Orlando y sus amigos sienten -con el pesar del verdadero “gamer”- la desaparición de la que hasta hace pocas semanas fuera la única red inalámbrica privada para juegos de computadora en Pinar del Río. Cuando las autoridades del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones (MIC) de la provincia llegaron a la casa de uno de los integrantes y requisaron su equipo para trasmitir la señal WiFi, supieron que todo había terminado.
“Él era uno de los administradores y le dijeron que el aparato es ilegal. Le enseñaron el artículo 3 del decreto ley 171. Técnicamente es un artículo vigente, aunque lo aprobaron en el año… ¡1992! cuando la conexión entre ordenadores para jugar en Cuba, parecía un sueño.
“Nos reunimos unos 10 miembros y fuimos a buscar una explicación a la sede del MIC. La persona que retiró los aparatos dijo que atendería solo a los afectados, pero que regresáramos después. Al preguntarles por qué se permitía funcionar SNet, la red de La Habana y no ésta de Pinar del Río, los funcionarios respondieron que la capitalina se había ido de las manos. No resolvimos nada”, termina de narrar Orlando Lezcano Jomarrón, uno de los gamers ahora desconectados.
El equipo requisado no se recuperó y la red, fundada solo unos meses atrás, se disolvió. Los demás integrantes no han vuelto a conectarse, por temor a perder los aparatos por los que pagaron cientos de CUC. Aunque Orlando todavía tiene el suyo instalado, sin funcionar, ha decidido que llamará a los amigos para guardarlo.
“Si en La Habana existe SNet con 20 000 usuarios conectados y se unen municipios con otros, ¿por qué en otras provincias sí y en Pinar no?”, se sigue preguntando sin que nadie le pueda dar una respuesta. Hay una (“porque no quieren los funcionarios del MIC en Pinar”), pero es casi una respuesta retórica a una pregunta retórica.
“Los aparatos para la conexión, los Nano Station, los encontramos en Revolico. Ahí existen de todos los precios, desde el más pequeño, de unos 150 CUC y 5 kilómetros de alcance, hasta los más grandes, que llegan a 30 km. Eso se trae del extranjero. ¿Cómo los dejan pasar por la Aduana?, no sé…”.
Con el desmantelamiento de su red, Jomarrón perdió la rutina diaria de conexión, la cofradía de los jugadores con sus sobrenombres particulares, que empezaban a desarrollar las típicas actitudes de una comunidad virtual, con casi 80 miembros. Como otras en el país, esta red callejera de la ciudad más occidental cubana, ya también tenía su autorregulación.
“El reglamento surgió desde el inicio. Tiene varios acápites y se reparte a todos los integrantes. Por ejemplo, no se puede hablar de política y mucho menos copiar nada de pornografía. También está prohibido intentar conectarse con la WiFi de la empresa ETECSA. Hasta estábamos en un rango de frecuencia distinto a esta o cualquier otra, y para vernos tenías que entrar a la red.
“Nunca se cobró nada. Mientras más personas accedieran a la red, mucho mejor.”
Orlando solía pasar horas enteras, desde temprano en la mañana hasta entrada la madrugada, pegado al Call of Duty, WarCraft o a cualquier otro juego que estuviera de moda. Estar en la red, para estos muchachos, era simplemente socializar con códigos del siglo XXI.
“La gente está molesta, sabiendo que en otras provincias se puede hacer y aquí no. No salimos a la calle a buscar problemas, lo de nosotros es estar en la casa, así socializamos y es como si nos conociéramos durante años. No tenemos inconveniente en que se organice de manera oficial, y se controle la actividad de la red, incluso que haya que pagar algún impuesto, como si fuera una patente. Para nosotros cualquier cosa es aceptable, menos dejar de jugar”.
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