Foto Alain Gutiérrez

Foto Alain Gutiérrez

Aldeano yo

7 / diciembre / 2018

Aquel era tu edificio y aquel que iba subiendo la escalera era yo como una fotocopia tuya con una pila de canciones en la libreta y una pila de pelos que querían ser dreadlocks y agradarte. Aquella puerta en aquel tercer piso era un portal al mundo de mis nervios y era toda mi envidia hacia tu forma de despertarte a las dos de la tarde en aquel cuarto con puerta hacia el baño y carteles de Pare organizados y fotografías en las paredes, por ejemplo, de tu boda y tus conciertos, de tus amigos, con versos regados que se te ocurrían y que escribías en las paredes con letra grafiti; mi envidia a todos esos papeles en la gaveta abierta que yo soñaba con haber escrito.

Aquella computadora culona, blanca, con íconos horizontales en la parte superior de la pantalla era el laboratorio del que salía casi todo lo que amé en mi adolescencia, es decir, casi todo lo que amaba en aquel momento en que estaba sentado, después de presionar despacio el timbre y de que abrieras con los dreadlocks sueltos y sin pulóver, con tatuajes nuevos —los había cada vez que nos veíamos—, me pusieras el puño para que chocara el mío y me invitaras a pasar, al lado tuyo, temblando.

Me conocías poco. Me habías visto diez o 12 veces sentado a la orilla del escenario del Karachi cuando tenías peña, o sentado cerca del escenario en el Barbarán cuando tenías peña, esperando que encendieras un cigarro para pedirte fósforos. Me habías visto furioso, excitado, gritando tus partes de las canciones, creyéndomelas.

No sabías, por ejemplo, que cuando tú empezabas en el rap yo empezaba la escuela secundaria y que por ti usaba pantalones anchos, camisa ancha, los zapatos grandes. No sabías que me habías vuelto rebelde y que mi rebeldía consistía en sublevarme contra la idiotez de mis profesores, que tenían tu edad y no sabían hechizarme, que no entendían que el hecho de que cuestionara todo, el gobierno, las clases, y saliera a fumar en medio del turno era mi forma ingenua de ser como tú, que era, en aquel tiempo, ser como yo, y no sabían que calcarte era también sentarme por las noches a leer y a escribir y a ver películas y a todo lo que pudiera aumentar mi vocabulario para hacer canciones mejores, parecidas a las tuyas, y después no supieron que la Lenin era también mi forma de aprender a escribir, ni que mis novias Danae e Ivis eran Danae e Ivis porque tus novias, las que mencionabas, se habían llamado Danae e Ivis. No sabían que yo estaba creciendo pegado a ti.

Tú eras como un periódico. Yo te escuchaba y veía mi barrio, que era mi país: peleas de perros, la policía, mi mamá, mi abuela, los árboles, la esquina, las paradas, mis tres amigos, el dominó, la guagua, mi padre en un país por ahí, lejos, las puñaladas, el hambre, el turismo, la televisión, mi habitual tristeza, mis decisiones. Y yo me sentaba por las madrugadas a contar todo eso, a desahogarme.

Aquella tarde, Aldo, yo tenía diez dólares que me había regalado mi abuela. Tú vendías cada background a cinco porque tenías un hijo al que alimentar. Yo no necesitaba más dinero que un dólar semanal para ir al Karachi. A ti te perseguía la Seguridad del Estado por tus textos, por tu actitud; la policía, a veces, se parqueaba en los bajos de tu edificio, te despertaba. A mí la policía me pedía el carné todas las noches en el Parque G y me resultaba incómodo.

Aquella tarde te compré dos backgrounds, fumé contigo, te escuché improvisar y me sentí como Hércules frente a Zeus, hipnotizado. Han pasado 12 años por lo menos y aquí estoy, escuchándote nervioso, viendo un retrato nuevo de este país en tus canciones viejas. Mírame, Aldo, estoy que me despierto a las dos de la tarde en este cuarto con puerta hacia el baño y fotografías en las paredes, enciendo mi computadora negra, pantalla plana, y escribo —sin música, obsesivamente— lo que veo, el barrio, el país. Mírame, Aldo, con mis cinco tatuajes y sin dreadlocks, cómo paso madrugadas despierto para que a mi hijo no le falte comida. Mírame con esta letra electrónica. Ay, Aldo, acabé siendo un periódico triste al que sigue la Seguridad del Estado aunque jamás y nunca he roto un yale.

