A sus 30 años, Anadis González Márquez ―junto a su socio Fernando Martirena― ha sido nominada al premio AR Emerging (Arquitecto Emergente) 2024 que otorga la revista británica Architectural Review. Ambos son cofundadores de Infraestudio, un estudio de arquitectura con sede en La Habana que desafía las condiciones materiales y legales.
El premio, que se entrega desde hace 16 años, reconoce carreras prometedoras más que obras específicas y es la primera vez que se incluye a Cuba entre los países de procedencia de los nominados. En el caso de Infraestudio, el reconocimiento se ha centrado en el Centro de Arte de Línea, el proyecto inaugural del estudio y que les tomó nueve años completar.
«Este reconocimiento no solo valida el trabajo de Infraestudio, sino que pone a Cuba en el mapa de la arquitectura contemporánea internacional», dijo Anadis González a elTOQUE. Escucharla hablar sobre los proyectos, la evolución de su trabajo desde la fundación de Infrestudio y las soluciones que han creado para resolver los problemas que se presentan en Cuba es testimonio de lo que se puede hacer a pesar de las limitaciones del contexto.
La arquitecta, además, conversó sobre los retos actuales de la arquitectura cubana y sus deseos de poder hacer más.
Infraestudio: un concepto más que una obra constructiva
La historia de Infraestudio está ligada a su primer proyecto: el Centro de Arte de Línea, la restauración de una antigua casona del siglo XIX abandonada en el Vedado habanero para convertirla en un centro de arte. González cuenta que fue la primera obra que hicieron y, de hecho, la que los llevó a formar el estudio en 2016, cuando todavía eran estudiantes. «Pero los tiempos de la arquitectura son lentos, y en Cuba aún más», precisa.
A lo largo de nueve años, y con varios proyectos en paralelo, Infraestudio desarrolló una filosofía de diseño adaptada a la realidad cubana, a pesar de que saben que sus obras no siempre se construirán. Por esa razón, para ellos es tan relevante una obra construida que una propuesta conceptual. «Hemos desarrollado una arquitectura que está muy enfocada en crear ideas antes que en la producción con buenos materiales». Esas ideas ―explica― envuelven el contexto, incluido el paisaje y la sostenibilidad, pero son abstractas.
La narrativa ―como la llama Anadis González― que siguen sus proyectos se basa en crear estrategias de adaptabilidad y resiliencia. Esa aproximación no es una mera elección estética, sino una respuesta ingeniosa a las complejidades del contexto cubano.
«En el Centro de Arte de Línea se empieza a construir lo narrativo. No tuvo muchos planos constructivos, sino instrucciones constructivas a los obreros. Por ejemplo, tenían que reutilizar todo lo que se fuera a demoler de manera que fuera evidente que un objeto había sido reparado».
Anadis explica cuál fue su enfoque para preservar el edificio y, a la vez, cumplir con la remodelación: «reparamos reutilizando; por ejemplo, demoliendo los ladrillos de la construcción para construir los estucos y reusando las maderas de las vigas de los techos para reparar las carpinterías. Dejamos materiales crudos, como los pisos de cemento pulido y los materiales de hormigón crudo». La decisión por la que optaron fue no devolver el edificio a su estado original, sino hacer evidente el paso del tiempo.
El enfoque de Infraestudio trasciende lo meramente funcional. González Márquez cuenta que al tener un encargo la primera pregunta que se hacen es qué pueden aportar al proyecto para que sea relevante. «Eso no suele ser la producción de un nuevo material o la producción de una nueva forma, pero puede ser una nueva política de uso del espacio, como en el caso del Centro de Arte de Línea».
Otro ejemplo de la perspectiva arquitectónica de Infrestudio se aprecia es su primer proyecto construido. Lo llamaron Casa B y es una residencia en la playa. Anadis aclara que ellos no están de acuerdo con proyectos de gentrificación o que dejen una huella física que dañe el paisaje. Sin embargo, «en este caso nos pedían una casa que era tres veces más grande que la que había y debíamos respetar regulaciones urbanas con respecto a tamaño y escala. Es un tipo de encargo que si no lo haces tú, lo hace otro». Su propuesta fue realizar una intervención que fuera poco llamativa y que se combinara con el paisaje para minimizar el impacto ambiental. «El resultado es una casa que parece pequeña y abstracta cuando en realidad es una construcción de muchísimo lujo y con muchos metros cuadrados».
Su forma de trabajar, contraria a la idea de una arquitectura imponente y agresiva, intenta desaparecer la autoría. Para ella: «la autoría está en la estrategia y no en una intervención muy visible». Lo relevante para el equipo de arquitectos jóvenes está en la reflexión que provoca el resultado de su trabajo; o sea, en la propuesta en sí.
Otro de sus proyectos, el restaurante Bipolar, nunca llegó a construirse, pero partió de un encargo real y les sirve para reflexionar sobre la forma y la decoración: «Lo llamamos izquierda y derecha. En la derecha, hicimos un restaurante tomando referencias de arquitectura blanca tipo Trump Tower de Pinterest, con candelabros y terminaciones cuadradas. En la izquierda, elementos de arquitectura vintage con anticuarios».
«Nuestra posición como diseñadores es tomar cosas que existen y ponerlas a dialogar por contradicción, ahí es donde está la innovación. Son proyectos funcionales porque son encargos de clientes, pero que a la vez tienen una narrativa y una reflexión independiente de su vida útil dentro del espacio del arte», explica Anadis González.
