Nuestro Béisbol se ahoga paulatinamente y no es un secreto para nadie. Lo que sí es un misterio es la oscura razón por la que se ha dejado caer a nuestro Deporte Nacional en tan despiadado trance.
Supimos que algo andaba mal cuando fallaron los trofeos en algunos eventos de importancia, no ya para el ímpetu competitivo del cubano, sino para nuestro orgullo, últimamente tan vapuleado. Luego comenzó la diáspora. Peloteros consagrados y jóvenes promesas han tomado el rumbo del profesionalismo, lo cual es perfectamente entendible si miramos que el talento que estos muchachos poseen es muy bien remunerado en cualquiera de las ligas profesionales de todo el mundo.
Pero no son estas las cuestiones que más afectan hoy nuestro pasatiempo nacional, que es expresión de altos valores socioculturales, sino cierta abulia almidonada en el descuido de quienes tienen poder de decisión sobre los avatares de la Serie Nacional y otros campeonatos celebrados en nuestro país.
Se ha creído por mucho tiempo que cambiando la estructura de la Serie se puede llegar a un resultado positivo, pero lo más fácil de comprobar es que en aquellos países donde el Béisbol goza de buena salud, la estructura no ha cambiado en decenas de años. Creo que es la ética y el uso apropiado de las leyes que acompañan a nuestra Pelota lo más apremiante a revisar. Y solo quiero referirme a la comparación de dos situaciones recientes en los que a mi entender la Comisión Nacional perdió la brújula, pero hay ejemplos sobrados.
El primero tiene que ver con Yosvanis Alarcón, receptor de Las Tunas, que agredió físicamente, a principios de la 56 Serie Nacional al lanzador Alexander Rodríguez, pitcher guantanamero que ahora viste las franelas de Matanzas; por este contendiente Alarcón fue sancionado a un año sin volver a dicha competencia. Por otra parte, Víctor Mesa, entrenador de Matanzas, durante una subserie disputada contra Ciego de Ávila, en el patio de estos últimos, se atrevió, en uno de sus comunes arranques, a lanzarle un cubo de agua al público —risible, ¿verdad?—; por esta conducta apenas se le sancionó a tres partidos alejado de sus reptiles.
El encontronazo de Yosvanis Alarcón con Alexander Rodríguez responde a la calentura y a la fricción de cualquier enfrentamiento. De que llevaba sanción la llevaba. Pero separarlo por un año del béisbol competitivo no solo lo afecta a él sino a nuestro Béisbol en sentido general. Ahora, lo que hizo Víctor Mesa —Director de Equipo, Manager, o sea quien debe brindar el ejemplo— al agredir a la fanaticada, a la razón de ser de cualquier deporte, es un acto denigrante. Haberle pasado la mano con tan leve medida no solo lo perjudica a él como persona, sino que también agrede contra aquellos que seguimos con pasión nuestro más afamado deporte, y además nos corre sangre por las venas.
Creo que se debe comenzar por la ética, luego definir una estructura duradera, estudiar las necesidades de nuestros atletas para que muchos de ellos sigan jugando a las bolas y los strikes dentro de nuestra geografía. Y solo después, quizá podríamos pretender ganar uno de esos trofeos que se nos han vuelto tan escurridizos. Pero siempre teniendo en cuenta que el proceder de nuestros peloteros, directivos y árbitros, junto a las medidas y sanciones que se ejerzan sobre estos, puede repercutir en el interés que la afición deposite en nuestro maltrecho Deporte Nacional.
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Carlos