Foto: Pastoral Juvenil de La Habana en Facebook.
La Iglesia católica cubana toma la palabra
25 / febrero / 2021
A través de cartas, homilías, publicaciones en Facebook y otras iniciativas, creyentes, sacerdotes y otros miembros de la comunidad religiosa cubana han mostrado preocupación sobre asuntos que aquejan actualmente a la sociedad cubana.
Aunque esta postura de la Iglesia católica ha sido recurrente durante años —cartas pastorales El amor todo lo espera (1993) y No hay Patria sin virtud (2003), La esperanza no defrauda (2013)—, su reactivación actual ha tenido cierta trascendencia.
La preocupación por el estado de salud de los huelguistas del Movimiento San Isidro —y los hechos que ocurrieron después—; la implementación de medidas que favorecen solo a una parte de la sociedad —apertura de las tiendas en MLC y desabastecimiento del resto—; campañas de descrédito en los medios masivos de comunicación; y la inexacta implementación de la Tarea Ordenamiento con su efecto en las personas más vulnerables y de más bajos ingresos son temas que aparecen entre las inquietudes de los eclesiásticos.
«(…) no es una realidad nueva. La Iglesia en Cuba siempre se ha expresado. Lo nuevo pueden ser las plataformas y el alcance. Y en esto también la Iglesia se pone al día, es parte de nuestro caminar junto a nuestra sociedad y a nuestro pueblo», explica el padre Jorge Luis Pérez Soto. «En medio de la marea de opiniones y la diversidad de criterios, es un derecho y un deber expresarnos desde nuestra identidad y ofrecer nuestra visión y nuestras ideas para seguir construyendo juntos el presente y el futuro de Cuba».
CARTAS COMO ARTICULACIÓN CIUDADANA
A finales de 2020, en su tradicional mensaje navideño, la Iglesia católica cubana retomó las palabras del mensaje del 8 de septiembre de 2013, cuando declararon que «cualquier proyecto social debe abrir espacios para los proyectos de vida personal y familiar de los ciudadanos y debe armonizarse mutuamente».
En la carta al pueblo cubano —publicada el 12 de diciembre de 2020 y firmada por los diez obispos, el cardenal y el obispo emérito de la diócesis de Pinar del Río Jorge Enrique Serpa—, se refirieron a un pueblo cansado y agobiado, al que invitaban a encontrar alivio y consuelo en Jesús y buscar entre todos un futuro mejor para Cuba.
«Las carencias materiales, el cansancio espiritual, la insuficiente economía personal, familiar y nacional que afectan duramente la vida presente y ensombrecen el futuro, están pesando en el alma de la inmensa mayoría de los cubanos. La crisis económica existente, la pandemia de la COVID-19 y las consecuencias de los fenómenos naturales provocan en la población temores e incertidumbres», argumenta el mensaje navideño.
El documento reconoce las «propuestas de solución aportadas por las autoridades del país», pero también exhorta a escuchar y atender otras tantas «fruto del genuino amor y compromiso de los cubanos con su patria. Esta diversidad de sugerencias es riqueza y es signo de que Cuba es una sociedad emprendedora y rica en talentos».
«Una buena noticia para los cubanos sería que cesen todos los bloqueos, externos e internos, y dar paso a la iniciativa creadora, a la liberación de las fuerzas productivas y a leyes que favorezcan la iniciativa de cada cubano; así cada uno sentirá y podrá ser protagonista de su proyecto de vida y, de ese modo, la Nación avanzará hacia un desarrollo humano integral», concluyó el citado mensaje.
Unas semanas después, con similares peticiones y a propósito del XXIII aniversario de la Misa de San Juan Pablo II por la Patria en Santiago de Cuba, más de 500 personas —entre quienes sobresalen sacerdotes, monjas y consagrados— firmaron una carta en la que se refieren a la diversidad y heterogeneidad de la sociedad cubana, el colapso de un modelo económico, político y social, la generalización de la corrupción, la crisis de la familia y el sistema educativo, entre otras cuestiones.
«Como creyentes en Dios, sacerdotes, consagrados, laicos, como hombres y mujeres de buena voluntad, como cubanos que amamos a nuestra patria y que soñamos un futuro luminoso para ella, enviamos este mensaje, nacido del amor», explica la misiva.