Durante nueve años, han realizado exposiciones de arte, participado en conferencias internacionales y su trabajo ha sido reconocido, entre otros, con el segundo Premio Salón de Arquitectura Cubana en 2021; en 2023 fue seleccionado por ArchDaily como una de las mejores nuevas prácticas de arquitectura. Su trabajo abarca también la divulgación y el debate sobre la arquitectura contemporánea.
Infraestudio ha experimentado una evolución en su enfoque y también en el tipo de proyectos que realizan. Según explica Anadis, desde 2016 han trabajado principalmente para el sector privado emergente: «nuestros clientes siempre han sido empresarios con raíces en Cuba, pero que hacen su capital fuera del país. Sin embargo, ahora nuestro trabajo empieza a ser más para empresarios cubanos del sector privado. Ellos están pasando de construir desde cero ―por ejemplo, edificios residenciales― a trabajar en inmuebles que pertenecen al Estado, pero que están rentados a privados. Son una escala de servicio diferente, como almacenes en la bahía del puerto o edificios enteros abandonados. Es hacia donde nuestra práctica se mueve». Esto no ha estado exento de obstáculos.
Cuba y el proceso de construir una ciudad
El 10 de febrero de 2021, el Gobierno cubano publicó la lista de actividades prohibidas para el ejercicio por cuenta propia. Entre las 124 actividades identificadas por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social se prohíbe de forma explícita las relacionadas con la arquitectura y la ingeniería. Esa decisión suscitó debates con las autoridades y dentro del gremio, que tenía la esperanza de lograr reconocimiento para una actividad que llevaba años desarrollándose en la sombra, sin resultados.
El 19 de agosto de 2024 se publicó el Decreto 107/2024, el cual ratificaba las actividades no autorizadas a ejercerse por las micro, pequeñas y medianas empresas privadas (mipymes), cooperativas no agropecuarias (CNA) y trabajadores por cuenta propia (TCP). En la sección L queda explícito que las actividades profesionales, científicas y técnicas, entre ellas la arquitectura, no estaban permitidas para el sector no estatal. Sin embargo, estudios de arquitectura como Infrestudio han continuado con su trabajo y encontrado un margen para existir, amparados en otras formas legales. Todo ello ante la mirada permisiva del Estado que conoce del trabajo del gremio, pero no lo admite de manera profesional.
González Márquez mira su trabajo como arquitecta en Cuba con incertidumbre. «Nosotros podemos aportar el sentido común al proceso de construir una ciudad, suceda o no. Hablo así porque obviamente no tenemos un sentido de futuro, todo lo que se está construyendo está en una cuerda floja y puede desaparecer. Mientras tanto, sobrevivimos en una ciudad donde construir es legal, pero diseñar el proyecto no. Eso da paso al sinsentido de hacer sin pensar y sin tener en cuenta las complejidades en las que los arquitectos somos expertos. Más que construir, nuestro trabajo es encontrarle sentido a cómo el espacio responde a las necesidades públicas o privadas».
Anadis desea aportar al potencial desarrollo de la ciudad: «nos toca guiar a la nueva fuerza constructiva que es la empresa privada, y que está cambiando el panorama; está haciéndose cargo de la ciudad porque está asumiendo el patrimonio material y tiene la misión de transformarlo. Nuestro rol es intentar que ese proceso sea de forma más sustentable y justa».
Ella habla sobre las circunstancias de su trabajo con una mezcla de pragmatismo y pasión: «Cuba, más que aproximarse a un sistema socialista, se ha negado a admitir que existe un sistema capitalista. Esta dualidad crea un terreno fértil para la innovación, pero también presenta desafíos únicos. La práctica privada, abolida en los años sesenta, ha resurgido gradualmente. Existe una demanda creciente de servicios arquitectónicos, pero una oferta limitada de estudios especializados».
Para la arquitecta, los principales retos que enfrenta en su trabajo son la escasez de materiales y la falta de mano de obra calificada. «Nosotros no podemos controlar qué materiales vamos a utilizar porque en realidad lo que utilizamos es lo que tenemos disponible, y en cada circunstancia es diferente». El enfoque de usar los materiales disponible responde a las limitaciones materiales en Cuba, pero también refleja una filosofía más amplia que busca el mínimo impacto de la arquitectura en el entorno; es decir, minimizar la huella ecológica y maximizar el impacto público de sus proyectos.
Reconoce que no han tenido problemas con las autoridades por su trabajo e, incluso, las instituciones a las que se han acercado los han recibido bien. González percibe un interés de los espacios estatales en colaborar con ellos, aunque es muy difícil por los límites establecidos.
Anadis esboza algunas hipótesis, desde la experiencia práctica, sobre el marco que les permite existir en Cuba. «Infrestudio existe porque hay necesidad. Nuestro trabajo está ilegalizado para mantener el sector privado en un perfil bajo: no se puede crecer más de cierto punto y no se pueden asumir contratos de más de cierto nivel. Nosotros operamos a pequeña escala, tan pequeña como el sector privado cubano. Es una manera de permitir nuestro servicio, tolerarlo, pero mantenerlo en un marco de acción muy limitado que frena nuestra libertad de expresión».
Ante la pregunta de si tienen mucho trabajo, su respuesta es contundente: «trabajamos en circunstancias extremadamente inestables, pero no nos falta trabajo. Tenemos una oportunidad enorme de trabajar en una ciudad donde cualquier cosa tiene suma relevancia porque todo está por hacer, y siendo nosotros tan jóvenes tenemos acceso a proyectos que en cualquier otro contexto internacional tomaría muchísimo más tiempo, y más burocracia, atravesar».
Su visión optimista, combinada con un enfoque innovador y adaptable, posiciona a Infraestudio en la vanguardia de la arquitectura cubana, aunque dentro de los límites que el Estado cubano permite.
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