La carne, un recuerdo lejano en la mesa del cubano

Foto: elTOQUE

La carne, un recuerdo lejano en la mesa del cubano

4 / diciembre / 2023

En Cuba, los lácteos y la carne son alimentos que van quedando en el recuerdo de los más adultos y desapareciendo del imaginario culinario de las generaciones más recientes.

Hace un par de años circulaba en Facebook un meme sobre una madre que iba paseando con su hijo y encontraban un cartel con la imagen de una vaca. El niño, curioso, le hacía preguntas sobre el animal y ella le iba explicando. A la mención de la leche, la carne y lácteos derivados, el pequeño ni se inmutaba, eran cosas desconocidas para él. Finalmente, le dice que la vaca se alimenta de hierba y el niño, con los ojos muy abiertos y expresión de hambre, exclama: «¡Hierba, mamá! ¡Qué rica la hierba!».

En aquel momento, nos reíamos de un meme nacido para paliar la cruda cotidianidad del cubano. No muchos pensamos que en poco tiempo podría llegar a ser la realidad de nuestros hijos. Sin embargo, la desaparición de estos productos ha sido una tendencia en aumento desde los mismos años iniciales de la Revolución. Quienes nacieron antes o a principio de la década de los cincuenta recuerdan que los establecimientos cárnicos solían estar abastecidos con diversas carnes, varios tipos de corte y calidad, que incluían filet mignon, falda de ternera para sopa, pavo para Navidad y tasajo de caballo.

En 1958, el consumo de la carne de res en Cuba ocupó el tercer lugar en el área de América Latina, solo detrás de Argentina y Uruguay. Según los registros de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en esa fecha Cuba poseía más de 6 millones de cabezas de ganado vacuno, lo que significaba aproximadamente una vaca por habitante; el país triplicaba el promedio mundial de 0.32 bovino per cápita. La ganadería, siendo extensiva, constituía el segundo rubro económico agrícola, lo que permitía autoabastecerse y exportar el excedente.

No obstante, debido a las fallidas políticas gubernamentales y al tipo de Estado impuesto en Cuba desde 1959, la cantidad de ganado se redujo no solo a la mitad, sino que es menor incluso a los números reportados hace un siglo en la isla. Esto ha provocado que de ser uno de los países líderes en la ingesta de carne de res hayamos llegado a tener un índice mucho más bajo que Haití, Etiopía y Ruanda en su consumo.

Asimismo, el país se autoabastecía de carne de cerdo, pollo, pescados y mariscos; a pesar de que se culpaba a la privatización de la tierra de que fuera necesario importar casi 30 % de los alimentos que se consumían. Las dos reformas agrarias, en 1959 y en 1963, concentraron más del 75 % de las tierras en manos del Estado, quien pasó a funcionar como un gran y único latifundista. Como resultado, más de seis décadas después, Cuba se ve obligada a importar más del 80 % de sus alimentos.

Pero, ¿a dónde van a parar tales importaciones? A finales de septiembre, el ministro cubano de Economía y Planificación Alejandro Gil reconocía públicamente en la Mesa Redonda que los productos de la libreta de abastecimiento son importados en su totalidad. Alimentos que, como también admitió, son insuficientes y no cubren en lo absoluto la dieta de la población.

Por su lado, José Luis Tapia Fonseca, vice primer ministro cubano, declaró que en la primera mitad de 2023 el Estado solo pudo garantizar 347 gramos de proteína animal, casi 100 gramos menos que en 2022. Las cifras demuestran el total incumplimiento de las promesas gubernamentales en materia de alimentación, ya que en 2019 la máxima dirigencia del país juró garantizar cinco kilogramos de proteína animal mensuales per cápita repartidos en dos kilogramos de carne porcina, dos kilogramos de ganado menor y un kilogramo de aves.

A pesar de ello, varios medios de comunicación oficiales reportan con orgullo los contratos de importación de cárnicos y derivados, en los últimos años, con Rusia, Bielorrusia y Costa Rica, por ejemplo.

En el caso de la nación centroamericana, el eco de las negociones comenzó a llegar en abril de 2023, cuando el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Costa Rica afirmó que dos dependencias especializadas en la cría de ganado vacuno y porcino estaban siendo evaluadas por una comisión sanitaria del Ministerio de Agricultura cubano con vistas a una posible exportación. Finalmente, en agosto de 2023 llegaron las primeras 24 toneladas de carne exportadas por Alimentos y Consumibles Costa Rica (Alicori) a través de la empresa cubana Consumimport. Según un despacho de Prensa Latina, es «un producto fresco y congelado, que llegará con un servicio personalizado tal como fue solicitado por los clientes, en empaques desde 800 gramos hasta 2 kilogramos, con las correspondientes especificaciones».

Pero, ¿quiénes son los clientes?, ¿a qué mercado llegará? Hasta ahora es una información que sigue sin ser esclarecida.

Además de los contratos firmados con Costa Rica y otras naciones latinoamericanas, parece que el mercado de Europa del Este volverá a realizar exportaciones para ayudar a sostener el maltrecho sistema alimentario cubano.