Los firmantes abogan con urgencia por la creación de mejores marcos legales, el reconocimiento de todos los derechos de los cubanos residentes en el exterior, entender la importancia de la reconciliación nacional y la relación entre el amor y la verdad.
«Emprendamos el camino, dejemos de escuchar nuestros miedos, creamos en nuestra fuerza como pueblo. Es importante que nos convenzamos de que sí podemos hacer algo y de que por humilde que parezca, nuestro aporte es poderoso».
El texto denuncia medidas que «laceran la dignidad humana» como las tiendas en MLC; rechaza la sensación continua de ser espiados; la separación familiar que implican la emigración y las misiones; la lucha cotidiana y fatigosa por la existencia; la situación precaria de muchos ancianos o el sometimiento de la educación a la política y su consecutiva mutilación del pensamiento crítico.
«Vacíos de odio, renunciamos absolutamente a la violencia, a la agresión incluso verbal, a la calumnia, a los métodos de los que hoy son víctimas los que proponen un camino nuevo para Cuba. Son métodos caducos e indignos de esa nueva Cuba que empezamos a construir. Una nueva Cuba debe ser humana y humanizadora de sus ciudadanos. Nuestro camino no tiene nada que ver con el odio y la violencia; y sí con una unidad que no excluye. El cambio bueno y necesario no es posible si permanecemos divididos. Urge deponer intereses particulares y pensar proyectos y destinos comunes».
Leonardo Fernández Otaño, uno de los firmantes, asegura que la carta «refleja el sufrimiento y qué podemos hacer. Es un llamado a la sociedad y las fuerzas políticas para buscar entre todos una solución ante la crisis que estamos viviendo, y reconoce que hay un agotamiento, que son necesarias soluciones comunitarias para salir adelante».
Fernández Otaño —conocido por su mensaje al Papa Francisco II durante su visita a Cuba en 2015— asegura que cuando el pueblo cubano sufre, la Iglesia sufre.
«La Iglesia no puede ni debe callar ante este sufrimiento», afirma. «Y eso lleva al llamado y a la solicitud de la Iglesia, como parte de la sociedad civil, a buscar vías y formas (…) e invitar a caminar en una participación política».
HOMILÍAS DE SACERDOTES
La posición de la Iglesia católica no se ha circunscrito a estas cartas. Ya sea durante las misas dominicales, en publicaciones o en las redes sociales, los católicos también han usado su voz y su fe para hablarle al resto de la comunidad cubana.
El Centro de Estudios Convivencia publicó el 25 de diciembre la homilía del joven diácono Maikel Gómez en la Parroquia de San Juan Bosco en La Habana, en la cual también alentó a su comunidad a movilizarse por un cambio.
«Nuestra sociedad hoy necesita el toque del amor, de un amor que una y no que desuna, un amor que integre y no que separe, no podemos, no tenemos el derecho de decir que nuestras calles son para unos o para otros, nuestras calles son de todos, de todos los que nacimos aquí, estemos o no. De todos los que vivimos aquí y amamos esta tierra, tierra de Dios, tierra de la Virgen de la Caridad del Cobre. Tierra donde el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, tierra bendecida por el Espíritu Santo que mueve todo cuanto somos».
En un mensaje el 1 de enero de 2021, el sacerdote católico camagüeyano Alberto Reyes se refirió en su muro de Facebook a las expectativas que siempre trae consigo el nuevo año. Además de la esperanza de terminar la pandemia, recuperar la economía y vivir con menos «sobresaltos», Reyes también se refirió a otros asuntos que «esperan los cubanos».
«Esperamos poder salir a las calles y decir en alta voz lo que pensamos sin el miedo que nos hace bajar la voz y actuar como el gorrión que “pica y mira para los lados”, esperamos unas calles llenas de gente feliz y no de agentes policiales listos para reprimir el menor desliz, esperamos disfrutar de esa sensación gratificante de pueblo adulto que lucha unido por construir un presente digno sin la tutela paternalista de un Estado que no acaba de entender que su función no es la de agente de control totalitario, sino la de ayudar a los ciudadanos a ser cada vez más libres y capaces».
