El valor de la herejía

Foto: Harold Cárdenas

El valor de la herejía

1 / abril / 2015

Los ideólogos en Cuba buscan insistentemente fórmulas que promuevan el consenso y la participación social. Quieren hacerlo según las reglas, pero una revolución será siempre una alteración del orden y su mayor valor es, precisamente, la herejía.

Por Harold Cárdenas Lema

Son tiempos difíciles para los revolucionarios. Si pudiera escoger iría a vivir sin pensarlo a la Cuba de los años sesenta, época de heroísmos y claridad en la lucha. Ahora todo es más complicado. En este tiempo confuso, muchos jóvenes comprometidos con su realidad no encuentran espacios por donde canalizar sus esfuerzos y ponerlos al servicio del país. Nadie crea que no estamos a tiempo de revertir esto y (r)evolucionar antes de llegar al punto de no retorno.

Decía Alfredo Guevara en 1963 que “mientras más denso y fuerte es el dogma que impide y retarda la vida, más placentera resulta la herejía intelectual que lo desautoriza”. Tenía toda la razón. La Revolución Cubana tiene suficiente experiencia ya para tomar lecciones valiosas. Como algunos revolucionarios del pasado devienen en conservadores en el presente, hay otros que siempre serán de un pensamiento avanzado sin importar la geografía o la edad. Y estos últimos, por lo general, son los herejes.

El proyecto político cubano, de por sí, constituye una inmensa herejía. Declarar intenciones socialistas a 90 millas del mayor símbolo capitalista del mundo no es poca cosa ni nos ha costado poco. Ya lo anunciaba proféticamente el protagonista de Memorias del Subdesarrollo: “Es una dignidad muy cara”, que tiene también sus resultados porque Cuba posee unos recursos humanos, salud, educación y seguridad pública que son envidiables para la mayoría de las naciones.

Resulta doloroso ver cómo en una revolución los jóvenes con espíritu rebelde quedan recurrentemente marginados de las posiciones donde serían más útiles.

Muy a menudo he visto cómo se privilegia al previsible, al políticamente correcto, el que se comporta según las reglas, pero que difícilmente podría llenar una plaza de compañeros que lo sigan. Mientras sigamos promoviendo cuadros y sospechando de los líderes estaremos hipotecando nuestro futuro.

En una carta relativa al trabajo político, Lenin advertía: “Si ustedes expulsaran a todos los que no son particularmente obedientes, pero que son inteligentes, y solo dejaran a su alrededor estúpidos obedientes, seguramente arruinarían al Partido”. Sus palabras cobraron un triste saldo con el paso del tiempo en la Unión Soviética porque el modelo de joven que se promovió no fue el del hombre nuevo sino el de la docilidad frente a las orientaciones superiores. La carencia de un pensamiento crítico desde la izquierda, que sirviera como mecanismo regulador del poder, significó el derrumbe.

En nuestro país hay que atestiguar situaciones vergonzosas, por ejemplo, asistir a una reunión y ver el simbolismo que supone que quienes la dirigen dispongan de una mesa especial a la hora del almuerzo, ahí, “presidiendo” todo, con manteles y servilletas que marcan la diferencia del resto. Pueden hacerlo ahora que no hay un Che Guevara para aleccionarlos, ahora que ellos ponen las reglas y suplantan los principios con orientaciones. Por suerte todavía quedan suficientes buenos ejemplos para que esto no sea norma.

Si estos comportamientos fueran visibles a la opinión pública, si el ejercicio de los cargos públicos contara con la anuencia directa del pueblo y no a través de complejas estructuras con numerosas mediaciones, otro gallo cantaría. Visibilizar los buenos y malos ejemplos, dejar de votar en las elecciones por frías biografías y más por personas de mentalidad avanzada, todo eso podría hacerse. El resultado sería un mayor consenso y un fortalecimiento del proyecto socialista cubano. Pero sigue faltando algo.

¿Cómo unir a las vanguardias jóvenes que existen en cada universidad del país? ¿Cómo llegar a los adolescentes cubanos que ya utilizan códigos desconocidos para los decisores? ¿Cómo devolverle el impulso a nuestras organizaciones juveniles con prontitud?

Para eso existe la herejía, no entendida como rebeldía sin causa, sino como alternativa al dogma paralizante.

