La reparación como camino necesario para sobrevivientes de violencia sexual. El caso Bécquer

La reparación como camino necesario para sobrevivientes de violencia sexual. El caso Bécquer

29 / julio / 2022

Ella se presenta como sobreviviente que busca recuperación psicológica en consulta. Aún carga parte del sufrimiento resultante del encuentro desagradable con el agresor. Hay días en los que los recuerdos perturbadores del incidente no la dejan dormir. Para ella resultó liberador el momento de hacer la denuncia, cuando se sintió escuchada y pensó en la posibilidad de que existiera justicia. Luego, en el transcurso del proceso, perdió el optimismo y se dio cuenta de cuán difícil es para las víctimas en Cuba encontrar sanciones justas para sus agresores. 

Esta es la vivencia de una de las denunciantes del trovador Fernando Bécquer, acusado de diversos delitos sexuales a finales de 2021 e inicios de 2022 por varias mujeres. Ellas han buscado reparación de diversas maneras, tropezando con obstáculos institucionales y encontrando también apoyos en diferentes espacios, que descubren un nuevo escenario para las sobrevivientes de la violencia machista. 

El Me too cubano, al menos desde la perspectiva de los medios independientes, puso al descubierto múltiples agresiones perpetradas, acorde a lo que se testimonia, por un depredador sexual. Desde la instrumentalización espiritual, psicológica y sexual, Fernando Bécquer presuntamente ocasionó daños notables en las subjetividades, cuerpos y sexualidades de mujeres que iniciaron «Juntas»—como también se nombra el grupo que reúne a varias denunciantes y sobrevivientes—un camino en la búsqueda de justicia y reparación. 

¿Cuáles tipos de reparación son necesarias tras sufrir violencia sexual y qué alcance ha tenido la justicia en este caso?

La violencia sexual tiene un impacto emocional adverso en la vida de las personas afectadas. Es considerada un acontecimiento potencialmente traumático al causar daños que pueden dejar secuelas físicas, emocionales, espirituales y sexuales a lo largo del tiempo. De acuerdo con estadísticas internacionales aportadas por la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia de estos actos, es mayor cada año en mujeres; por tanto, esta forma de violencia figura en el entramado de manifestaciones de la violencia de género.  

Cuando una persona extraña o «familiar», sin el consentimiento de la otra parte o desde algún tipo de performance o ritual espiritual, utiliza tu cuerpo y rebasa los límites de lo que en relaciones sexuales consensuadas puede permitirse, el acto suele vivirse con cierta extrañeza y perplejidad. Lo sorpresivo y extraño del acontecimiento puede provocar una reacción defensiva, en la cual la víctima no siempre tiene la fuerza ni energía para salir corriendo. La capacidad de reaccionar de una u otra manera no puede juzgarse, al ser experiencias límites en las que el nivel de perturbación emocional es grande. 

Aunque no hay un modo idéntico de vivir estas experiencias, sí existen regularidades a la hora de vivenciar una agresión de este tipo.     

La probabilidad de presentar alteraciones emocionales, disfunciones sexuales o alguna otra psicopatología depende de los recursos personales y la resiliencia individual, pero el daño psicológico es inevitable. Para muchas sobrevivientes puede haber sido difícil, con posterioridad, experimentar placer y disfrutar su sexualidad lejos de la culpa, la inhibición y el rechazo. Justo porque la agresión ocurrió en sus cuerpos y sexualidades, territorios desde los cuales aprendemos a diferenciarnos, individualizarnos y a construir nuestras identidades como personas.    

Una reparación esencial debe construirse en la dimensión psicológica, siendo elegible o no acceder a psicoterapia, algún tipo de psicoanálisis, acompañamiento o atención profesional especializada. La recuperación emocional, cuando el malestar asociado es severo, puede dificultarse y la persona sentir que vive con pesadumbre, sufrimiento extenuado y otros síntomas que se vuelven incómodos. De ahí la importancia de hacer un trabajo emocional que permita sentir cierto alivio en lo adelante. 

Lo recomendable sería tener apoyo profesional y desarrollar recursos emocionales que faciliten la recuperación y fortalezcan a la persona en el tiempo en que transcurre el proceso penal. Es importante que existan servicios y programas de apoyo psicológico a víctimas desde instituciones estatales y desde la sociedad civil, que estén disponibles para asistir sus necesidades de salud, aun cuando ellas elijan prescindir de este tipo de apoyo.    

En ocasiones, no se elige el camino de la psicoterapia; la reparación se busca solo en el ámbito jurídico y ello contribuye de manera considerable en la transformación de lo sintomático. La reparación judicial se convierte en un derecho indispensable para que la persona pueda reconstruir su dignidad y sienta que alcanza parte de la justicia que anhela.