En su texto, Reyes denuncia que determinadas realidades —personas sancionadas por decir lo que piensan o publicarlo en redes sociales, actos de repudio, vulnerabilidad de los ancianos, escasez de productos de primera necesidad y medicamentos, etcétera— se repitan una y otra vez, o no encuentren solución definitiva.
«Sí, tenemos el poder de actuar como hombres y mujeres libres, tenemos el poder de decir lo que pensamos, de usar el sí y el no desde nuestra conciencia y no desde lo oficialmente orientado, podemos denunciar en público y en privado lo que está mal y no responder “como si no pasara nada”, tenemos el poder de unirnos al que defiende la verdad y la justicia para no hacerlo vulnerable».
El padre Jorge Luis Pérez Soto, de la Parroquia San Francisco de Paula, en La Habana, ocupó varios titulares cuando expresó que «la autoridad política no está por encima del pueblo, la autoridad política se debe al pueblo que la puso ahí».
Durante la homilía, Pérez Soto se refirió a cómo es una responsabilidad de la sociedad exigir, denunciar y levantar la palabra contra quienes dirigen y no viven como a las personas a quienes mandan.
«Para nosotros, como pastores, que vemos la historia, que escuchamos la voz de la gente, que compartimos con ellos la vida… hay una palabra del pueblo que necesitamos llevar a Dios y una palabra de Dios que interpela a ese pueblo, unas veces como sostén y consuelo, y otras veces como exigencia ética», dijo a elTOQUE el padre Pérez Soto.
¿TENSIONES?
La actitud asumida por la Iglesia católica en los últimos meses no ha estado exenta de amenazas y campañas de descrédito desde las redes sociales, para socavar el prestigio de algunos sacerdotes en la comunidad católica y en la sociedad en general.
El sitio FakeNews Vs. Cuba —usado como fuente oficial en varios reportes de la prensa estatal— reprodujo la «denuncia» de un hombre que trató de perjudicar el prestigio sacerdotal del padre Jorge Luis Pérez Soto con una difamación. Sin embargo, en la propia publicación, uno de los comentarios expone las pruebas del montaje.
«Sí, lamentablemente hay quien ha decidido ensuciarse las manos de modos muy tristes. Y no solo referido a mi persona. Ha habido ataques a otros hermanos sacerdotes, e incluso, buscando un poco más atrás, a los obispos», explica el padre Pérez Soto. «Es una pena que no se entienda en el recto sentido la intención última de quienes queremos aportar al bien de la sociedad y lo hacemos desde nuestra misión particular». El post en Facebook sirve de excusa a uno de los foristas para «denunciar» a otros sacerdotes que han expresado —durante las homilías— su desacuerdo y preocupación por la situación actual en Cuba.
«Utilizan la casa de Dios para llamar a sus feligreses a salir a la calle, al desacato y enfrentar al Gobierno. Una vez más vemos cómo la Iglesia se aleja de sus tareas para atentar en contra de la revolución. Prohibido olvidar el daño que hicieron con la operación Peter Pan…», comentó un usuario bajo la firma de Esau Guillaume.
En una publicación en su perfil de Facebook, el comunicador católico Julio Pernús contó cómo un amigo temía que la actitud crítica de varios sacerdotes pudiera perjudicar a la Iglesia.
«En los últimos meses el tejido social se ha ido deteriorando, casi hasta romperse. Los sacerdotes no son personas etéreas, comparten su vida en una realidad concreta, sufren la escasez a diversos niveles», cuenta Pernús. «He conocido curas que deben hacer colas para comprar comida en una tienda, sé de algunos que han llegado a padecer de la escasez de medicamentos; han tenido que cerrar proyectos institucionales a los que habían entregado su vida durante años, no digo que sean la clase social más afectada por la crisis nacional, pero la precariedad también los muerde».
Sin embargo, el sitio Cubainformación calificó de «turbio» e «hipócrita» el mensaje navideño de diciembre de 2020.
«Con su acostumbrado lenguaje dudoso, los once obispos de Cuba y el cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez firmaron en días pasados un mensaje por la Navidad para el pueblo de la Isla, el cual se suma a las campañas enemigas financiadas por el Gobierno de Estados Unidos», escribió Arthur González.