Al igual que durante los años de la Guerra Fría, antes del derrumbe del campo socialista y el fin de la Unión Soviética, Cuba vuelve a asumir el papel de aliado político, ahora de la actual Rusia. La mayoría de los anuncios de las negociaciones llegan en medio de las sanciones internacionales debido a la invasión rusa a Ucrania. Como moneda de cambio por el apoyo de la isla ante la opinión y los organismos internaciones de derechos humanos, Moscú ofrece el envío de alimentos que disparan, en la memoria colectiva de las generaciones nacidas antes de los noventa, recuerdos de una época de aparente bonanza económica y alimentaria. 

Así, Boris Titov, director del Consejo Empresarial Rusia-Cuba, y Julio Garmendía, embajador cubano en Moscú, hicieron oficial Rusmarket, una empresa mixta ruso-cubana que estará dedicada a la venta de productos rusos en el archipiélago. En lo que va de año, suman 23 las empresas rusas ganaderas con permiso para exportar sus productos cárnicos al país; de ellas, nueve aprobadas en agosto.

Mas, vuelven las mismas interrogantes: ¿cuál es el destino que el Gobierno cubano dará a estas importaciones y quiénes serán sus consumidores?

Para nadie es un secreto que la mayoría de los pocos alimentos que aún se producen en la isla y los muchos importados son reservados por el Gobierno para el sector turístico. Incluso, a pesar de que en los últimos años los ingresos de ese sector sufren una continua contracción, sigue estando protegido. Así, no es de extrañar que incluso las donaciones de productos alimentarios por países y organizaciones internacionales y no gubernamentales, y el dinero destinado para la cada vez más inexistente canasta básica, sean desviados con el propósito de garantizar una alimentación media en los hoteles.

Asimismo, son garantizados también eventos culinarios internacionales, como la más reciente edición del Varadero Gourmet, realizada en septiembre de 2023; en la que, entre competencias, exhibiciones y degustaciones, el derroche de comida frente al hambre que padece una gran parte del pueblo cubano resulta un crimen en exceso cruel. 

Este año, el evento se desarrolló en uno de los hoteles más importantes de Varadero y con acceso restringido. Bajo el lema «La salvaguarda de la comida criolla cubana», Varadero Gourmet no es más que una burla a la mesa de los cubanos, quienes no recuerdan cuándo fue la última vez que comieron carne de cerdo, picadillo a la habanera o vaca frita, por ejemplo.

El mismo cinismo gubernamental se refleja en la realización de otro evento internacional como Dîner en Blanc el 11 de noviembre de 2023, en el Club Habana. El evento se desarrolló en medio de la aguda crisis alimentaria de la isla. De tal modo, mientras el pueblo apenas tiene acceso a productos cárnicos, en la cena de blanco se podía consumir un plato de carnero o carne de res por un precio de 65 dólares estadounidenses.

Así, resulta demasiado evidente que el Gobierno cubano no solo busca proteger el sector turístico al desviar los pocos recursos alimentarios hacia esa área, sino que también persigue exportar una imagen lavada hacia el exterior, tratando de alejarse lo más posible de la realidad alimentaria en Cuba.

Por otro lado, es interesante destacar cómo el mismo Gobierno ha desplazado la venta de cárnicos de las tiendas MLC, donde apenas sobreviven algún que otro paquete de pechuga de pollo y, de manera muy ocasional, carne de cerdo o de res a precios impagables para la mayoría de la población, hacia los mercados online con pagos desde el exterior. No resulta difícil rastrear estos mercados, Katapulk, Alawao, Supermarket23, para ver la oferta de productos cárnicos frescos con entrega incluso en el mismo día, en dependencia de la provincia.

En muchos casos, tales productos no tienen etiquetas con la información básica del productor. Esto sucede, sobre todo, con las carnes de cerdos, res y carnero; lo cual hace pensar que, si se supone que estos negocios deben vender alimentos comprados en sus respectivos países de domicilio, de qué manera evaden entonces los controles aduanales, ministeriales y de protección al consumidor con productos no etiquetados. 

¿Será acaso que el propio Gobierno cubano tiene un contrato no declarado con estos negocios y les suministra los productos cárnicos para que revendan, mientras se embolsa una parte de las ganancias? ¿Podría hablarse de corrupción de funcionarios gubernamentales, aduanales, de los productores cubanos, que por un precio extra aseguran un suministro constante de carne fresca? ¿Cómo logran dichas ventas algunos de estos sitios, no legalizados en la Cámara de Comercio de Cuba y, por tanto, sin almacenes legales en la isla?

Otros actores a tener en cuenta como posibles clientes de esas importaciones podrían ser las mipymes, creadas, en teoría, para fomentar el desarrollo de las industrias locales. Estas, más bien, se han abocado a importar comestibles para venderlos en Cuba a precios exorbitantes e incluso a revender alimentos de producción nacional como la malta o la cerveza Bucanero, o la propia carne de cerdo. La venta de esta última, por ejemplo, fue anunciada hace menos de un mes en Facebook, en el grupo Mipyme Playa, en el que la libra tenía un único precio de 650 CUP y era obligatorio comprar la pieza entera (entre 44 y 60 libras) pues, según ellos, no podía ser dividida en porciones. Por tanto, el comprador debía contar, mínimo, con 28 600 CUP para poder adquirirla.

Lo cierto es que el consumo de carne en Cuba se va reduciendo cada vez más y, por el camino que va, se verá abocado a su desaparición. Sin mencionar la profunda crisis e inseguridad alimentaria en la que vive sumida la población cubana, una galopante inflación, el desabastecimiento y la desidia estatales, aspectos agravantes de la situación alimentaria.




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