Obama dejó Cuba después de tres días de estancia en la capital del país, La Habana. La ciudad, proclamada capital de la Cuba revolucionaria y de la izquierda latinoamericana ha encantado a POTUS. Sin embargo, él no ha sido menos para con los cubanos en la Isla, no acostumbrados a conectar con tan carismático líder.
Por Luis Carlos Battista @lcbattista
El Presidente ha roto los cánones de seriedad e intimidad infranqueable con que se ha identificado a la mayoría de los políticos en Cuba durante los últimos tiempos y por ende ha sorprendido al pueblo con su carisma y calidez. Para los que vivimos en los Estados Unidos y seguimos su carrera, no es tanta la sorpresa.
Al observar el paso de la caravana presidencial en un video de la Televisión cubana entendí por los comentaristas, que el pueblo cubano acogía al ilustre visitante con el respeto y la disciplina que le caracteriza. Sin embargo, el comentario no coincidía con el video, los habaneros, bajo una pertinaz lluvia, no recibían a POTUS con el respeto comedido anunciado sino con vítores. No pude dejar de preguntarme si el discurso de acercamiento cauteloso que se promueve desde el gobierno revolucionario hacia las relaciones con los Estados Unidos tiene acogida en el grueso del pueblo cubano.
La habilidad política del líder norteamericano y sus asesores les ha permitido utilizar correctamente la forma y el contenido, dando en el clavo a la hora de transmitir su mensaje de acercamiento hacia la Isla. Esta habilidad les ha permitido exponer que Cuba ya no es la misma masa monolítica que solía ser durante aquellos crudos años de la Guerra Fría. Lo demuestra la falta de uniformidad en la apreciación hacia el Presidente que se ha podido observar en los distintos estratos de la sociedad.
Para las capas más humildes de la población cubana, Obama representa la encarnación del éxito gracias a la dedicación y voluntad personal partiendo desde una familia disfuncional, como él mismo describe su origen e historia. Lo tienen como un hombre valiente y admirable, capaz de dar pasos que nadie ha podido o querido antes, por ello no es de extrañar la excitación humana en los videos que he observado con La Bestia por las calles estrechas y humildes de Centro Habana. Lo han tomado como propio.
Desde los sectores más moderados se recibe el mensaje del Presidente con cautela y en ocasiones con desconfianza, como niños la primera vez que un desconocido ofrece una golosina. Es lógico, durante más de 50 años la potencia que este representa ha sido el enemigo acérrimo de la Revolución Cubana y va contra la conciencia el desconocer tanta historia, no obstante se comprende que es un proceso largo que llevará múltiples pasos.
Para los sectores más extremos, la visita del Presidente y su discurso llegan a ser irritantes y sediciosos.
Eso se debe a la ausencia de temas como la Base Naval y otros de menoscabo a la soberanía nacional, y a ello se suma la afrenta de ir a Cuba a hablar de democracia con todas las insuficiencias que tienen los Estados Unidos.
Para estos, Obama es embajador de valores contrarios diametralmente a la Revolución: libre empresa y capitalismo y la exaltación de los derechos civiles, políticos y económicos sobre los sociales y culturales. Esperan del Presidente que tome las medidas reclamadas, como decimos popularmente, para ayer. En mi opinión, estos no supieron interpretar en toda su extensión el discurso del Presidente Obama en el Gran Teatro.
Por otro lado, entre la comunidad cubanoamericana, la opinión imperante es de apoyo e identificación hacia los gestos y palabras del Presidente. No por gusto en ambas elecciones el Presidente ha ganado ampliamente el Condado Miami-Dade.
Sin dudas tras esta visita ya Cuba no será la misma. Cada cual le dará su propia explicación e interpretación de cara a la geopolítica. Para mí, a los norteamericanos les ha servido para demostrar lo diversa políticamente que se está tornando la sociedad cubana y la obsolescencia de la maquinaria partidista. La masa popular probablemente ya no ve al presidente norteamericano como el señor imperialista y los sectores más comprometidos han dejado de largo la oportunidad de preguntarle en domicilio propio a POTUS todo lo que le reclaman diariamente.
Los americanos se dieron cuenta que la invasión ya no es necesaria con cañoneras ni bombarderos, solo es necesario enviar un muy hábil y brillante político. De todas maneras la batalla fue desigual, en casa no se supo lidiar con Barack Obama.
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