De alguna manera la música más escuchada, los programas televisivos más populares y los proyectos más exitosos son aquellos que irrespetan las reglas sociales. Esto no significa que el irrespeto sea la clave, porque rebeldía vacía de contenido es igual de dañina. En cambio la herejía bien encauzada y con objetivos dirigidos al bien común es un arma poderosa.

Todo esto se complica más aún si tenemos en cuenta que existen intereses foráneos buscando una rebelión enfocada a sus intereses, con especial énfasis en los jóvenes. Esto condiciona mucho lo que podamos hacer en este sentido, pero no lo vuelve imposible. En la construcción de una utopía, la capacidad de alterar el orden de las cosas resulta imprescindible. La posibilidad de seguir cambiando constantemente significa la garantía de la continuidad. Ahí reside el valor de la herejía.

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TODO LOS TIERANOS Y GENOCIDAS ABOGAN POR LA SOBERANIA, Y LA NO INGERENCIA EN ASUNTOS INTERNOS, PERO CUANDO SE TRATA DE SU SUPERVIVENCIA, OTROS TIERANOS SE ASOCIAN.
ES EL CARDENAL CUBANO, REALMENTE CUBANO?
CUANDO UNA PERSONA DEBE OBEDIANCIA A OTRO ESTADO, SI PARTICIPA EN LA POLITICA INTERNA SOLO ESTA IPRACTICANDO INGERENCIA EN ASUNTOS INTERNOS, IGUALMENTE LO HACE EL PAPA.
No hay marcha atrás en el acercamiento entre Cuba y EE UU, según el cardenal Ortega
El arzobispo de La Habana relata la mediación de la Iglesia entre ambos países

14ymedio, La Habana | Marzo 31, 2015

El cardenal Jaime Ortega en una conferencia en la Universidad de Harvard en 2012. (Fotograma)
Temas
Cuba-EE UU, iglesia católica, Papa Francisco, cardenal Jaime Ortega

Más info
El cardenal Ortega dice que la relación Cuba-EE UU beneficiará a la Iglesia en la Isla

El cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, en una entrevista publicada este lunes en la revista argentina Vida Nueva, habló de la mediación de la Iglesia católica en el proceso de acercamiento entre Cuba y EE UU.

El cardenal relata que a finales de 2013 mantuvo un encuentro con la periodista norteamericana Julia Sweig, quien le dijo que el clima en la Casa Blanca había cambiado respecto a Cuba, gracias al lenguaje “más civilizado” del Gobierno de Raúl Castro y “porque se veía que el bloqueo no tenía sentido, que era algo viejo que no había dado resultado”.

La periodista le escribió posteriormente un correo electrónico en el que le enviaba una carta del senador demócrata Patrick Leahy para que la remitiera al papa Francisco y que este interviniera en la cuestión de los presos de EE UU en la Isla. “El papa habló del bloqueo al presidente Barack Obama y este le comentó que era una medida totalmente obsoleta, tomada antes de que él naciera”, dice. El religioso asegura que, durante las conversaciones previas al anuncio del pasado 17 de diciembre, el pontífice dijo que el proceso iba a ser un bien para el pueblo de Cuba, para el Gobierno de EE UU y para la política de su país con la región. “Si no hay una solución, ustedes seguirán muy distantes de América Latina”, alertó.

En ocasión de un viaje a Roma, el cardenal pudo hablar con el papa del asunto. “Los norteamericanos y los extranjeros que han viajado a Cuba siempre se han dirigido a la Iglesia. Por eso este senador se dirigió a mí para que enviara la carta, porque saben siempre que nuestra actitud ha sido la de favorecer un diálogo con el Estado cubano, la de encontrar caminos para mejorar la situación de nuestro pueblo”, insiste el cardenal.

El arzobispo de La Habana sostiene que aún es muy temprano para notar los cambios de la nueva política, sin embargo, está convencido de que ya no hay marcha atrás. “Ha habido visitas de senadores americanos de los dos partidos, buscando posibles inversiones. Esas noticias aparecen en los medios y la gente se da cuenta de que está viviendo un momento histórico después de 60 años. No obstante, la gente más sencilla quiere pensar que va a haber productos más baratos en las tiendas. Y no es así”.
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“En el proceso en que está Cuba, las marchas atrás serían imposibles”
Publicado el 30.03.2015
En esta labor callada que propició la liberación de los presos retenidos por uno y otro país ha sido protagonista el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana. En esta entrevista celebrada en Roma durante el último consistorio, Ortega detalla los pasos que propiciaron el fin del embargo y desvela la conversación que mantuvieron Barack Obama y Francisco sobre Cuba. “El Papa le dijo una frase de gran importancia: ‘Mire, esto no es solo un bien para el pueblo de Cuba, que ha sufrido mucho, sino para su Gobierno y para su persona, para la política de su país con América Latina. América Latina está unida y rechaza el bloqueo. La política de su país pasa por América Latina. Si no hay una solución, ustedes seguirán muy distantes de América Latina’”.

