pérez

“¿Y cómo seguir en la universidad sin dinero?”

15 / febrero / 2016

“La educación cubana no es tan gratuita. Yo no podía mantenerme en la universidad. Mis padres habían emigrado para Ecuador y estaban tratando de llegar a los Estados Unidos. Tuve que regresar a Camagüey”. Así habla Silvia Esther Guerra López quien, con excelentes notas, matriculó en Ingeniería Geofísica, una carrera que solo se estudia en la capital del país. Hoy Silvia, de 18 años, trabaja como oficinista en el preuniversitario de donde hace unos meses egresó como bachiller.

“Los pasajes de La Habana a Camagüey cuestan 106 pesos, así que podía viajar muy poco; la comida en la universidad es muy mala y poca; comer en la calle es peor que una renta y si no tienes laptop hasta la bibliografía (que debe ser gratis) te sale cara porque había profesores que mandaban todo digital: conferencias, trabajos investigativos… Una vez, para un seminario, tuve que imprimir con un particular 70 páginas de un libro que era la bibliografía principal y solo estaba en versión digital”.

Para Silvia, los costos financieros no fueron los únicos precios elevados de su breve experiencia universitaria. Según me cuenta, la convivencia en las aulas y en la beca también laceró su permanencia en la casa de altos estudios.

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Foto: Rogelio Serrano Pérez

“La calidad de las clases no es mala, pero vi a doctores encumbrados escribir en la pizarra álgebra con jota. Y los planes de estudio tenían asignaturas que no guardaban mucha relación con la carrera.”

“En la beca había mal ambiente. Teníamos que velar cuándo llegaba el agua, éramos diez muchachas en el cuarto, y todas fumaban menos yo. Hubo veces que las otras del grupo trajeron muchachos a dormir que ni ellas mismas conocían bien. Allí se escuchaba todo tipo de vulgaridad y ¡no podía estudiar!

“No aguanté. Yo no tengo familia en La Habana, así que me fui para la casa del amigo de mi papá que me acogió cuando ellos se fueron para Ecuador. Ellos antes de irse me dejaron dinero y desde allá me mandaron más, pero la mayoría se lo tuve que dar al amigo de mi papá, que vivía con su esposa y tres hijos. Se portaron muy bien conmigo, pero su estilo de vida no tenía nada que ver con el mío y solo me quedé allá por no dejar los estudios.

Pero los fondos no alcanzaban, ¿y cómo seguir en la universidad sin dinero?

Mis padres comprendieron que tomé mi mejor opción para darles tranquilidad a ellos y apoyo a mi familia en Camagüey, ahora que nadie puede sostenerme”.

En los oídos de un cubano, esta narración puede sonar extraordinaria, pero es, más de lo que pensamos, cierta y no tan infrecuente. Pero no es el fin para Silvia, tiene otras oportunidades. Abandonar sus estudios en la capital no significa abandonar la enseñanza gratuita a la que tiene derecho.

“En mi casa vivimos cinco. El sostén mayor en salario es el de mi hermana, por eso decidí trabajar. En cuanto supe que se estaban haciendo mis papeles para el cambio de carrera para medicina, que fue mi segunda opción cuando terminé el preuniversitario, vine a buscar trabajo a la misma escuela donde estudié. Me dijeron que solo aceptaban para dar clases a quienes hubieran vencido al menos el segundo año de una carrera universitaria, pero me ofrecieron el trabajo de oficinista.

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Silvia Esther Guerra López, se vio obligada a trabajar para costearse la vida mientras estudiaba Foto: Rogelio Serrano Pérez

 

“No es fácil estar aquí. Una profesora, sin conocer a fondo mi historia, un día me puso como ejemplo a sus alumnos de alguien que por no estudiar no pudo elegir la carrera que quería. Pero lo peor es gastar mi tiempo en un trabajo que no potencia ninguna habilidad intelectual a fin con mi futura profesión.

“Mi vida cambió drásticamente. Ahora no quiero formarme fuera de la provincia, soy el mejor apoyo con mi sobrina y ayudo a mi abuela. Además, como medicina se estudia aquí a fin de cuentas me sale más barata: En septiembre empezaré a hacerme doctora”.

