Cuando Ángel Miguel recibió aquella misteriosa llamada, lejos estaba de imaginar cuánto cambiaría su vida en las próximas 24 horas. Su historia cuenta el drama que significa entrar ilegalmente a Cuba.
La indicación fue rápida y contundente, aquella noche tendría que partir hacia Cuba en una lancha rápida, si con suerte lograban evadir la guardia costera de ambos países. No lo pensó dos veces y se enrumbó hacia los muelles de Mayport, Florida, y justo a las 4:00 de la madrugada del siguiente día, entraba ilegalmente a la isla junto a dos tripulantes de identidad desconocida.
Era la mañana del 13 de agosto de 2012 y Cuba preparaba los festejos para el 86 cumpleaños de su líder histórico, Fidel Castro. El contexto no podría ser peor, sobre todo, porque desde Estados Unidos se han enviado disímiles expediciones para realizar sabotajes contra Cuba e, incluso, con la clara intención de asesinar a los principales líderes cubanos. Así que, como era de esperar, la bienvenida no resultó ser nada placentera.
“Huír de Miami”
La lancha, que al parecer traficaba frecuentemente con cubanos de una orilla a la otra, los abandonó en una costa desértica al occidente del país; y tras cuatro horas de lento avance entre filosas rocas y tupido mangle, los inesperados visitantes hicieron su entrada al pueblo más cercano entregándose voluntariamente a la policía.
Ángel Miguel aún dudaba si estaba haciendo lo correcto, pero esta vez sabía que no había vuelta atrás. “La noticia corrió como pólvora y nada más levantó la mañana, mandaron unos agentes de la Seguridad del Estado para interrogarnos. No entendían qué estaba pasando, quiénes éramos o por qué habíamos escogido aquel día para entrar al país.”, comentó Ángel Miguel en voz baja desde su portal.
“Yo sabía que aquello era una locura, pero ya no soportaba seguir viviendo en Miami, sin trabajo y con tantos problemas de convivencia. Yo había llegado a ese país por la vía legal y aquí nunca tuve problemas con el gobierno, así que nunca imaginé que fuera a tener problemas con inmigración si regresaba”, comentó descendiendo aún más su tono de voz.
Y es que lo había arriesgado todo en esa travesía. Su madre y hermano habían quedado atrás, y en Cuba el gobierno había entregado su casa a otra familia necesitada, así que el nuevo comienzo supondría un mayor reto del que se suponía.
Pero antes, él y sus compañeros debieron cumplir varios meses de cárcel, dos de ellos junto a presos comunes, un tiempo en el que no cesaron las presiones e interrogatorios, los cuestionamientos o las “carnadas” en la celda, buscando inconsistencias en aquella increíble historia.
“Nadie nos podía creer que viniéramos de Miami para Cuba en una lancha, ni que nuestras intenciones era quedarnos para siempre”, explicó Ángel Miguel. Pero inmigración no pudo retenerlos mucho más, y cuatro meses más tarde fueron liberados con todos sus documentos en orden.
Un irónico desenlace
Si analizáramos esta historia como fenómeno aislado, a lo mejor pudiera parecer irónica al comparar las históricas cifras de balsas y lanchas que por décadas han zarpado desde estas aguas hacia la Florida. Pero en realidad parece no ser tan así.
Si bien, este autor no pudo acceder a las cifras oficiales de cubanos que anualmente entran ilegalmente al país, debido al estricto control que existe sobre esta información, este testimonio sí pudo ser contrastado con historias similares, sobre todo, después de la entrada en vigor de la Reforma Migratoria, que favorece en gran medida la repatriación de cubanos de todo el mundo.
El que no corrió con la misma suerte fue Frank “el flecha”, quien poco tiempo después de la llegada de Ángel Miguel entró al país por una vía similar y fue obligado a marcharse del país.
Aún la reforma no estaba vigente, y dos semanas después de retornar a Tampa fue víctima de un fatal accidente automovilístico. Sus amigos comentan que debido a su estado emocional por aquellos días, bien cabe la posibilidad de que haya sido un suicidio.
Pero regresar (ilegalmente) no siempre es sinónimo de atentar contra la Seguridad Nacional. También puede serlo de nostalgia, “cubanía” o el simple hecho de querer invertir para ganarnos la vida lícita y decorosamente.
Por lo pronto, la vida sigue sorprendiendo a Ángel Miguel, quien ha tenido un comportamiento de ciudadano modelo, sin embargo, a 24 meses de su llegada todavía no cuenta con un empleo estable. Sus planes futuros, por irónico que pueda sonar, son regresar a Miami a cuidar de su madre enferma y limar asperezas con su hermano para ayudar a su nueva familia.
En reiteradas ocasiones me pidió que ocultara su identidad, si realmente me interesaba contar su historia, pues no le conviene que se enteren que quiere regresar a los Estados Unidos, sea como sea, incluso en una lancha rápida si fuese necesario, ahora en sentido contrario.
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