—Me eché en Infobae un escrito sobre el hallazgo por un grupo de investigadores de incrustaciones de comida de 8000 años de antigüedad.

—Si hubiera sabido que estuvieron hurgando en la esquina, les hubiera aportado algunos datos.

—Estoy hablando de cosas serias.

—Yo también. A juzgar por el tiempo que hace que no recogen la basura…

—El descubrimiento de restos de pescado del que hablo se hizo en la región conocida como Puertas de Hierro…

—Yo tuve que poner una en la cerca de la casa…

—…a lo largo del curso del río Danubio, entre la actual Rumanía y Serbia.

—…pues la anterior no «serbía».

—Los arqueólogos creían que los pueblos del Neolítico abandonaron en buena medida la pesca, enfocándose en la agricultura y el pastoreo de animales domésticos.

—Los ideólogos nuestros han hecho otro tanto, pero llevan décadas desenfocados. No saben qué hacer con la agricultura. Ahora exigen que nos concentremos en la cría doméstica de animales.

—Me cuadraría ese paralelismo si no estuvieras soslayando la noticia cierta que acabo de leer.

—La mía es verídica también.

—El hallazgo desafía la creencia predominante de que la dieta de nuestros antepasados se basaba exclusivamente en carne de vacas, ovejas y cabras, además de productos lácteos.

—Consumir carne y tomar leche es desafío para la mayoría y exclusividad para unos pocos.

—Lo que te cuento abre un nuevo capítulo en los análisis de la dieta prehistórica.

—Eso: tenemos que conformarnos con una dieta prehistórica.

—Los resultados obtenidos son fascinantes por las implicaciones que tienen para nuestra comprensión de las interacciones culturales entre los primeros agricultores y los cazadores-recolectores.

—Hoy se le da más importancia a un cuerpo de inspección que se pone a cazar a recolectores e intermediarios.

—Los detalles de cómo preparaban los alimentos y qué recetas utilizaban siguen siendo un misterio.

—Misterio es sobrevivir con la «canasta básica».

—Mantenían lazos muy estrechos con su pasado mesolítico. Adaptaban sus prácticas alimentarias a los recursos disponibles en su entorno.

—Mi mujer ya no sabe qué inventar en su mesa de granito. No ha tenido otra que adaptarse a la indisponibilidad de recursos para el horno.

—Si no te la pasaras quejándote, tendrías tiempo para leer las revistas Muy Interesante que te presté. En una de ellas hay un artículo que se pregunta qué comían los españoles en los tiempos de Colón.

—No sé en la península, pero aquí nos tendrán muy pronto a casabe pelao.

—El pan era el rey de la mesa española.

—¿Tú no eras quien iba a hablar de cosas serias?

—«Las clases más acomodadas disfrutaban de panes blancos y refinados hechos de trigo, mientras que las capas más humildes debían conformarse con panes oscuros y densos». ¡Y no vengas a criticarme que utilizo el presente imperfecto del verbo «disfrutar»!

—Más que presente imperfecto, lo que nos estamos jamando es un futuro condicional. Dime también que «el acceso al trigo era limitado y a menudo se controlaba estrictamente para garantizar su disponibilidad en los mercados».

—¡Leíste el artículo!

—Lo leí no, ¡lo sufro! ¿No te resultó increíble que ya desde entonces «las comunidades urbanas y rurales mantenían un sistema de producción de pan basado en el control» y que «en Valencia el acceso a productos como las legumbres estaba regulado por las autoridades locales, que supervisaban su distribución»?

—¿Está mal que rescatemos tradiciones?

—«Traiciones» es la definición que cabe para un solo pan de sesenta gramos, al que ya no se le puede echar fibra alguna.

—¿El feudalismo fue mejor acaso? «Los nobles y los ricos podían permitirse consumir carne con frecuencia, en especial de vacuno, cordero y cerdo». Desestimas el dato de que, para Colón y el resto, «la desigualdad en el consumo de carne reflejaba las diferencias económicas y sociales de la época».

—¿Y aquí dónde quedó la igualdad? ¿En Jovellanos?