Himno Nacional. Foto: Glenda Boza
Bocinas portátiles silencian la Banda de Santa Clara
9 / noviembre / 2017
Félix Toriza se molesta cada vez que recuerda lo sucedido el domingo 29 de octubre en el Parque Vidal. Él, director de Banda de Conciertos de Villa Clara, suspendió la habitual retreta del fin de semana luego de que sus músicos interpretaran la primera pieza: el Himno de Bayamo.
¿El motivo? El irrespeto de varios jóvenes reunidos alrededor de la glorieta del parque, que con tres grandes bocinas portátiles no dejaron de emitir su sonido en ningún momento.
—Yo suspendí la retreta y me dije: hoy va a ser el día en que vamos a resolver esto. Las tres bocinas, al parecer, competían entre ellas para ver cuál era la de la más potencia y volumen. Esta vez fue la gota que colmó el vaso —dice Toriza.
Los músicos de la Banda de Conciertos de Santa Clara —agrupación con 115 años de historia— se quejan del caos, el ruido y la inoperancia de quienes deben velar por la disciplina en los espacios públicos. No respetar el himno, para ellos, fue demasiado.
La situación no es nueva. De manera habitual —sobre todo los fines de semana— aparecen jóvenes con nuevas bocinas que compiten entre sí por imponer a golpe de decibeles sus gustos o aumentar su popularidad.
Adrián es uno de ellos. Un día cualquiera, después de salir de la discoteca, llegó al parque Vidal de Santa Clara con su bocina a cuestas. De una sola ojeada pudo contar tres aparatos parecidos al suyo y, muy cerca, dos carros patrulleros custodiando la madrugada.
—La policía no se mete, a no ser que se formen broncas— nos dice— Puse un tema actual, de Bad Bunny, y algunos muchachos se acercaron. No nos conocíamos, pero nos hicimos socios esa noche. Mi bocina tiene una batería nuevecita, me dura más de veinticuatro horas a full y se oye más alto que cualquiera.
Así de sencilla pero efectiva es la fórmula del éxito para Adrián, que tiene 28 años pero aparenta unos 15. Una, dos, tres… cien canciones de Bad Bunny, una detrás de la otra, y el volumen, a todo lo que dé.
—Es verdad que competimos para saber cuál bocina se oye más alto y quién tiene los temas más actuales, los de moda. No hacemos nada malo. Es lo que les gusta a los jóvenes ahora. Nadie nunca me ha regañado por poner música en el parque o en la calle.
—¿Crees que podrías molestar a alguien?
—No, nunca me han dicho nada. A la mayoría le gusta.
El parque Vidal no es lo que era tiempo atrás. Fue la primera zona con Wi-Fi de la ciudad de Santa Clara y eso modificó su dinámica. De la noche a la mañana el acceso a Internet lo volvió más popular y concurrido de lo que ya era. Vendedores de tarjetas Nauta (para la conexión a Internet) y personas conectadas se sumaron a la bohemia habitual. La afluencia es mayor y también los problemas.
Foto: Glenda BozaLa Banda Provincial de Conciertos tiene otros enemigos, más allá de la competencia desleal de las bocinas. Los usuarios de la Wi-Fi no quieren interrumpir sus conversaciones (a veces a gritos) mientras se escucha la música.
Muchas personas disfrutan las retretas los jueves y domingos a cargo de la Banda de Conciertos. Es una hora de interpretación en vivo de música variada, cubana e internacional, que se ha convertido en una tradición santaclareña y tiene su público fiel. Como norma, ninguna otra actividad cultural interrumpe jamás la retreta, dice el director de la banda.
Gladys, una señora de más de 70 años, se sentaba cada domingo en uno de los bancos del parque Vidal a escuchar la retreta y saludar a los amigos. Ya no lo hace.
—No voy más. Ese parque parece una discoteca los domingos. Es algo feo de ver: muchachitos gritando, a veces bebiendo, muchísima gente hablando a gritos con sus familiares del extranjero, y ahora esas bocinas que no dejan escuchar nada. Ya yo no tengo edad para aguantar eso. Si me voy a sentir mal, mejor no voy.
Este no ha sido un hecho aislado, la pregunta es: ¿qué va a hacer la banda de conciertos ahora?, ¿dejará de tocar cada semana por las interferencias de las bocinas, habrá entonces policía en el parque dispuesta a controlarlo?
La tradición de la banda está ahogada por la modernidad tecnológica. Bad Bunny y otros exponentes del rap son ubicuos e iconoclastas, no tienen plaza fija ni creen en horarios. Han comenzado una ruidosa invasión y, armados de grandes bocinas, están ganando.
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