Cada día, Mailet Padilla Paneca recorre Camagüey desde casi uno de sus extremos hasta el corazón del centro histórico, donde trabaja. Mientras se acerca, dice, no puede dejar de pensar en las carencias que padece la urbe y que le impiden ser considerada uno de los principales polos turísticos de Cuba.
Para esta comunicadora social, amante ferviente de su terruño, el asunto lleva ciencia.
“La mayor riqueza que posee Camagüey para posicionarse como destino de turismo de ciudad es su patrimonio, reconocido por la UNESCO en 2008, pero todavía comunicar bien esos valores”, comenta la joven que ha tomado ese problema como tema de su tesis de Maestría durante el próximo año y medio.
Mailet labora en la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC), la institución dedicada a rescatar la herencia de la urbe de los tinajones, como se le conoce a esta villa. Desde ese lugar ha visto el creciente interés internacional hacia Cuba generado en los últimos años y el peculiar boom posterior al restablecimiento de relaciones con Estados Unidos.
Esta explosión ha tomado a Camagüey un poco desprevenida.
Como si no supiera qué hacer con toda la riqueza que posee para sacarle el mayor partido posible. Si bien entre las instituciones estatales y algunos actores no estatales se han realizado tímidos acercamientos para atender al visitante, todavía eso no se ha traducido en una estrategia conjunta que genere un único “producto ciudad”, como se le llama a este servicio en la terminología del negocio turístico; explica la comunicadora.
“Yo me concentro en el área de la comunicación, y allí todavía falta mucho por hacer, como por ejemplo, romper los prejuicios y que las instituciones se alíen directamente con los bicitaxistas y los guías, porque ellos pasan más tiempo con los turistas que los empleados de los hoteles”, afirma la especialista.
“Casi siempre los bicitaxistas le cuentan cualquier cosa sobre la historia y la arquitectura de la ciudad a los viajeros, a veces sin ningún fundamento, y los guías, aunque están mejor preparados, todavía necesitan mayores conocimientos sobre los valores de nuestro patrimonio”, explica.
Mailet piensa asentar su investigación de maestría en técnicas de educación de esas personas, pero también en generar un slogan para la ciudad como producto cultural, la presencia de las instituciones en las redes sociales, pero sobre todo, que cada organización se una con otras y también con las comunidades.
“Es muy importante que el camagüeyano se sienta parte activa del turismo, que no lo vea como un fenómeno invasivo o como un mal necesario, y que su patrimonio, el tangible pero también su idiosincrasia, su acendrada identidad, son elementos con un atractivo increíble para los visitantes, pues la mayoría viene buscando cultura, hospitalidad y autenticidad”.
Si se aspira a que Camagüey sea un destino de ciudad, el camagüeyano debe acostumbrarse a hacer sostenible su patrimonio, dice.
Mailet considera que los jóvenes son quienes pueden impulsar el cambio de mentalidad que se necesita para asumir un nuevo estatus de su ciudad como destino, máxime cuando hasta hace unos años, esta era solo una ruta de paso. Sus consideraciones se refuerzan al notar que la juventud es la fuerza laboral mayoritaria en quienes tanto desde negocios privados como estatales atienden a los turistas.
Ver al patrimonio ligado al turismo como una fuente de desarrollo personal a mediano y largo plazo, sería también un buen incentivo para la permanencia de esa juventud en su ciudad, tan aquejada por las migraciones tanto dentro como hacia fuera de la Isla.
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