¿Cómo se consiguió el ambiente que propició el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos?
Raúl Castro, desde que comenzó su período en el poder hace siete años, dijo que traía un ramo de olivo porque quería la paz con Estados Unidos y que las relaciones fueran civilizadas. Siempre mantuvo esto a lo largo de estos años, a pesar de que ha habido en el aspecto financiero momentos en que había una especie de estrangulación en Cuba. Hasta la misma Iglesia ha sufrido esa dificultad para poder obtener algunos fondos del extranjero para ayudas caritativas. A finales de 2013 vino a verme una periodista norteamericana muy buena, Julia Sweig, que presta algún servicio a la Casa Blanca en la relación con los medios. Me dijo que el clima en la Casa Blanca había cambiado respecto a Cuba y que alrededor del 40-45% era favorable a un cambio de política. Yo le pregunté el porqué de ese cambio. Respondió que primero por el lenguaje más civilizado de Raúl Castro y de los miembros de su gobierno. Y, después, porque se veía que el bloqueo no tenía sentido, que era algo viejo que no había dado resultado.

¿Le comentó algo más Sweig?
Que creía que había llegado el momento de la intervención del Papa. Me dijo que 70 legisladores habían escrito una carta al presidente pidiéndole que hiciera todo lo que tuviera que hacer para liberar a Alan Gross [preso estadounidense retenido en Cuba acusado de espionaje, liberado en diciembre]. Estaba firmada por el presidente pro tempore del Senado, el demócrata Patrick Leahy. Ella me hablaba de la molestia de Gross porque su Gobierno no había hecho todo lo posible para su liberación. Yo pude entrevistarme con la esposa de Gross, quien le mandó una carta a Raúl Castro a través de mí una vez que estuve en Washington. De eso hace tres o cuatro años.

¿Qué decía esa carta?
Agradecía las atenciones que había tenido Raúl Castro, pues cuando ella fue a ver a su esposo lo llevaron a una casa a la playa. Estuvo con él tres días sin presencia visible militar. También agradecía que él estuviera en un apartamento, no en una cárcel. Ella tenía una queja muy grande contra el Gobierno norteamericano. Decía que su marido había cometido errores, pero sentía que en esa contratación había un engaño hacia él, que no pensó que podía tener esas consecuencias. La señora Sweig me dijo que el senador Leahy le había pedido que viniera a verme para que el Papa tuviera una gestión humanitaria para la liberación de los presos. Yo le dije a ella que estábamos casi en Navidad y que iba a hablar con Francisco. No hubo noticias hasta que me escribió en marzo un correo electrónico en el que me enviaba una carta del senador Leahy para que se la enviara al Papa. Le llegó antes de que Obama le visitara [el 27 de marzo de 2014]. Evidentemente, el Gobierno cubano le había pedido que le hablara a Obama del bloqueo. El Papa le habló del bloqueo a Obama y este le comentó que era una medida totalmente obsoleta, tomada antes de que él naciera. Le dijo el Santo Padre si no podía quitarla. “Tengo obstáculos, estos prisioneros”, respondió Obama. El Papa le preguntó entonces si no podía ponerlos en libertad y luego habría correspondencia y se podría arreglar. Obama le contestó que la justicia norteamericana era muy difícil y que no podía. Entonces el Papa le dijo una frase de gran importancia: “Mire, esto no es solo un bien para el pueblo de Cuba, que ha sufrido mucho, sino para su Gobierno y para su persona, para la política de su país con América Latina. América Latina está unida y rechaza el bloqueo. La política de su país pasa por América Latina. Si no hay una solución, ustedes seguirán muy distantes de América Latina”. Eso hizo pensar mucho a Obama y de ahí en adelante se desató todo ese proceso.

