Ferias, fieras y furias del libro en Cuba

Ferias, fieras y furias del libro en Cuba

23 / febrero / 2024

Con sus altas, bajas y muy bajas —en los últimos años más de las terceras—, la Feria del Libro sigue siendo por su alcance y magnitud el evento cultural más importante de Cuba. Abundan en ella las sustanciosas presentaciones, la visita de figuras relevantes de las letras hispanoamericanas, la venta de títulos literarios significativos. También, por supuesto, la censura rampante a cualquier intento de actividad o volumen que haga «ruido» a la ideología oficial; sea del patio o de los invitados extranjeros. Todos están advertidos. 

Otro matiz oscuro, cada vez más notable, es la desproporción entre lo que publican las editoriales militares del país — Capitán San Luis y Verde Olivo— y lo que logra concretar el resto de las casas editoras. En el caso de estas últimas, con listas de espera vergonzosas en las que incluso volúmenes premiados y comprometidos para ver la luz, pasan años sin materializarse. No hay papel, dicen. Al parecer, tampoco hay logística ni ganas para suficientes ediciones electrónicas. Pero para algunos bodrios —como poemarios insufribles o testimonios de militarotes—, aparece el papel y hasta cromado. 

Los dueños, los que administran el dinero de la isla, Gaesa mediante, tienen sus prioridades y las defienden. Comprendámoslos. 

Cada año, la fiebre del libro, algo de lo poco que aún logra promocionar el Gobierno para ofrecer retazos de entretenimiento y diversión a las grandes mayorías, nos pone de cara a preguntas medulares en cuanto a la lectura, los métodos educativos, el mercado de los productos del conocimiento y el resultado final, en cultura decantada, del gran despliegue que por algunas semanas ocupa la nación. La ocupa y, de paso, despeja un tanto la atención de temas más incómodos para los mandantes como la escasez crónica de todo, los presos políticos, la insoportable levedad del pan de la bodega…

Desde hace rato me rondan algunas sospechas, hipótesis y dudas sobre estas interrogantes esenciales. Acá las desgrano. Si para algo han de servir los libros es para provocar.

1. Las cifras de libros que se anuncian, siempre expresadas en millones (añádase voz engolada de los locutores del noticiero), no parecen ser ni remotamente proporcionales a la cantidad de novedades ni de libros que se adquieren. Si se hurga un poco, salta a la vista la carga pesada de mover y remover, año tras año, volúmenes que se añejan y pudren en almacenes y no llegan a los ojos lectores. La gente, sencillamente, no los compra.

2. La situación provoca —y varios internautas lo han comentado este año— que, en un rapto por salir de inventarios ociosos, algunas casas editoras pongan los libros a precios ridículos, como un peso cubano. Si bien esa estrategia puede ser loable en tanto, finalmente, llegarán a manos interesadas, también deprecia la noción de valor que pueden representar esos ejemplares. Esto conduce a un atolladero de irrentabilidad económica del cual no pueden salir, ni en cien años, pagos justos para los maltratados autores nacionales. Ni hablar de las peligrosas compras por acaparadores/revendedores para el clásico «trapicheo» cubano.

3. Por otra parte, de los libros que se editan, se presentan, se compran incluso, ¿cuántos se leen? Dicho de otro modo, ¿la gente lee habitualmente en Cuba? Sin datos investigativos a mano, sería imposible responder con certeza. Pero por percepciones y experiencias, se puede creer que cada vez menos. Incluso, hace varios años muchas personas alertan de que la Feria es percibida más como un espacio para «despejar», para ir a hacer camping, para salir por horas de la atribulada rutina, que un reservorio cultural al que la gente acude motivada por las lecturas que podrá agenciarse.

4. Si convenimos en que, probablemente, se lee poco, rápido y mal —fenómeno de muchos lares, no solo cubano—, habría que preguntarse las causas. Como en todo asunto complejo, pueden existir muchas condicionantes, empezando por un entorno país donde importa más la sobrevivencia, la lucha cotidiana para alimentarse o los afanes para conseguir una vía más o menos segura de emigración que cualquier lectura, por inspiradora que sea.

5. Otro de los posibles factores, decisivo a mi juicio, es la calidad de la docencia que se recibe a todos los niveles en la Isla. ¿Los estudiantes leen como una actividad cotidiana y de entretenimiento genuino o simplemente machacan los extractos y resúmenes de obras que, de forma obligatoria, les exigen recitar en el aula? Y por este camino, ¿qué pasa con los docentes que deben ser los mayores y más constantes promotores de la lectura? ¿Cuántos son capaces de convertirse en compinches de lecturas de sus alumnos? ¿Cuántos muestran cultura literaria y no solo el dominio técnico (a veces muy limitado) de su área de estudio? 

6. Ya que Brasil es el invitado de honor de esta Feria y, seguramente, Paulo Freire con sus teorías educomunicativas estará entre los autores mencionados, valdría la pena meditar hasta qué punto los maestros cubanos —Centro Martin Luther King Jr. aparte— ejercen la pedagogía con énfasis en los procesos que lleva a una auténtica asunción de la lectura crítica. Esto, de plano, se conecta con un orden de cosas donde las lecturas críticas están bien hasta que son «críticas» con el sistema. Se enseña a leer y pensar, pero se premia desde el preescolar la obediente disciplina. Es decir, piensen, pero no tanto; lean, pero no lo prohibido; y no conecten jamás el leer-pensar con el transformar su entorno cambiando «lo que deba ser cambiado».