Los recursos judiciales disponibles, con frecuencia, resultan limitados para las víctimas, en correspondencia con el sesgo de género común en las legislaciones y el marcado carácter machista con que los operadores del derecho hacen cumplir las normas jurídicas. 

Los procesos judiciales, además, suelen involucrar mecanismos y procedimientos revictimizantes que obstaculizan, en muchos casos, la recuperación psicológica de las víctimas. Por eso debe existir la justicia feminista o en clave de género, que trascienda esos sesgos implícitos en la ley y genere nuevos caminos de reparación en defensa de los derechos humanos de las mujeres y las sobrevivientes de la violencia machista.  

En el caso específico de las denunciantes de Bécquer cabe señalar que, con independencia del proceso judicial abierto, la reparación se ha conjugado con la militancia feminista y el activismo de muchas de ellas. 

La dilación de procesos legales, las barreras impuestas por las autoridades para que las afectadas cubanas residentes en otros países efectuaran sus denuncias , la utilización o propuesta de una práctica revictimizante como el careo (ambas partes deben dar su versión de los hechos en un mismo espacio y ante instructores policiales, lo que implica la confrontación entre la víctima y su agresor), la falta de coordinación entre organismos encargados de procesar la denuncia para ampliar argumentos ofrecidos en declaraciones previas, ilustran cuan tortuoso y difícil puede ser para una persona que ha sufrido violencia sexual este recorrido. De ahí la necesidad de concebir la reparación más allá del ámbito judicial y recrear otras formas posibles.      

Formas complementarias de reparación que trascienden el ámbito judicial

La aprobación de una ley integral contra la violencia de género en Cuba y la actualización de normas jurídicas que tipifiquen con mayor exactitud los delitos asociados a la violencia sexual, serían acciones esenciales para la prevención y atención oportuna de estas formas de violencia. 

La reparación para las víctimas debe ser un derecho contemplado (no relegado) en el marco legislativo, que incluya diferentes acciones. Ante la violencia sexual y los estragos resultantes, tendría que analizarse con agudeza cuáles casos específicos requieren una reparación económica que restaure parcialmente daños físicos y que permita acceder a algunos servicios de salud y afrontar los gastos asociados a su recuperación. En otros casos, en los que el daño esencial es emocional, resulta poco recomendable: ninguna indemnización económica restablecería el dolor y la herida emocional resultante, a la par que dejaría un mensaje hiriente y cosificado a las víctimas.    

El periodismo también ha sido importante en esta reparación. Desde el momento de presentar la denuncia, ha sido vital para que se viera la dimensión de los hechos denunciados por una treintena de mujeres. Feministas cubanas lo analizan como un fenómeno al cual habría que prestarle más atención.          

Desde la militancia y justicia feminista se reconoce el valor de la reparación articulada desde políticas públicas y marcos normativos que posibiliten mayor integralidad al proceso. Es deber del Estado, bajo el amparo de la ley, implementar reparaciones integrales para las mujeres que reivindiquen su derecho a vivir libres de violencias. Así como crear mecanismos legales y accesibles para dicha reparación. 

Una forma de reparación jurídica medular para víctimas y sobrevivientes de violencia sexual en Cuba se uniría al reclamo de activistas feministas y mujeres que solicitan, desde 2019, una ley integral contra la violencia de género en el país, que incluya a la violencia sexual como violencia machista. 

Las reformas jurídicas que urgen en la legislación cubana deben concebirse necesariamente incorporando la transversalidad del enfoque de género. En efecto, deben promulgarse leyes respecto al género, políticas, programas, servicios especializados para asistir las necesidades de salud y psicosociales de las víctimas, así como acciones comunitarias conjuntas.    

En el ámbito de la reparación y la prevención de estos delitos resulta valioso reconocer la necesidad de implementar políticas de educación integral de la sexualidad en Cuba. Uno de los posibles impactos de esta política sería establecer desde las infancias vínculos entre los géneros, con sus sexualidades y cuerpos, más equitativos y menos atravesados por los perjuicios y estragos inherentes al poder patriarcal.

Mientras se desarrolla este entramado complejo del proceso judicial, las sobrevivientes de Bécquer y quienes han brindado su acompañamiento desde la sororidad, encuentran otras formas simbólicas de reparación y justicia. Firman cartas y hacen denuncias en redes sociales, establecen alianzas con otras colectivas feministas latinoamericanas y encuentran apoyos en cantautoras de la región, que suman sus voces a la denuncia.

La reparación integral que necesitan las personas, en su mayoría mujeres, afectadas por la violencia sexual en Cuba, aún encuentra barreras estructurales que hacen más extenuante el proceso de recuperación psicológica. Si bien la construcción de sus fortalezas y recursos individuales ante la adversidad descansa en el ámbito personal, en el orden social, legal y político, urgen garantías que hagan viable su acceso a la justicia, a todos los servicios y actos reparadores de los daños causados en sus vidas por la violencia machista.       


   

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