¿Entiendo que todo esto se lo contó el Papa?
Sí. Vine a Roma en abril para la canonización de Juan Pablo II y Francisco me contó entonces todo esto. Aquella carta le pedía al Papa que interviniera en la cuestión de los presos, pero ni siquiera tuvo que mencionarlo, porque Obama mismo lo sacó. Así vino la manera de poder mediar. Para mí, lo grande es cómo el Papa pudo impactar a Obama con su simpatía y su persona.

Favorecer el diálogo
¿Cómo ha pasado la Iglesia cubana de la opresión a convertirse en una institución en la que se confía para la mediación?
Los norteamericanos y los extranjeros que han viajado a Cuba siempre se han dirigido a la Iglesia. Por eso este senador se dirigió a mí para que enviara la carta, porque saben siempre que nuestra actitud ha sido la de favorecer un diálogo con el Estado cubano, la de encontrar caminos para mejorar la situación de nuestro pueblo. Es una constante de todos estos años en los que que la Iglesia ha sufrido a veces ataques. Frente al problema de tantos prisioneros políticos, el presidente Raúl Castro nos dijo: “Quiero que la Iglesia intervenga en todo esto”. Quedaban al principio de su gobierno 53 prisioneros de la llamada Primavera Negra. Él tuvo la voluntad de suprimir aquello.

¿Queda algún preso político?
No. Hace tiempo que no quedan. Hace poco que salieron unos cuantos, pero de esos que habían creado problemas y estuvieron en la cárcel durante dos, tres o seis meses. En aquella otra operación salieron presos que llevaban 16 ó 17 años.

Dos meses después del anuncio de acercamiento entre Washington y La Habana, ¿se siente el cambio entre la gente?
Es aún muy pronto, no puede notarse más allá de la gran alegría. Sí se ha notado, por ejemplo, en el desfile de secretarios de Estado o ministros de distintos países. Ha habido visitas de senadores americanos de los dos partidos, buscando posibles inversiones. Esas noticias aparecen en los medios y la gente se da cuenta de que está viviendo un momento histórico después de 60 años. No obstante, la gente más sencilla quiere pensar que va a haber productos más baratos en las tiendas. Y no es así.

¿Cuánto puede durar esta fase hasta que se normalicen las relaciones entre los dos países?
Durará unos meses, el tiempo natural de estos procesos. Esto sucede porque ha habido unos cambios en el orden económico y social desde el principio del gobierno de Raúl Castro. Al principio fueron acogidos con mucho escepticismo, que se fue venciendo hasta haber hoy medio millón de trabajadores por cuenta propia. La gente se fue convenciendo de que había un proceso. Nadie piensa, por ejemplo, que pueda haber un mercado de productos agrícolas estatal. Estamos en un proceso en el que las marchas atrás serían imposibles.

¿Muestra el papel jugado en el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba que la Iglesia tiene una de las mejores diplomacias del mundo, como dice el tópico?
No se pensaba que la Iglesia iba a tener nunca más aquellos roles que tuvo en el pasado respecto a la alta diplomacia entre estados. Y ahora resulta que el Papa ha podido incidir nada menos que sobre Estados Unidos, la gran nación, en su conflicto con Cuba, que influye en su relación con América Latina. Poco después de Obama llegó a Roma su secretario de Estado, John Kerry, para decir que querían cerrar la base de Guantánamo y pidiendo a la Iglesia que buscara países que quisieran admitir a esos prisioneros. El Papa, en su discurso al cuerpo diplomático, puso de ejemplo el arreglo entre Cuba y Estados Unidos como un camino para otros pueblos. Y anunció que varios países habían respondido a la petición sobre Guantánamo. Está jugando un rol internacional de alto nivel, una diplomacia del servicio, de la discreción, del silencio, sin grandes bombos ni platillos. Hay momentos de esta historia en que yo, que he podido ser testigo desde muy dentro de ella, he dicho que no hay en el mundo actual otra persona con la autoridad moral del papa Francisco. Yo le dije al Papa en octubre: “Santidad, la Iglesia va a quedar muy bien ante el mundo después de esta gestión”. Y él me respondió: “Gloria sea dada a Dios”.

