A los pocos días de llegar a España me robaron todos mis ahorros: 597 euros. No hubo persona física de por medio. Bastó entrar a un enlace que clonaba un sitio en el que días antes había publicado un anuncio.
De Cuba me traje un par de productos típicos que se comercian a buen precio en Europa para aliviar los gastos iniciales. Para ello, publiqué un anuncio en una de las tantas páginas de compra venta entre particulares que existen y dejé mi número de teléfono como información de contacto.
Enseguida me escribió una persona por WhatsApp. Estaba interesada en uno de mis artículos. Supuestamente había efectuado el pago por la aplicación y me envió un enlace para que confirmara la compra.
Yo, que no tenía experiencia en compras online en el extranjero ni en el uso de tarjetas MasterCard, accedí al link. Aparecía la misma plataforma con mi anuncio y completé las informaciones que me pedía, incluidos los datos de mi tarjeta de crédito.
Una y otra vez aparecieron en mi pantalla mensajes de error. Volví a ingresar mis datos y a darle «aceptar» a todo. Pensé que algo andaba mal. Decidí revisar mis transacciones y noté que me faltaban los 597 euros. Chequée el saldo otra vez. Leí detenidamente y el enlace de la supuesta plataforma tenía caracteres de más. Habían clonado el sitio original.
Llamé a la sucursal de mi banco y me explicaron que este tipo de operaciones con tarjeta no tienen marcha atrás. Debía efectuar la denuncia en la policía y acudir a esa entidad financiera para hacer la reclamación.
Cuatro meses después de haber efectuado la denuncia en la policía y cada uno de los procedimientos ante estos hechos, todavía espero una respuesta a la reclamación a mi banco.
LAS CIBERESTAFAS MÁS HABITUALES Y CÓMO PREVENIRLAS
Las ciberestafas son cotidianas en Europa. Según un estudio de la Comisión Europea realizado en 2020, más de la mitad de los ciudadanos mayores de 18 años de esa región han sufrido un intento de fraude en línea. Sin embargo, solo uno de cada cinco afectados decidió denunciarlo.
A los países de América Latina, este tipo de delitos les cuestan cada año alrededor de 90 mil millones de dólares, según cifras de 2020 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El influencer cubano Ariel González, conocido en redes como Yo Uso Mi Nasobuco, denunció en su canal en Youtube que intentaron timarlo seis veces en un día a través de plataformas de compra-venta.
«En Cuba vendía artículos a través de Revolico —dijo— y nunca me intentaron estafar de esta manera». Comentó, además, que no se imaginó que a su llegada a España se encontraría con tantos estafadores por Internet.
Los especialistas en el sector de las finanzas recomiendan investigar y consultar antes de vender o comprar en estos espacios digitales. La mayoría de estas plataformas cuentan con su propia pasarela de pago que permite hacer la transacción desde la aplicación, sin tener que compartir datos sensibles.
También hay que tener en cuenta que, si una oferta es demasiado buena para ser cierta, probablemente sea falsa. Para las compras online es mejor utilizar servicios de pago como PayPal o Google Pay, que no solicitan números de cuenta bancaria o tarjeta de crédito.
Los falsos anuncios a través del correo electrónico (phishing), SMS (smishing) o llamadas de voz (vishing) también son métodos de ciberdelincuencia muy comunes en el extranjero.
Se trata de mensajes fraudulentos en los que los ladrones se hacen pasar por empresas de confianza y piden información personal, financiera o de seguridad (contraseñas y pines). A veces clonan los sitios web de las instituciones bancarias.
Otro engaño habitual es el robo de datos personales mediante las redes sociales. Al acceder a cualquier enlace sin conocer su procedencia, puede ocurrir el hackeo de cuentas y de información personal (teléfono, correo, fotos y contactos de familiares y amigos) que luego será usada por otros. Los datos pueden ayudar a los estafadores a hacer compras no autorizadas con tarjetas de crédito ajenas, abrir cuentas bancarias, hacer contratos, crear perfiles falsos en redes sociales, solicitar préstamos o, incluso, vender esa información para llevar a cabo negocios ilegales a nombre de los timados.
En Messenger los mensajes más conocidos son: «Creo que apareces en este video», acompañado de un enlace sospechoso, y «Tengo un problema y necesito tu ayuda. Escríbeme a este número de WhatsApp». Ambos provocan el robo de datos a quienes caen en la trampa.
A Osniel Madrazo, cubano residente en Madrid, le quisieron robar su información personal cuando buscaba empleo para un amigo a través de las redes sociales: «Se pusieron en contacto conmigo y me pidieron que llenara un montón de datos confidenciales y financieros», dice.
La usuaria Cubanita González cuenta que en Facebook una persona que supuestamente necesitaba enviar dinero a Cuba le propuso hacer una transferencia a través de la pasarela de pago Bizum. En Cuba, los familiares de Cubanita debían enviar el equivalente en moneda nacional a una cuenta bancaria.
«Me envió una captura de pantalla con una notificación, que confirmaba el pago por Bizum, pero era falso. Una persona desesperada hubiera caído en la trampa, pero yo conocía el funcionamiento de “ese sistema” y no pudieron engañarme», afirmó.
Los ciberdelincuentes suelen utilizar métodos cada vez más sofisticados. A veces no basta con usar un antivirus y aplicaciones actualizadas en el teléfono y el ordenador, aunque es recomendable. Los especialistas sugieren la doble autenticación para correos electrónicos, redes sociales, aplicaciones financieras, etcétera.
Al emigrar a otro país, los cubanos son víctimas de ciberestafas por desconocimiento, exceso de confianza e ignorancia. El mal uso de la tecnología durante años en Cuba pasa factura cuando se llega a un sitio donde la digitalización es casi general.
Nadie es inmune a los peligros de las redes, ni los jóvenes ni los más experimentados. Estar alertas siempre será la mejor manera de evitar que una ciberestafa nos tome por sorpresa.
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