Recientemente la reconocida periodista y feminista cubana Marta María Ramírez relataba en su muro de Facebook su última experiencia con el acoso en las calles de La Habana:
“‘No te hagas la seria, que eres tremenda puta’, me lanzó hoy en medio de La Habana y en tono violento un desconocido. Solo atiné a mostrarle dónde lleva La Caperucita la cesta para su abuela y seguí mi camino. Soy una puta seria o una seria puta, seré lo que sea, pero no permito que me lo digan en la calle personas que desconozco, y menos hombres. Me pregunto, ¿qué haremos con el acoso callejero contra las mujeres? ¡¡¡Estoy harta!!!”
Por Sandra Abd´Allah
La pregunta que se hace Ramírez nos abre las puertas para profundizar sobre el acoso callejero en Cuba, algo sin duda de difícil abordaje en un país donde la violencia psicológica y simbólica hacia las mujeres es frecuentemente justificada y, por tanto, naturalizada a partir de supuestas tradiciones culturales. En este sentido, la población cubana no identifica determinadas conductas como acoso. Tal es el caso del piropo. Solo si éste tiene un contenido despectivo, como en el ejemplo que nos ocupa, es que las personas reaccionan al mismo. Sin embargo, cuando éste es una celebración de belleza de la mujer es ampliamente aceptado por los dos géneros.
Por lo general para justificar el acoso callejero a las mujeres en Cuba se esgrimen dos tipos de argumentos: uno más orientado a la naturalización de la conducta acosadora de los hombres a partir del uso de términos como “lo innato”, “los hombres cubanos son más fogosos” o “que nace con el hombre”; y del otro lado estarían supuestas tradiciones culturales que lo sustentan, como escuché hace poco: “el piropo es parte de la cubanía”. En este segundo caso, Ramírez nos explica:
“Nunca entendí qué es la cubanía ni he pretendido a hablar en nombre de Cuba, pese a haber vivido aquí gran parte de mi vida. Pero me queda claro que no es un fenómeno cubano. Lo he vivido en otros contextos, incluso donde está penalizado el acoso en la calle. Aupados por el nacionalismo, muchos cubanos entienden que hasta el acoso callejero nos pertenece y se vanaglorian de eso. Lo que sucede aquí es que no han querido debatirlo o han querido naturalizarlo como parte de una cultura, por demás bien machista, bien patriarcal. Hay que nombrar las cosas, dicen las feministas de las que bebí”.
Podrían ser múltiples las vivencias que una situación de acoso produce en las mujeres, desde sentimientos de impotencia hasta de culpabilidad, pero en todos los casos pasa por el posicionamiento que se tenga ante este asunto.
“Rabia. La siento desde la panza y sale en palabras o en gestos cuando me enfrento a estas situaciones en la calle, que son bastante frecuentes. Me jode el derecho supuestamente incuestionable de los hombres de acosar a mujeres por su género o a personas LGBTI por su orientación sexual o identidad de género, que siempre va equiparado con el femenino que alude a que si no son ‘hombres hegemónicos’ son ‘mujer’, en singular, o mujercitas, en diminutivo y plural. Todo es despectivo. Después viene una sensación de indefensión, de desamparo legal, de falta de solidaridad o sororidad (solidaridad entre las mujeres)”.
Por último ante la pregunta de posibles recomendaciones para las cubanas con la finalidad de salir lo más ilesas posibles de una situación de acoso callejero, la también bloguera nos expone:
“Primero, entender que es acoso basado en una cuestionable posición de poder, aun cuando no parezca ser grosero o violento, y que la calle es nuestra, es de todos y no tenemos que pedir permiso. Entender que estar borracho no es un atenuante, justificación, para acosarnos en la calle. También que los acosadores no se distinguen por el color de la piel, procedencia o nivel socioeconómico, solo son hombres hegemónicos y violentos”.
“Exigir legislaciones, campañas mediáticas, luchar cada día, pedir a nuestros decisores políticos que iluminen la ciudad, que la hagan segura para las mujeres. Educar a sus hijos, sobrinos, nietos en una cultura de respeto, equidad que no reproduzca el patriarcado y su injusticia. No ceder la calle a los hombres en ningún horario”.
“Denunciar con los recursos que se tenga, aun cuando no sean legales. No tener miedo. Responder si tienes ganas, se quedan paralizados la mayor parte de las veces. Gritar ‘¡¡¡Abajo Fidel!!’ cuando sientas que el peligro físico es inminente. No lo he usado aún, pero lo llevo siempre en la garganta cuando ando de madrugada sola en la ciudad. Tomar clases de algún tipo de defensa personal no está mal. Yo me lo estoy pensando, aun cuando pienso más como Gandhi”.
comentarios
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GREGORIO
http://www.14ymedio.com/opinion/sociedad-civil-estatal-aguerridas-tropas_0_1754224566.html
Lauren
carmiño hernancez