Tiene 22 años y es, todavía, uno de los pitchers con mayores potencialidades en el torneo cubano de béisbol. Su rendimiento todavía no cristaliza, no destella la gran figura que podría ser, pero Ronny Valdés ya se ha anotado una de las mayores victorias para un deportista cubano: dejar el país y poder volver a jugar en las ligas domésticas.
Su nombre saltó a los titulares cuando con muy escasa participación en su segundo campeonato de pelota, fue pedido como refuerzo por el equipo más seguido de Cuba: los Industriales, de La Habana. La oportunidad que no había tenido en su tierra, la tuvo en la capital.
“Fue una gran sorpresa que Industriales me solicitara como refuerzo. Había lanzado muy poco con el equipo Villa Clara, y no tenía esperanza de que me pidieran”, recuerda Ronny. Allí “salvó” sus primeros juegos y comenzó a soñar.
En los últimos tres años más de 200 peloteros cubanos han abandonado el país para intentar insertarse en las ligas profesionales del Caribe, pero sobre todo, en las Grandes Ligas norteamericanas. El ejemplo de grandes figuras como José Dariel Abreu, Yoeni Céspedis, Aroldis Chapman y Yasiel Puig (con contratos millonarios) sirve de inspiración a quienes quieren jugar al mejor nivel… y ganar mucho dinero con su talento.
Sin embargo, son muy pocos entre ellos los que han conseguido un contrato medianamente atractivo. La mayoría de los talentos emigrados terminan dejando el béisbol activo e insertándose en los mercados laborales de los países a los que lleguen, así sea República Dominicana, México o en los propios Estados Unidos. Casi ninguno regresa a Cuba.
Ronny Valdés, no obstante, hizo el viaje de regreso.
Foto: Carolina Vilches
“Me fui a República Dominicana, porque me sentí en mi mejor momento físico. Pero a los cuatro meses sentí que había tomado una decisión apresurada, no estaba preparado en algunos aspectos, y por eso decidí retornar a Cuba. A lo mejor algún día algo pasa, y puedo tener un contrato profesional, pero en aquel momento no me sentía muy bien allá, y regresé”.
Lo curioso vino después. Apenas llegó a su poblado natal, Remedios, solicitó permiso para retornar con su equipo a la pelota oficial cubana. Quizás por la sangría indetenible y la ostensible pérdida de calidad que ha experimentado el campeonato cubano, las autoridades dejaron de lado el orgullo inflamado y le permitieron jugar. Ronny se empeñó en demostrar su valía: tuvo una fenomenal actuación en el torneo para menores de 23 años.
Luego le pusieron de abridor en el equipo provincial, pero otra vez el rendimiento baja. Aunque este año ganó su primer juego en series nacionales, sus salidas han sido irregulares, y no acaba de dar el salto de calidad que todos esperan.
Ronny no ha sido el único pelotero cubano al que, luego de salir del país, le permiten regresar y reinsertarse en la liga oficial. Otros como Norberto González, Antonio Baró, Eddy Abel García, Julio Raizan Montesinos, David Mena, Rafael Viñales y Raudelín Legrá; también lo han hecho.
La época de la intransigencia y la exclusión va cediendo terreno a un pensamiento más flexible en la política deportiva del país. La realidad lo impone, “hay que ser dialécticos”, es la frase de moda. Ronny Valdés lo experimenta en carne propia y se dice feliz otra vez con su uniforme naranja, al tiempo que deja una frase enigmática, que no revela ni frustración ni fracaso:
“Aspiro a cosas grandes. Todo llega.”
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