casas, iglesia

Foto: elTOQUE.

La Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús: cien años de historia, fe y cultura

30 / mayo / 2023

Hacia finales de la década de 1910, los padres jesuitas se plantearon trasladar la actividad religiosa que se desarrollaba en la iglesia contigua al Colegio de Belén, en La Habana Vieja, a un nuevo inmueble. El objetivo principal era consolidar los nexos religiosos con las élites católicas residentes en la capital. El barrio en el que se enmarcaba la escuela y el templo estaba envuelto en un proceso de marginalización que limitaba la asistencia de los benefactores de los religiosos a las misas y festividades litúrgicas. 

El nuevo edificio se comenzó a construir en 1914 en la calzada de Reina y se dedicó al Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola. La ejecución de la obra se confió al hermano jesuita Luis Gogorza y al arquitecto cubano Eugenio Dediot. Los principales benefactores del proceso constructivo fueron las importantes familias habaneras Del Valle Grau, Gelats, Rosell Malpica y la parte destinada en la herencia de la hacendada María del Carmen Zozaya. 

Las dimensiones del edificio eclesiástico constituyeron un reto arquitectónico y constructivo, pues el hermano Gogorza empleó materiales, en su mayoría, de factura nacional. La nave central tiene 11 metros de ancho y se complementa con dos naves laterales de 7 metros; mientras, la altura máxima es de 22 metros en el caso de la nave principal y las laterales miden 11 metros. Las ventanas están adornadas por 170 vitrales, obra de los hermanos Maumejean (una empresa especializada asentada en San Sebastián, España).

Los interiores del templo fueron realizados en los talleres españoles que dirigía el sacerdote Félix Granda y Buylla (1868-1954); el trabajo escultórico fue obra del artista valenciano José Capuz Mamano (1884-1964). Para la conclusión del inmueble se contó con el apoyo de la provincia jesuita Castilla, así como de la feligresía asociada a la orden mediante las congregaciones marianas o los colegios. Con el objetivo de acelerar la llegada de los materiales necesarios para los trabajos de los interiores, tanto la provincia como el laicado cercano a la Compañía de Jesús desarrollaron un grupo de gestiones con los Gobiernos de España y de Cuba.

iglesia, sagrado corazón de jesús

Foto: Melissa.

Uno de los aspectos más llamativos del templo de Reina es su estilo arquitectónico, el neogótico; movimiento artístico que se caracterizó en su vertiente europea por la vinculación a los procesos de nacionalismo cultural, como fue el caso de la Catedral de San Sebastián en el País Vasco. En cambio, en América Latina el movimiento neogótico alcanzó otras connotaciones, pues estuvo asociado con la reafirmación de la Iglesia en el quehacer sociopolítico de los Estados nacionales mediante el paisaje urbano. El estilo devino una de las expresiones simbólicas del enfrentamiento de la Iglesia con el liberalismo y las ideas modernistas de finales del siglo XIX y principios del XX. La corriente constructiva fue impulsada en la región por tres órdenes religiosas: los jesuitas, los carmelitas descalzos y los salesianos, quienes trajeron el estilo al área geográfica y construyeron conventos, templos y colegios.

Un elemento que permite entender cómo el neogótico se resignifica en Latinoamérica es la obra del hermano Gogorza, quien desde su llegada a Cuba experimentó en el uso de nuevas técnicas y materiales, distintos a los que había empleado en el suelo peninsular. Acorde con la tradición jesuítica, la formación como hermano coadjutor de Luis Gogorza estuvo atravesada por el aprendizaje de métodos de construcción y arquitectura, en especial durante su estancia en Burgos.

La construcción del inmueble, además del reto constructivo que representaba, influyó en la vida de Gogorza como religioso. Así lo refleja en su expediente archivístico que se conserva en Loyola, España: «En Cuba, la isla de la exuberancia tropical, creo también germina la mejor floración de su vida espiritual. Si su producción artística culmina en el magnífico templo gótico erigido en la avenida de Bolívar, creo también que su torre de perfección, hablando en lenguaje evangélico, recibió en La Habana sus mejores toques». 

El complejo arquitectónico fue pensado en tres bloques: el templo, la residencia de los religiosos y las instalaciones de la Anunciata, en el que además residirían otras congregaciones marianas como las Hijas de María y la Buena Muerte. Esta parte del inmueble en el diseño original se pensó como escuela para niños pobres, pero ante las presiones de la dirección de la Anunciata se le cedió a la asociación laical. 

La iglesia fue consagrada el 2 de mayo de 1923 por el obispo de La Habana Pedro González Estrada (1903-1925). La ceremonia religiosa se convirtió en un acto público que demostró la relevancia social y espiritual que había alcanzado la Compañía de Jesús en la naciente República, pues la celebración contó con la presencia de importantes personalidades del ámbito político, entre ellos la primera dama María Jaén de Zayas. El templo del Sagrado Corazón de Reina se estableció en un espacio de referencia cultural y artística en sintonía con el proceso de modernización urbanístico que se vivía en La Habana a inicios del siglo XX, pero a su vez acogió a las principales asociaciones religiosas impulsadas por los jesuitas. 

Las asociaciones laicales 

A partir de la década de 1910 se produjo un reavivamiento de las asociaciones laicales. Las agrupaciones tenían como objetivo fundamental la vivencia comunitaria de la fe, pero se combinaba con una amplia labor de acompañamiento social. Además, se convertían en un espacio de sociabilidad y legitimación social mediante la organización de eventos festivos y publicaciones. 

Foto: Sadiel Mederos.

Las tres principales asociaciones del período fueron la Anunciata, Los Caballeros Católicos y la Agrupación Católica Universitaria (ACU). La Congregación de la Anunciata se fundó durante el período colonial. Con su establecimiento en la Iglesia de Reina experimentó un fortalecimiento de su actividad cultural mediante la publicación de un boletín y la incorporación de nuevos locales, que le permitió organizar veladas y actos culturales. 

El padre Esteban Rivas y el doctor Valentín Arenas fundaron los Caballeros Católicos en 1926 en Sagua la Grande. La asociación se convirtió en solo tres años en una organización nacional (estableciendo su sede en el templo de Reina), con filiales a lo largo del país. Además, tenía un sistema de contribuciones de los miembros que estaban destinadas al beneficio de los sectores populares. 

En 1927 se fundó la ACU bajo la dirección del padre Felipe Rey de Castro en los locales contiguos de la Iglesia de Reina. La ACU se caracterizó por su franca incidencia sociopolítica; durante el período fundacional destaca su oposición a la dictadura machadista. La asociación, además, desarrolló un grupo de labores encaminadas a mejorar la situación de pobreza que se vivía en varias comunidades periféricas de La Habana (como era el caso del barrio Las Yaguas). La Agrupación también fomentó el desarrollo de las ciencias sociales en Cuba mediante la realización de encuestas y la publicación de sus investigaciones. 

La Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Reina representó un espacio de referencia en el entorno socio-religioso habanero. Debido a su valor patrimonial y artístico, hoy el templo atesora una de las colecciones de vitrales más importantes del país. En su época fundacional demostró el empuje social y religioso que la Compañía de Jesús adquiría al interior de la Iglesia católica en Cuba. 

Con el inmueble, la arquitectura sacra cubana se conectó con las principales líneas constructivas que imperaban a nivel regional y favoreció la entrada del estilo neogótico en la isla. El templo también debe ser entendido como un espacio sociocultural que aún incide en el quehacer comunitario.

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