El lago Baikal tenía las mejores aguas del planeta hasta que a finales de los ochenta comenzó a contaminarse, casualmente en esa misma época estuvo allí una brigada de cubanos construyendo el malecón de Irkutsk pero el daño ecológico no lo provocaron ellos. Nuestra historia comienza en el verano de 1987 con un joven cubano de 19 años que estudia ingeniería en la URSS y está a punto de recibir una clase sobre el derrumbe soviético.
Por: Harold Cárdenas Lema ([email protected])
Félix llegó a Siberia con esa edad en que uno piensa que cualquier cosa es posible, y tiene razón. Está cimentando el malecón del lago cuando llega el jefe buscando jóvenes para algo que llama “trabajo especializado”. El joven cubano sube al autobús junto a otros cuatro sin saber a dónde van, en poco tiempo llegan al lugar de destino. La casa del Secretario del Partido en la región era una linda dacha en el bosque, ese sería su lugar especial de trabajo en los próximos días.
La carne debe ser almacenada a una temperatura máxima de -300 y cuando se tienen grandes volúmenes los refrigeradores convencionales no son suficientes. Entonces este funcionario político se las arregló para comprar una cámara frigorífica en Japón y traerla hasta su casa en la Siberia soviética. Después utilizó gratuitamente en su instalación a los jóvenes que hacían obras públicas en las vacaciones. Félix no sabe que en esa casa del bosque vive el lobo.
A los muchachos les advierten que aquello es una tarea especial y por tanto deben decir que están haciendo otra cosa. Los próximos días serán primero con una excavadora, luego dando pico y pala debajo de la dacha para poder instalar allí la cámara que tiene el tamaño de una habitación. El Secretario no parece ser mala persona, sonríe con ellos, les garantiza una merienda mejor a la que tenían en el lago y tiene buena opinión sobre Cuba. El lobo aprendió a vestirse con piel de oveja para llegar tan lejos y les pide discreción porque sabe lo que está haciendo.
El día que terminaron llegó en su Volga moderno y les hizo una mesa sueca con mucha comida exótica, allí los jóvenes probaron la carne de oso que estaba prohibida fuera de esa casa. Nunca más volvieron a verlo, regresaron al lago Baikal a construir la infraestructura que todavía hoy existe.
La URSS se recuerda con dolor, por lo trágica que puede ser la perversión de la utopía y cómo el sacrificio de millones pueden destruirlo unos pocos cuando la estructura es demasiado vertical.
Resulta triste que un dirigente partidista, destinado a distribuir la riqueza equitativamente, pudiera utilizar el aparato gubernamental y el trabajo de los jóvenes para sus propios intereses. Es la espada de Damocles que se cierne sobre cada proyecto alternativo de izquierda: ser desvirtuado en el camino por sí mismo o por influencia de otros. En Cuba hay historias positivas y negativas en este sentido, desde ejemplos de líderes incólumes hasta otros con casos de corrupción parecidos al que contamos en esta historia.
Félix regresó a Cuba en 1990. Una noche vio por televisión aquella actividad donde en menos de media hora se firmó la disolución de la URSS y no se sorprendió en absoluto. Todavía recuerda aquella experiencia que le tocó vivir tan joven, hoy es un cuadro del partido cubano que dirige una empresa y no desea que el destino de su país sea el mismo que vivieron los soviéticos. Es por eso que cuando ve semejanzas entre los errores de uno y otro país, se asusta.
Hoy retomamos esta historia de su juventud para que la memoria histórica se vaya esclareciendo y nadie termine creyendo que Fulgencio Batista fue un héroe ni que las revoluciones son perfectas. El lago Baikal tiene una de las aguas más cristalinas del mundo y se puede ver hasta más de 50 metros de profundidad, si no logramos deshacernos de los lobos en Cuba, nuestro futuro estará más claro todavía.
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Julio Cesar Morales
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