 

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Rebeca

Eres excelente!! Rogelio, un periodista impresionante!! Como sabes reflejar la realidad sin ofender a nadie.
Rebeca

Claudia

Qué estupidez de artículo.Tú, Rogelio q esperabas el doble en el comedor, q no viajastes nunca en Yutong a pesar de q solo costaba 50 pesos hasta Camagüey, q muchas veces buscabas agua de la pipa para poder bañarte, q nunca te vi estudiar con una laptop y si hacer muchas colas para el tiempo de máquina en el laboratorio, q siendo cristiano conviviste con todo tipo de personas en un cuarto, ahora vienes a compadecerte de “esta pobre alma” q no es más q una niña ñoña q no ha dejado la teta de mamá y q solo se ha inventado excusas para dejar la carrera. Qué bajo has caído por unos pesos !!!
Claudia

Mauro

Pues se puede estar en desacuerdo con Rogelio o con lo que piensa la muchacha, pero hay verdades en este artículo, colosales por demás. Una sólo cosa, el autor estudió periodismo, una especialidad que considero un oficio y no una carrera técnica, se depende más de la habilidad para escribir que de la adquisición de un saber tecnocientífico actualizado (como es el caso de la muchacha). Quiero decir que en periodismo tienes la bibliografía más “a mano”, mientras que me consta que en carreras técnicas se carece de ese material bibliográfico y se pasa trabajo entonces en el diario para estudiar. El precio de la alimentación en las calles de La Habana no es un invento de nadie, lo ha dicho la misma Asamblea Nacional Cubana en diciembre pasado, tampoco es un secreto la pésima comida de las becas, ni la falta de agua. En cuanto a la presencia de chicos en las becas de mujeres, soy del criterio del respeto al derecho ajeno a la privacidad. En lo personal no me gustaria exponer las relaciones íntimas que pueda tener con mi pareja, y soy hombre. Imgino que muchos serán también de mi criterio. Que estudiar es caro hoy día, eso no es un secreto para nadie, no tapen el sol, que se pueden quemar. Un abrazo y mis felicitaciones a El Toque y a Rogelio.
Mauro

Nico

Estimado Rogelio, gracias por mostrarnos una parte de la realidad cubana. Como siempre te digo, eres un excelente periodista. Saludos.
Nico

Nico

Estimado Rogelio, gracias por mostrarnos una parte de la realidad cubana. Como siempre te digo, eres un excelente periodista. Saludos.
Nico

Rogelio

Tan útil que es la ética, qué desdicha me dan sus palabras llenas de saña. Mira, los detalles de mi vida personal no vienen al caso, pero una vez que los ha traído, déjeme contarle que sí viajé en Yutong, pero no siempre, porque realmente no siempre contaba con el dinero; soy hijos de padres asalariados. Pasé por todos los sinsabores y avatares que narras, pero no por eso creo que haya que ofender a esta joven que ha pasado por dificultades bien diferentes a las mías, pues pobre y todo, siempre tuve a mis padres a mi lado, y no tuve que dejar la carrera. No creo que deba juzgar a la muchacha como “inventora de excusas” sin haber siquiera mirado sus ojos y ver cómo se afirma a la continuidad de sus estudios en una carrera distinta como si fuera un náufrago a una tabla en alta mar. Por contar una realidad como la de Silvia, por demás compartida por más jóvenes de los que nos imaginamos, no me parece “haber caído bajo por unos pesos!!!”. Quizás para usted yo haya pasado más trabajo, quizás usted misma pasó por situaciones que cree peores a las de Silvia, pero no por eso debe decirme de quién debo apiadarme, pues mi prójimo son todos, incluyéndola a usted. A todos les debo amar, como pide Dios.
Rogelio

Clara

Me parece un artículo claro, que refleja la realidad de algunos jóvenes en Cuba. Muchos pasamos por situaciones semejantes en la vida como universitarios y la aceptación o rechazo, quedarnos o salir, es una opción de cada persona, que va a depender de la situación de cada individuo.
Clara

Tatiana

Estudiar en otra provincia requiere de mucho sacrificio y de solvencia económica, sobre todo si se trata de La Habana. Gracias Rogelio por regalarnos otra historia de la vida cubana.
Tatiana

diana

Pues yo, como dice mi hermana, hice la carrera con 2 pantalones y 3 blusas de tiritas. Comía del comedor y cuando no me gustaba lo que había, no comía y pasaba hambre. Y con hambre subía 8 pisos a recibir clases y también con hambre no me perdía una fiesta de la beca. Viajaba a mi casa 2 veces al año no tanto por el costo (mis padres eran capaces de dejar de comer por tal de garantizarme la posibilidad de viajar a casa) como por no perder turnos de clase. Tengo recuerdos muy muy felices de esa época y yo misma a veces, recordando, me sorprendo de todo lo que me sacrifiqué, porque entonces no me lo sentía como sacrificio. Todo era parte de la aventura de crecer.
No juzgo ni al periodista ni a la muchacha, cada cual sabe sus cosas, pero no me gustó el tono, lo que veo es tremenda flojera…
diana

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