Usted lleva de arzobispo de La Habana desde hace 34 años. ¿Qué parte del mérito es suya?
En la última conversación que mantuvimos, en junio o julio de 2012, el papa Benedicto recordó su visita a Cuba y me dijo: “Fue muy interesante la entrevista con el presidente Raúl Castro. Es un hombre que quiere llevar adelante varios cambios. Hay que ayudarlo. La Iglesia tiene que estar por el diálogo. La Iglesia no está en el mundo para cambiar gobiernos, sino para penetrar con el Evangelio el corazón de los hombres. Ese debe ser siempre el camino de la Iglesia”. Lo decía haciendo balance por haber podido ir a Cuba, y antes que él, Juan Pablo, porque nosotros habíamos mantenido esa posición dialogal. Decía que no hay más camino que ese. Le conté esto al papa Francisco en el mediodía en que lo trataba aún de Jorge. Le dije: “Mira, Jorge, tú vas a ser Papa esta tarde y yo quiero decirte algo”. Cuando se lo conté, levantó las dos manos y me dijo: “Esta frase del papa Benedicto es para ponerla en una pancarta a la entrada de todas las ciudades del mundo”. Cuando uno ha vivido situaciones difíciles no hay que hacer gala de ellas; hay que sobreponerse y encontrar todo lo bueno que hay en el corazón. Me acuerdo de lo que nos dijo el cardenal Casaroli en una visita ad limina a los obispos de Cuba. Decía que veía la Ostpolitik como una política de persona a persona. “Yo soy un hombre de poca estatura, que habla en voz muy baja, no inspiro miedo. Y llego delante de un hombre que tiene sufrimientos y cariños como yo. Hablo con ese hombre, no con el miembro del politburó”, contaba. Los obispos de Cuba salimos conmovidos de aquel encuentro. Alguien le preguntó cuál era su método diplomático: “Mi respuesta es la menos diplomática que esperan: es el amor, la única estrategia que puede tener un sacerdote”. Hay hombres de Iglesia que han sido enormes, trabajando con una sencillez, casi ocultos. Habernos quedado con ese pueblo y ser parte de ese pueblo, y tratar siempre de ver al otro como un ser humano, ha preparado para todo esto.
LO QUE PENSABA JOSE MARTI SOBRE EL BAUTISMO CATOLICO
¿QUE PENSARÌA EL TOQUE DE JOSE MARTI DESPUES DE LEER ESTO?

