Recién graduada en Letras y llena de conocimientos para dar, decidí, como tantos jóvenes de “provincia”, probar suerte en la capital. Mi caso era distinto a muchas personas, no me fui por razones económicas; pues Morón, la ciudad donde vivo, es, lo que se dice, un “polo turístico”. Me fui como tantos otros jóvenes profesionales, a buscar opciones, caminos.
La expresión fatalismo geográfico, es común entre la mayoría de los jóvenes egresados, y esta es una realidad no solo de Cuba.
Aquí, jóvenes guionistas, actores, escritores, artistas de todo tipo, médicos y profesionales de todas las ramas, dejan tierra conocida y se disponen a volar. Luego de terminar una carrera universitaria, aún con el ímpetu de quien no ha chocado mucho con la realidad, no lo dudan y emigran, en una diáspora interna, hacia un “futuro mejor”. Hacen sus maletas, se despiden de sus familias quienes dicen adiós con ojos de temor pero fe en su prole, con ojos de quien reconoce el sacrificio necesario. La capital “de todos los cubanos” nos recibe.
Sin embargo, la capital tiene mil caras, y la mayoría no se muestran en los medios oficiales. Para hacer corta la historia: búsqueda de alquiler, cansancio, reconocimiento de la miseria humana acrecentada en una urbe plena de hacinamiento; escenas casi dantescas que dan fe de que la realidad supera a la ficción. Ancianas arrastrando perros muertos por la calle, ruinas, maltrato, violencia, apretados autobuses y aún no aparece alquiler.
Cuando al fin lo encuentras, a organizar la vida, ahora sí, a crecer. Pero en poco tiempo la casera decidirá hacer arreglos en la casa, y sin miramientos, exigirá salir, y así, y así, y así….
Las opciones de alquiler son cada vez más caras. Se multiplican los trabajos a ejercer, como si estuvieras en el extranjero, pero sigues en Cuba. Ya los trabajos no son profesionales, está el que te gusta, pero es necesario pagar el alquiler, y comer.
Por tanto, la cuestión no es irse a la capital o no, todas las opciones son válidas; si no a qué precio mantener nuestra estancia en un lugar, sea cual sea, si se desvirtúa el camino. “Echar pa`tra” puede ser considerado un acto de fracaso, tal vez hasta de cobardía, y el interminable ego está para recordarnos qué dirán los vecinos, la gente que nos conoce y nuestra propia familia. Por eso, para no echar pa`tra los jóvenes siguen —tal vez como aquellos que emigraron hacia otros países— postergando sus propias vidas en trabajos múltiples, haciendo y deshaciendo maletas cada vez que son sacados de algún alquiler, en buen cubano, “comiéndose tremendo cable” para no dar su brazo a torcer.
Yo, cuando me vi un día entero achicharrada bajo el resplandor de una parada de autobús en un trasiego de alquileres, esperando no sé qué, decidí que aquello no valía la pena. Lo comenté con otros jóvenes, muchos me dijeron que tenía razón pero que ya ellos habían quemado las naves. Otros amigos, que no residían en la capital, me apoyaron y me dijeron que La Habana para ellos no era una opción. Otros, estaban como pez en el agua, reconociendo que, si bien pasaban trabajo, y a pesar de extrañar a sus familias, siempre había sido su sueño.
Mi estancia en la capital dejó sus frutos: además de las personas malas, conocí otras buenas, dejé puentes tendidos y, sobre todo, contrasté realidades. Vi cosas que, de haberme quedado en casa, jamás habría visto, salí de la burbuja universitaria para darme cuenta de mucha podredumbre profesional y humana, aunque esta no es solo una cuestión capitalina, pero allí se exacerba.
A veces, lo que todo el mundo hace, la “ley de la masa” como le llamo yo, no es precisamente lo correcto. Hay que irrespetar convenciones, desmontar paradigmas, desmitificar creencias; si no, tal vez, continuaríamos creyendo que la tierra es plana, o que los rayos son producto del enojo de Zeus.
No critico ninguna decisión, ni tengo ninguna respuesta en la mano, solo propongo repensar nuestros modelos a seguir. Ninguna opción es fácil, menos en un país que proclama pancartas enormes de fe en la juventud, y echa cerrojos oxidados para las puertas de los jóvenes; pero esto no puede cegar nuestra lucidez.
No creo que el camino sea como dijo una mujer con la que hablé en el último alquiler en el que estuve, cerca del Hospital Ameijeiras “Virar pa` tra, niña, tú estás loca, ni pa` coger impulso, hay que estar aquí, haciendo lo que sea, vendiendo lo que sea, “jineteando”, pero estar aquí”. Si es nuestro camino, que así sea, pero si no lo es, reconocerlo, y virar atrás.
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Gilgamesh
Blurryface