7. La lectura mal administrada y disciplinada por planes centralizados de estudio —sin desmerecer la necesidad de los planes— es tan de fracaso, pienso, como los centralizados planes económicos del país. Esto no quita la necesidad de control, facilitación y ciertas obligatoriedades, sobre todo en edades en que no se sabe qué leer, cómo hacerlo con mejor rendimiento y cuánto nos aportará para determinado oficio o profesión. Pero la «dosis exacta» entre obligatoriedad, opciones, planes móviles y participación real y responsable de los educandos en el menú de su formación, sería la estrategia ausente o, al menos, muy poco desarrollada.

8. Otro asunto no menor es la irrupción de lo digital: redes e imágenes en perpetuo movimiento; un mundo al que Cuba ha llegado tarde y con mil falencias, pero en definitiva ha llegado. Si en entornos mucho más desarrollados, donde la vida intelectual y educativa goza de privilegios y facilidades enormes, tantos académicos se rompen la cabeza con la tontería digitalizada masiva, ¿qué esperar en nuestra quintomundista islita? En una entrevista de 2015, el ácido escritor y periodista español Arturo Pérez-Reverte, Premio Cervantes y miembro de la Real Academia de la Lengua, soltaba a bocajarro: «La gente no lee. Ve analfabetos hablando por televisión. Y luego escribe antes de pensar. Todo eso redunda en un despojo: las redes son un bar de analfabetos».

9. Tampoco ha sido muy exitosa, al parecer, la migración forzosa sin respaldo logístico adecuado ni coherencia organizativa que han pretendido imponer hacia ediciones electrónicas en algunas editoriales nacionales,. En el cambio cultural que implica, con autores que no ven su libro físico publicado cuando ese fue el pacto inicial de entrega, lectores que no se llevan el objeto añorado en la mochila, pasarelas de pago que malfuncionan, comercio electrónico mal atendido y peor ejecutado, las decepciones campean a sus anchas. Eso, sin caer en detalles más finos como los que comentaba el poeta y director de la revista La Gaceta de Cuba: «No basta con producir libros digitales, aplicaciones, audiolibros, ni tener tiendas virtuales si no aparecen en los buscadores, si no se establece un sistema de comunicación. El libro digital, como el libro impreso, requiere de promoción y publicidad atractiva, de narrativa persuasiva para llegar a diferentes comunidades lectoras, necesita otro tipo de mediadores, líderes de opinión, revistas y sitios espacios digitales que posicionen y sugieran los contenidos».

10. «Leer es construir identidad», reza el eslogan de esta edición. De acuerdo. Pero solo se construye identidad desde sentimientos de pertenencia, desde una sintonía emocional e intelectual que pasa, quién lo duda, por el contraste crítico, por el debate auténtico, por la pluralidad sin orejeras ni fórceps. Eso, al parecer, está algo distante de la «fiera» cubana del libro. 

ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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Jose Ramon

Fui por primera vez a la "Feria del Libro" por el 2005 o 2006. Aun recuerdo el encoj... por los precios. Y mi asombro por la cantidad de libros que la gente compraba. Yo no podía gastarme 1/3 del salario mensual en libros. Así que fue primera y última vez. Por suerte, conseguir libros piratas es simple.
Jose Ramon

Tmc

Me entiendo bien con el libro digital. Gracias a ello he podido leer y releer las novelas de Padura que son un ausente constante en las fieras del libro en Cuba, llevando la misma línea de razonamiento del artículo, que está excelente. Gracias al Internet no necesito la feria cubana para leer de lo bueno. Los libros no me cuestan un centavo y los disfruto desde un tablet. Y, si hay alguno difícil, algún amigo, fuera de estas aguas, me lo hace llegar online. Triste, por otro lado, no poder leer sobre Buenos y noveles escritores cubanos. Una pena, pero, a la porra la feria o fiera cubana, pues ahora leo hasta lo prohibido, lo que nunca me dijeron que existía. Bien por el Internet.
Tmc

Carlos

Es evidente que ante tanta verdad, la política oficial del país sea indiferente a polemizar, no están acostumbrados a reconocer la realidad de otra forma que no sea mediante el silencio. La frase martiana habla de ser culto para ser libres, si no les importa la parte de ser libres, para qué ocuparse de formar hombres cultos.?.
Carlos

Ilaine

Muy buen análisis, mis felicitaciones
Ilaine

John Luis

La verdad yo opino que aunque es verdad todo aquello que dicen y que la cultura es algo cada vez más ajeno a nuestro país y que las personas prefieren ver cosas aleatorias en las redes que cosas poco notorias pero que lleguen el tema de los libros que están como dicen a peso ayuda a que lecturas no tanto conocidas lleven a manos de nuevos lectores ya que las obras de gran renombre y peso literario están a unos precios que rozan lo absurdo tanto que parece que la lectura sigue siendo un lujo para gente con caché, sé que ustedes de verdad quieren que esta triste realidad cambie pero honestamente esto no solo depende de nosotros o de esas voces apagadas deseosas de un cambio.
John Luis

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