HOMBRE DEL CAMPO
José Martí
Hombre de campo: No vayas a enseñar este libro al cura de tu pueblo; porque a él le interesa mantenerte en la oscuridad; para que todo tengas que ir a preguntárselo a él.
Y como él te cobra por echar agua en la cabeza de tu hijo, por decir que eres el marido de tu mujer, cosa que ya tú sabes desde que la quieres y te quiere ella; como él te cobra por nacer; por darte la unción, por casarte, por rogar por tu alma, por morir; como te niega hasta el derecho de sepultura si no le das dinero por él, él no querrá nunca que tú sepas que todo eso que has hecho hasta aquí es innecesario, porque ese día dejará él de cobrar dinero por todo eso.
Y como es una injusticia que se explote así tu ignorancia, yo, que no te cobro nada por mi libro, quiero, hombre del campo, hablar contigo para decirte la verdad.
No te exijo que creas como yo creo. Lee lo que digo, y créelo si te parece justo. El primer deber de un hombre es pensar por sí mismo. Por eso no quiero que quieras al cura; porque él no te deja pensar.
Vamos, pues, buen campesino: reúne a tu mujer y a tus hijos, y léeles despacio y claro, y muchas veces, lo que aquí digo de buena voluntad.
¿ Para qué llevas a bautizar a tu hijo?
Tú me respondes: “Para que sea cristiano.” Cristiano quiere decir semejante a Cristo. Yo te voy a decir quién fue Cristo.
Fue un hombre sumamente pobre, que quería que los hombres se quisiesen entre sí, que el que tuviera ayudara al que no tuviera, que los hijos respetasen a los padres, siempre que los padres cuidasen de los hijos; que cada uno trabajase, porque nadie tiene derecho a lo que no trabaja; que se hiciese bien a todo el mundo y que no se quisiera mal a nadie.
Cristo estaba lleno de amor para los hombres. Y como él venia a decir a los esclavos que no debían ser más que esclavos de Dios, y como los pueblos le tomaron un gran cariño, y por donde iba diciendo estas cosa, se iban tras él, los déspotas que gobernaban entonces le tuvieron miedo y lo hicieron morir en una cruz.—
De manera, buen campesino, que el acto de bautizar a tu hijo quiere decir tu voluntad de hacerlo semejante a aquel grande hombre.
Es claro que tú has de querer que él lo sea, porque Cristo fue un hombre admirable. Pero dime, amigo, ¿se consigue todo eso con que echen agua en la cabeza de tu hijo? Si se consiguiera todo eso con ese poco de agua, todos los que se han bautizado serian buenos. Tú ves que no lo son.
Además de esto, aunque esa virtud del agua fuese verdad ¿por qué confías a manos extrañas la cabeza de tu hijo? ¿Por qué no le echas el agua tú mismo?
¿El agua que eche en la cabeza de su hijo un hombre honrado, será peor que la que eche un casi siempre vicioso que te obliga a tí a tener mujer, teniendo él querida, que quiere que tus hijos sean legítimos teniéndolos él naturales, que te dice que debes dar tu nombre a tus hijos y no da él su nombre a los suyos?
No haces bien si crees que un hombre semejante es superior a ti. El hombre que vale más no es el que sabe más latín, ni el que tiene una coronilla en la cabeza. Porque si un ladrón se hace coronilla, vale siempre menos que un hombre honrado que no se la haga. El que vale más es el más honrado, luego la coronilla no da valor ninguno.
El que más trabaja es el que es menos vicioso, el que vive amorosamente con su mujer y con sus hijos. Porque un hombre no es una bestia hecha para gozar como el toro y el cerdo; sino una criatura de naturaleza superior, que si no cultiva la tierra, ama a su esposa, y educa a sus hijuelos, volverá a vivir indudablemente como el cerdo y como el toro.
Aunque tú seas un criminal, cuando tienes un hijo te haces bueno. Por él te arrepientes; por él sientes haber sido malo; por él te prometes a ti mismo seguir siendo hombre honrado: ¿no te acuerdas de lo que sucedió a tu alma cuando tuviste el primer hijo? Estabas muy contento; entrabas y salías precipitadamente; temblabas por la vida de tu mujer; hablabas poco, porque no te han enseñado a hablar mucho y es necesario que aprendas; pero, te morías de alegría y de angustia.
Y cuando lo viste salir vivo del seno de su madre; sentiste que se te llenaban de lágrimas los ojos, abrazaste a tu mujer, y te creíste por algunos instantes claro como un sol y fuerte como un muro. Un hijo es el mejor premio que un hombre puede recibir sobre la tierra.
Y dime, amigo: ¿un cura puede querer a tu hijo más que tú? ¿Por qué lo ha de querer más que tú?
Si alguien ha de desearle bien al hijo de tu sangre y de tu amor ¿quién se lo deseará mejor que tú?
¿Si el bautismo no quiere decir más que tu deseo de que tu hijo se parezca a Cristo, para esto has de exponerlo a una enfermedad, robándolo algunas horas de su madre, montar a caballo y llevarlo a que lo bendiga un hombre extraño?
Bendícelo tú, que lo harás mejor que él puesto que lo quieres más que él. Dale un beso y abrázalo. Un beso fuerte: un abrazo fuerte. Y ese es el bautismo.
El cura dice también que te lo bautiza para que entre en el reino de los cielos. Pero el bautiza al recién nacido si le pagas dinero, o granos, o huevos, o animales: si no le pagas, si no le regalas, no te lo bautiza. De manera que ese reino de los cielos de que él te habla vale unos cuantos reales, o granos, o huevos, o palomas.
¿Qué necesidad hay, ni qué interés puedes tú tener en que tu hijo entre en un reino semejante?
¿Qué juicio debes de formar de un hombre que dice que te va hacer un gran bien, que lo tiene en su mano, que sin él te condenas, que de él depende tu salvación, y por unas monedas de plata te niega ese inmenso beneficio?
¿No es ese hombre un malvado, un egoísta, un avaricioso?
¿Qué idea te haces de Dios, si fuera Dios de veras quien enviase semejantes mensajeros?
Ese dios que regatea, que vende la salvación, que todo lo hace en cambio de dinero, que manda las gentes al infierno si no le pagan, y si le pagan las manda al cielo, ese dios es una especie de prestamista, de usurero, de tendero.
No, amigo mío, hay otro Dios!
Tomado de:
José Martí, “Obras escogidas en tres tomos” (Tomo I, 1869-1885)”.
La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales, 2000; pp. 103-105.

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