El artista visual Yonlay Cabrera quiere inventar un detector de mentiras. La idea parecería un disparate en boca de otros, pero él ha acumulado experiencia en el trabajo con los nuevos medios y sabe que el arte puede llegar a dimensiones que aún permanecen cerradas a la ciencia.
Yonlay, básicamente, intenta construir un dispositivo que registre los cambios en las retinas oculares de las personas. Luego, en la mira del artefacto, los participantes deberán responder a preguntas que podrían poner en crisis los valores tradicionalmente aceptados en la familia, la escuela o el trabajo.
“El objetivo es mostrar cuán robotizados, o no, estamos ?explica Cabrera? el estado de cosas vigente por lo general no depende de una entidad abstracta, sino que, somos cada uno de nosotros cuando reproducimos comportamiento ideales, o sencillamente hacemos lo que la sociedad espera en cada momento”.
Yonlay empezó a interesarse por el arte digital en el 2012, cuando tuvo su primera computadora. “Primero intenté comprender cómo funciona la tecnología digital, y no fue hasta después de mi tesis de licenciatura en Historia del arte, donde trabajé el tema de los nuevos medios, que logré armar un pensamiento teórico al respecto”, explica.
El proyecto, titulado Voigth-Kampff, cuenta con el apoyo de la beca Estudio 21 del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales de Cuba. Pero luego de dos años de trabajo, el equipo creativo —que incluye a varios ingenieros, un oftalmólogo, un sociólogo y un neurólogo, entre otros especialistas? todavía deberá sortear varios obstáculos antes de presentar la obra al público.
“Hacer este tipo de arte en Cuba siempre impone trabas”, detalla el creador.
“El año pasado estaba investigando sobre un repositorio de software libre y, cuando fui a entrar a la web, me salió un cartel grandísimo que decía “Usted no puede acceder debido al embargo”. Por suerte hay buenos informáticos aquí y uno se las arregla para conseguir la información de un modo u otro”, afirma.
Según el joven creador, llegar a la tecnología para hacer su trabajo es complicado. “A veces necesito componentes que en todo el mundo son muy baratos y no hay forma de acceder a ellos desde Cuba. Hablo de alduínos, placas, luces led, micrófonos… Para conseguirlos debo entrarlos al país a través de algún amigo que regrese de viaje y eso no siempre es factible”, comenta.
“La gente cree que el bloqueo norteamericano es una cosa de otro universo hasta que choca con él directamente ?señala Yonlay?. Hay empresas a las cuales no puedo comprar nada aunque tenga el dinero, solo porque vivo en este país y los sistemas de pago están controlados por compañías de los Estados Unidos”.
Lamentablemente, las trabas no solo están fuera de la Isla. Con el proyecto Voigth-Kampff el joven mereció un financiamiento al que tuvo que renunciar por no existir en Cuba vías expeditas para recibirlo directamente.
“Este tipo de obras suelen ser bastante reconocidas por los creadores y el público, pero a veces las instituciones se muestran reticentes ?explica Yonlay?, es más fácil para ellas colgar un cuadro o presentar una instalación. Mis trabajos requieren por lo general otro nivel de cuidado pues lo interesante es el proceso que generan”.
Según Yonlay esta es su manera de ejercer la ciudadanía. “Me considero una persona que está en todo momento cuestionando su realidad y tratando de generar otras realidades posibles. Me interesa trascender el espacio tradicional del arte. Si hago una obra que tenga más sentido en la calle o en el Paquete Semanal, ahí es donde voy a mostrarla”.
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