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Abraham

Admito que los aldeanos transformó mi forma de pensar, sobre todo porqué lo empecé a escuchar en un momento en el que aun tieniendo carrera universitaria tuve que pasar 2 años de servicio militar haciendo guardia en un polvorín. Yo tenía rabia y no sabía a quién culpar. Aldo y el B me hicieron saber en quien enfocar mi rabia.
No me dio tan fuerte como al autor, pero admiré la valentía de los aldeanos, su forma de expresar su rabia.
Buen artículo, me hizo recordar …
Abraham

El Mason

Buen articulo y me gusta la aldea pero se fueron de Cuba y decian en sus canciones no me voy de Cuba ….
El Mason

Osva

Gran art�culo… Nada m�s.
Osva

Abel

Excelente artículo!!! Me encanta encontrar a personas, que al igual que a mí, les corre el Hip Hop por las venas. Que sienten y viven Hip Hop. Qué lo defienden contra viento y marea a sabiendas de que enarbolan la bandera de la libertad.
No estoy seguro de cuando empecé a escucharlo pero fue algo mágico.
Solo sé que muchos años después decidí que yo también tengo cosas que decir y personas a las que llegar.
Actualmente soy rapero y vivo orgulloso de ello. No me reporta un centavo… todo lo contrario. Pero no hago música para sustentarme económicamente, hago música para darle de comer a mi alma.
Y espero que más temprano que tarde se escriban artículos así del proyecto del que formo parte. Lo espero con la misma convicción con la cual aseguro que mañana el sol surcará el cielo.
Un ?? arriba de Abel, de “El Cantar de los Pozos”
Abel

JMV

Al principio pensaba mal y me dió genio que se fueran pero después comprendí que tenían que hacerlo. Era mucha la presión que tenían en cuba. Pero yo sé que Aldo y el B nunca dejarán de hacer ese buen rap que siempre han hecho.
JMV

Dariel

Yo encontré en las canciones de los Aldeanos la mejor crónica de la primera década de este siglo en Cuba, comparable para mi al trabajo de Habana Abierta en los 90, Carlos Varela en los 80, Silvio y Pablo en los 60 y 70. Vivi la ciudad y el pais a través de sus canciones. Tuve la suerte de coincidir en tiempo y espacio con estas porque en el 2006 estaba pasando el servicio militar en Nuevo Vedado y me montaba en la 67, y veia desde la posta pasar a los mikis en sus carros, y a un socio del verde lo mataron en 26, frente a su casa, de un machetazo.

Vi a mucha gente enderezar el camino gracias a las canciones de los Aldeanos. Tuve socios que escogieron superarse y dejar a un lado la delincuencia, la guapería, y en todo eso estaban los temas de los Aldeanos, en competencia con el embrutecimiento y el facilismo que proponian Wisin y Yandel, Daddy Yankee, Eddy K, Baby Lores y compañia. Solo por el hecho de haber enrumbado la vida de un solo joven merecen el premio nacional de la música, de la ética y de la utilidad de la virtud.

Cada vez que tengo la oportunidad los defiendo de quienes se tapan la nariz y los tildan de vulgares y no entienden que sus mensajes positivos aderezados con malas palabras SALVARON VIDAS!!! No la vida del joven de buena familia, pero sí la del que decidió no arrebatar más cadenas, del que dejó de consumir drogas, y tambien, por qué no, del que dejó de escuchar reageaton!!! Eso es más de lo que casi todos podemos decir.
Yo personalmente me siento en deuda con su obra, honesta hasta el punto de a veces ser incoherente, como somos un poco todos. Me enseñaron humildad, sencillez y autenticidad en medio de tanta fanfarria vacía y podrida que abundaba en mi juventud. Soy mejor persona gracias a ellos.

Dariel

carlos Javier

Uff magnifico articulo , realmente los aldeanos para mi fue ese padre que no tuve.
carlos Javier

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