Asere, sí, las cosas han cambiado. Antes yo te escribía desde el Granma y tenía otros sueños y amaba otras cosas que defendía o quería creerme que eran la vida: transcribir ministros, revisar planas, reuniones, censura, café con los ministros, efemérides. Redactaba rápido esas notas y luego me sentaba a disfrutar la conexión del periódico, buenísima, un quilo, como dicen. Abría Facebook, hablaba por Messenger, tenía Gmail y hasta me abrí un blog que anexaron a la página oficial del Granma: Suite se llamaba, como aquel cuento que estaba escribiendo y que terminó en una novela corta, que te envié y que nunca me dijiste qué te parecía.
Si te digo algo, lo que me dio más miedo a irme del periódico fue perder Internet. Tenía vicio. Llegaba más temprano de lo normal y salía de noche, bajando videos de reguetón y mirando memes, descargando textos que leía luego en casa con más calma y perdiéndome páginas bloqueadas: ya sabes, CiberCuba, 14ymedio. Internet no es la vida y yo no quería llegar a los cincuenta escribiendo notas ni fajado con jefes para que publicaran equis crónica. Ni fajado con jefes que me ordenaban suavizar la forma de decir algo, ni fajado con jefes que decidían qué textos podía subir al blog. Tú, sin embargo, los domingos publicabas en tu blog lo que te daba la gana, no tenías censura como ahora no tienes ese Decreto-Ley 370 que en cualquier momento nos aplican a todos, a todos los que estamos aquí adentro, quiero decir.
En fin, salí de aquello y vine a parar a Periodismo de Barrio, donde nadie me pone pensamientos en la cabeza y hago el periodismo en que creo; donde tengo editores y no censores. Di ese salto cuando en Cuba no había datos móviles así que estuve meses desenchufado de ti y de las redes. Dejé el blog a la deriva, pasé ansiedad y debí acostumbrarme a estar conectado el tiempo necesario para trabajar desde un parque wifi. Sacrifiqué Internet por libertad y estuve bien con eso.
Ahora hay datos pero no uso Messenger. Siempre te pido que cambies a Whatsapp porque tengo amigos a los que han amenazado con fotos privadas y conversaciones de Messenger. Eso quiere decir que todo el tiempo alguien nos lee desde una oficina del Ministerio del Interior. Debe aburrirse mucho. Tú y yo hablamos puras estupideces, chismes y bretes de literatura. Pero aun así son nuestras conversaciones y me resulta incómodo saber que en medio hay un lector fantasma pendiente de si hablamos de Fidel, de poner bombas, de cocaína o de la muerte de Sócrates. Whatsapp tampoco debe ser seguro, pero no entiendo por qué no usas Telegram.
Ahora hay datos y ha sido peor porque estoy el día entero en el teléfono, pendiente de las noticias y de los post, conectado con todos, empantallado, sin mirar el sol ni el mundo real. Así anda mucha gente. Lo bueno es que Internet convirtió a todos en periodistas y todos opinan, todos presionan y hacen activismo y a la Revolución le es más difícil poner pensamientos en la cabeza colectiva de Cuba, emburujarla. Proxy Master combate los bloqueos a CiberCuba y a 14ymedio. Los ministros que antes hacían monólogos hoy los hacen en Twitter y uno puede decirles lo que a uno le dé la gana. Lo malo es que ahora escribo casi todo en el teléfono, perdí la habilidad de hacerlo a mano. Firmar un documento es pegarle una plantilla con mi firma; perdí mi letra, que es una manera de perder la identidad. Ahora lo pienso: no conozco tu letra ni tu firma. Pasamos de que fueras el escribiendo en Messenger cuando a mí me costaba bajar audios, a los mensajes de voz de Whatsapp y a alguna videollamada, pero no he visto tu letra ni te he visto fuera de la pantalla, ni siquiera cuando estuve por México, ¿te acuerdas?, en aquel evento que no me dio tiempo ni a respirar.
Dale, escríbeme cosas. A lo mejor las publicamos. Aunque no te ilusiones con lo de ser famosos. De momento, qué alegría regresar al Gmail como cuando no teníamos Whatsapp.
Saluda a Gary,
Jank
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