¿Ves, corazón?, en Cuba no hay secuestros. O por lo menos uno no se entera. Tampoco hay pistolas en las escuelas, así que estoy un poco más tranquilo cuando dejo a mi enano en la primaria de lo que lo está mi padre cuando deja a mi hermana en su escuela. Ellos viven en Texas y allí sí suelen pasar esas cosas. La gente tiene pistolas en casa y en las guanteras. Allá me explicaron que no cualquiera tiene acceso a una, que hay que aprobar cierto test psicológico y no sé qué. Pero de vez en cuando las noticias mencionan tiroteos y eso me aterra.
No sé si te conté cuando en Miami trataron de asaltarme. Yo salía de un bar con un amigo, no era más de las ocho de la noche. Doblamos la esquina de una farmacia y allí nos salió un tipo. “I have a gun”, nos dijo, “give me your money”. Era un gringo grande con flow rapero. Se agarraba la cintura como si tuviera el arma bajo el pulóver. Mi amigo le dijo en inglés que estábamos más atrás que los cordales. Pero el gringo insistía: money, money. No sé por qué me sentí más tranquilo que la vez que me asaltaron en Cuba. Aquí, como tampoco tenía un peso, aquellos cinco hombres con cuchillos me quitaron los tenis. Y eso que los llevaba en la mano porque habían acabado de largar la suela. En Miami pensé que el gringo gigante no iba a ser tan ridículo. Y pensé bien. Después de diez minutos nos dejó ir.
Como sea es más fácil lidiar con armas blancas. Con un cuchillo en la cara uno sabe que puede forcejear, salir corriendo, que el asaltante tiene que ser un bárbaro para encajártelo en plena carrera. Uno tiene aunque sea un dos por ciento de probabilidad de escaparse. Pero una bala te alcanza muy fácil. A no ser que el tirador sea idiota.
Hace meses circuló un video en Facebook en el que un niño de unos nueve años apuñalaba a otro. Creo que en La Habana Vieja. Sabrá Dios qué controversia infantil habían tenido que terminó en eso. Un niño decía “te voy a pinchar” y el otro le respondía “pero pínchame”. Y chas, la puñalada en la barriga. El niño apuñalado se quedó lelo. El otro, tan tranquilo. El tercero nunca soltó la cámara.
De vez en cuando me entero de historias así, escalofriantes; historias que no sé por qué suceden aquí y en todas partes. Siempre le echo la culpa a la miseria. Pero creo que es algo más profundo. Un tipo de miseria espiritual que me hace sentir vergüenza.
Ahora ando con el corazón partido por lo del movimiento #SayHisName, por la muerte de Cannon Hinnant, un niño de cinco años que montaba bicicleta en su patio en Wilson, Carolina del Norte, y que murió del disparo de un vecino. En la cabeza. A quemarropa, dicen. Yo no sé qué me haría si un día le disparan a mi enano. O lo apuñalan. No tendría cabeza ni para llamar a la policía ni para enfrentar asuntos legales. No tendría cabeza ni para darle cuatro gaznatones al agresor. Yo creo que me muero. No quiero seguir pensando estas cosas.
Vivo lleno de miedo por mi enano. Está creciendo. Ya empieza primer grado. Y yo no sé cómo se desenvuelven los niños ahora mismo. En mi época se usaban los piñazos, las pandillas y la burla. Una vez un chiquillo le encajó a otro un lápiz en la mano. Y eso es grave. Pero no es lo mismo que una puñalada en la barriga.
Siempre hay que huir de la miseria, Amanda. Del hambre y de esa otra miseria que te digo. De cualquier tipo. No estoy muy seguro de por qué vivo en Cuba. No sé medir si es más grave un secuestro que una pistola, que una puñalada. No sé, en ese sentido, si estoy mejor aquí, en Texas o en México. Por eso uno tiene que aprender karate o cualquier manera de defensa propia. Ahora, mientras te escribo, por ejemplo, hay un ruido allá afuera en el pasillo y me he levantado a ver por la mirilla si están forzando la reja de mi casa o la del vecino. No logré ver nada. Pero no sé qué haría si de pronto estuvieran forzándome la reja. ¿Gritarle a quién?, ¿llamar a la policía para que llegue cuándo?, ¿coger un cuchillo de la cocina?
¿Y si me mudo a Texas y cualquier día me llaman de la escuela para decirme que a mi enano le dieron un balazo? ¿Y si me mudo a Ciudad de México y me llaman con una voz extraña para decirme que lo secuestraron? ¿Y si me quedo y cualquier día me llama la maestra para decirme que le encajaron un lápiz?
¿Y tú que hubieras hecho si de pronto sale un secuestrador de entre los árboles? ¿Si te arrastra hasta un auto y te amordaza y te saca del maletero en una cabaña en el medio del bosque? ¿Le importas a alguien lo suficiente como para que pague? ¿Y si le importas a alguien que no tiene dinero? ¿Y si Gary no paga tu rescate?
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