En el texto, el autor acusa a los obispos de dar opiniones políticas que «no les tocan» y condenar «suavemente» al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.
«La caridad evangélica no tiene signo político, y mucho menos entre hermanos», asegura Leonardo Fernández Otaño. «La carta de los obispos es muy medida y prudente y pide que se vea el sufrimiento del pueblo y hay que buscar caminos comunitarios para solucionar la realidad del país».
El padre Jorge Luis Pérez Soto también coincide con Fernández Otaño y asegura que «la política es el arte de salvaguardar el bien común en medio del ordenamiento social. A todo ser humano le incumbe la política aunque diga lo contrario, por ignorancia, por desinterés o por miedo al compromiso y a “buscarse problemas”. La misión propia del laicado es la transformación del mundo y de sus realidades temporales».
En 2013 el Consejo Episcopal Latinoamericano publicó un recuento sobre los documentos emitidos por el episcopado cubano entre 1993 y 2013.
Además de la referencia a Cristo como «indicación puntual de textos evangélicos», el texto asegura que otros temas siempre han sido recurrentes en los mensajes de la Iglesia católica a los cubanos.
Entre esos asuntos menciona «la constante invitación al diálogo y a la reconciliación, la participación de todos y la búsqueda de la unidad sustentada en el amor ante la diversidad y pluralidad de puntos de vista y opciones, la necesidad de un proyecto económico definido que aúne las voluntades para lograr un futuro mejor, la invitación a una mayor apertura dando espacio a nuevas iniciativas, la condena a las medidas económicas restrictivas impuestas a Cuba por otros países, la exhortación paternal a las nuevas generaciones a formarse y crecer en la virtud, la convocatoria a la solidaridad fundamentada en el amor antes las carencias materiales que afrontan grupos específicos de la sociedad, etc.».
En la historia de la relación de la Iglesia católica con el Estado cubano ha habido diversos momentos, algunos felices y otros no tanto. Desde los años 80 del pasado siglo ha existido un clima de diálogo y cierto respeto mutuo, cuya tolerancia ha tenido límites marcados, fundamentalmente, por las diferencias de ambos interlocutores.
Sin renunciar a sus esencias y para no perjudicar sus relaciones, uno y otro han cedido en sus presupuestos.
El Estado devolvió propiedades confiscadas tras el triunfo revolucionario de 1959, decretó festivos los días de Navidad y Viernes Santo, ha publicado los discursos del papa y los obispos en el Granma e incluso ha transmitido misas por la radio y la televisión. La jerarquía de la Iglesia católica, por su parte, apoya el fin del bloqueo estadounidense y fue un mediador fundamental —a través del Vaticano— en el restablecimiento de las relaciones Cuba-EE. UU. durante la administración Obama.
Las tres visitas papales a Cuba —Juan Pablo II (1998), Benedicto XVI (2012) y Francisco (2015)— también han ayudado a mejorar las relaciones entre el Gobierno cubano y el Vaticano.
Los principales cuestionamientos hechos por la oficialidad ante posiciones de crítica adoptadas por la Iglesia se han fundamentado en que esta debería limitarse a la labor pastoral y no inmiscuirse en política. El padre Jorge Luis Pérez Soto afirma que cuando la jerarquía católica cubana se ha pronunciado, ya sea a través de mensajes oficiales o en el quórum de la iglesia, no han hecho más que cumplir con su misión: iluminar la realidad presente, aportar elementos de discernimiento, invitar a la conversión del corazón y de las estructuras.
«Y todo esto, desde nuestra comprensión del ser humano, buscando construir un país más fraternal y solidario. Ciertamente, hemos obrado según nuestra conciencia y exteriorizando con claridad nuestro pensamiento en ese respeto humano elemental que es la manifestación clara y diáfana de nuestra visión de la verdad. Puedo asegurar con certeza que esto ha sido sin ningún afán de protagonismos ni liderazgos que nos trascienden, y mucho menos incitando a violencias o divisiones como algunos han pretendido. Distinguiendo sí; dividiendo, no».
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