Marquitos llegó luego de 15 minutos de entrevista, besó a su padre, desabotonó su camisa, me estrechó la mano y se sentó con adultos a responder preguntas de adultos… Marquitos tiene 12 años, una madre ausente desde los siete y un padre alcohólico…
En el “Moñingo”(nombre por el que se le conoce a ese paraje de la geografía pinareña) ser hombre tiene implicaciones más allá de usar pantalones o una pose viril. Ahí “hay que ser un tipo duro, tomar ron y pinchar jevitas”… El Moñingo no conoce de ciertas normas sociales, ni de los endebleces de la paternidad. Menos, mucho menos, de ser abandonado por una mujer y criar solo a un hijo. En el Moñingo nació Marquitos un siete de enero de 2004.
“Ser padre no estaba en mis planes, sobre todo siendo tan joven, pero cuando la madre de Marcos se dio cuenta no se pudo hacer nada.” Para el Nene ser padre es más instintivo que pasional: una lógica de barrio, inculcada a cada varón cubano nacido en los suburbios.
“Nosotros los hombres no pensamos como las mujeres quienes desde niñas juegan a la mamá. Nosotros no nacemos padres; nosotros, a fuerza de vida, nos hacemos padres.”
Alcohólico, violento y sin oficio, el Nene lo tenía todo para ser un marginado más de los extramuros de un Pinar del Río decadente. O para amanecer muerto en cualquiera de las broncas del barrio, quizás… pero también tenía un hijo. Ser padre de un niño como Marcos salvó su vida.
El Sol era un tórrido castigo esa tarde de 2012, como un gran bloque metálico en plena ebullición sobre el cielo. Nada diferente se puede esperar en julio en Cuba. Ese calor del trópico —asfixiante, libidinoso, ígneo— que lleva a la sed. Sed atenuada, muchas veces, por cierta bebida de producción nacional llamada “cerveza de pipa”: un pretexto muy cubano para riñas de todo tipo.
Esa tarde no fue la excepción. El Nene, ya ebrio como de costumbre, desató una polémica en la multitudinaria fila y sin tiempo a reaccionar estaba en el piso con las rodillas ensangrentadas y cuatro tipos amenazándolo con cuchillos de afiladísimas hojas…
“No tengo seguridad de cómo sucedió todo, lo que sé me lo contaron después” (…)
En este momento la conversación se vuelve densa. Su narración se corta. Mira a Marquitos, lo sienta en sus piernas, lo abraza… Echo mano a lo primero que se me ocurre para relajar el clima de tensión:
— ¿Marquitos qué recuerdos tienes de tu mamá?— le pregunto al niño. Cambiar el tema generalmente resulta… esta vez no tanto…
— Siempre me acuerdo de la noche antes de que se fuera. En ese momento entró mi papá borracho. No le gustó la comida. Botó los calderos para el patio. ¡La empujó! Ella cayó al suelo y se partió el brazo… Al otro día se fue.
Intento con más precaución hacer otra pregunta con la esperanza de suavizar y de una vez saber qué puso tan mal al Nene, qué le impidió terminar de narrarme lo ocurrido aquella tarde de julio de 2012; pero el niño me corta y explica:
—Mi mamá se cansó de que mi papá le diera golpes por eso se fue, pero ella no es mala. No me gusta que digan que me abandonó. El otro día oí que unas maestras lo dijeron en la escuela y eso no es así. Ella quería que nos fuéramos juntos, pero yo no podía dejar a mi papá solo. Ella allá tiene a mi abuela y a mi tía. Mi papá solo me tiene a mí. El día de la bronca que te estaba contando él, fui yo quién le salvó la vida. Me enteré lo que estaba pasando en la pipa con mi papá y salí corriendo para allá. Me metí delante de los cuatro tipos con cuchillos y les grité que lo dejaran tranquilo. ¿Si me hubiese ido con mi mamá quién hubiese salvado a mi papá?.
Mientras contaba lo sucedido pude ver el horror en sus ojos, la gratitud por su niño, los discretos pesares del arrepentimiento.
Esa tarde de 2012 pudo con el Nene lo no pudieron las dos veces que estuvo ingresado en la sala para alcohólicos del Hospital Psiquiátrico Provincial. Esa tarde de julio hizo, de una vez y para siempre, del Nene un padre.
Ahora el Nene trabaja como campesino en la CCS Cuba Socialista y toma solo los domingos con los chamas del barrio, porque en el Moñingo hay que ser “un tipo duro” aunque seas padre y madre a la vez…
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