Escapó de Cuba y levantó un imperio ganadero en EE. UU.

Foto: Cortesía de Juan Reyes al Cowboy State Daily
La vida de Juan Reyes comenzó de nuevo a los 11 años. Cuando llegó a Florida, solo llevaba una maleta de cartón en la que guardó 5 kilos de ropa. No tenía dinero ni otros bienes valiosos. El régimen de Fidel Castro le había prohibido viajar con algo que pudiera venderse o canjearse. Venía de Covadonga, una comunidad rural de Cuba, a menos de 10 kilómetros de la Bahía de Cochinos, en Matanzas. A punto de entrar al Salón de la Fama de la Agricultura de Wyoming, recuerda que la aventura más desafiante comenzó en 1962. Juan fue uno de los niños que escapó de Cuba mediante la llamada «Operación Peter Pan».
El testimonio fue reportado primero por el medio estadounidense Cowboy State Daily, que lo describe como «uno de los ganaderos más exitosos y respetados del estado». Junto a su familia, este cubanoamericano sostiene las riendas del rancho MR Angus, un lugar dedicado a criar toros angus de pura raza. La historia de su infancia está partida por la historia inicial de la Revolución.
Juan contó que en la década del sesenta su padre trabajaba en un ingenio azucarero y criaba algunas vacas. Los caballos eran su principal medio de transporte. En esa época, la familia de Juan estaba dividida: la rama materna era completamente procomunista y la paterna profundamente católica y contraria al Gobierno. La invasión de Bahía de Cochinos, en 1961, fue un machetazo que terminó de partir los afectos entre ambos grupos.
En ese contexto, su padre decidió enviar a los hijos fuera. Así, Juan y sus dos hermanas subieron a un avión como parte de una operación secreta de la Iglesia católica para sacar a un grupo de niños de la isla.
El avión aterrizó en Florida y los tres terminaron en un campo de refugiados. Ese es uno de los momentos más duros que evoca. Entre el ruido de pasos y voces desconocidas, un hombre llamado Roy McDonald lo eligió. Juan no conocía el frío ni lo que vendría después, pero sabía que quería salir de allí.
Aprender del frío y del trigo
Desde el primer momento, se sintió sobrepasado por el paisaje. La ciudad Colfax, en Washington, era más que trigo y ganado. En ese lugar, Juan pudo asistir a la Academia St. John, dirigida por sacerdotes y monjas. Las clases no le interesaban tanto como la granja de los McDonald donde empezó a entender que la tierra también podía ser un hogar.
Se hizo amigo de la familia y, entre tractores y campos dorados, aprendió inglés. Unos años después, sus padres lograron salir de Cuba. Se instalaron en ese poblado y los McDonald les dieron trabajo en la granja. Ese fue el primer indicio de que la vida podía volver a armarse.
Juan terminó el colegio y entró a la Universidad de Washington. Ninguna materia le resultó especialmente interesante. Una tarde ayudó a un amigo que se mudaba a Wyoming para estudiar Derecho. Y vio por primera vez los espacios abiertos, el horizonte infinito. Wyoming le pareció un lugar donde podía perderse y encontrarse. No sabía que allí le esperaban años de dificultades, trabajo y errores. Esos paisajes ya eran el principio de algo.
Otra parte de su historia había comenzado. En Washington conoció a Joni. Ella tenía 12 vacas angus registradas. Se enamoraron y se casaron. Entre los dos, empezaron a soñar con un rancho propio.
Tie Siding, la «Siberia» de América
Se casaron en 1977 y se mudaron a Tie Siding, una pequeña comunidad en el extremo sureste del condado Albany. El lugar imponía inviernos tan filosos que Juan lo llamó la «Siberia» de Estados Unidos.
El rancho tenía espacio para 60 o 70 vacas. Parecía suficiente. Pero en el primer invierno perdieron muchas reses por hipertensión pulmonar, un mal relacionado con la altitud. Juan recuerda que casi se arruinaron. Con esa prueba difícil comprobó que la ganadería era más que una película de vaqueros. Tenía que aprender de genética, enfermedades y supervivencia. Después de eso, ambos colaboraron con la Universidad Estatal de Colorado, uno de los primeros centros que buscó soluciones para el padecimiento que había diezmado el ganado de Juan.
Mientras tanto, trabajó como guardagujas y guardafrenos en el ferrocarril. Hizo labores de construcción para sobrevivir. Wyoming era hermoso, pero no perdonaba los errores. Las noches eran largas. Y los inviernos, interminables. Aun así, Juan no se fue. Estaba viviendo su sueño americano, lo que él llamó «el sueño de Wyoming».
En 1983, Juan y Joni se mudaron a Wheatland (un pueblo ubicado en el condado Platte, Wyoming) y empezaron de nuevo. Repararon un corral de engorde destartalado y apostaron por la crianza de mejores toros angus. También decidieron que las vacas debían parir en los meses más cálidos. El rancho creció hasta tener espacio para 7 000 cabezas y 1 000 vacas de cría. Su venta anual de toros se volvió muy conocida.
Aunque Juan Reyes es un ganadero de éxito, dice que su mayor logro fue sacar adelante a su familia. Gracias a su persistencia está creando un legado en el sector y agradece que sus dos hijos puedan acompañarlo. La labor diaria es intensa y, además del ganado, cultiva maíz y alfalfa. Precisa que al Salón de la Fama de la Agricultura de Wyoming no entrará solo sino con su familia.
Cuando llegó a Estados Unidos, con 11 años y muchísima soledad, ni siquiera sabía inglés.


Comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
[email protected]
Osvaldo Rodríguez
Ariel
Nieves Airado
Frank
María Ursina leal guzmely
Jesús Mulens
Lazf
Ariel
Rubén Guzmán
Mike
Adolfo García Pardo
Augusto C. Garcia
Maritza
Luisa Suarez
Mireya
Jose f Rodriguez
Yosvany
Jose bautista
Ángel Jesús carballosa López
Jose
Doors
cubano100%
Wilmer