Fernando Fernando Bécquer

Foto: Fernando Bécquer Facebook

Me Too en Cuba: 5 lecciones que nos dejaron las denuncias contra Fernando Bécquer

21 / diciembre / 2021

El 8 de diciembre de 2021 la revista independiente El Estornudo sacó a la luz el reportaje «Cinco denuncias de abusos sexuales contra Fernando Bécquer». Es un texto que reúne las experiencias de abuso de Any Cruz, Lilliana H. Balance, Claudia Expósito, Silvia y Patricia[1] con el trovador, conocido por temas como «Me gustas tú», «Chao, Lulú» y «Pepillas»; así como por su participación activa en eventos ligados al mundo de la trova en centros culturales de La Habana. 

En cada uno de los testimonios, transcurridos en un lapso casi de dos décadas, se puede comprobar que Bécquer usaba el mismo modus operandi: mujeres en situaciones emocionales vulnerabas (tristes, ebrias, pasando por una separación difícil, menores de edad), que frecuentaban espacios dedicados a la trova y a quienes ofrecía, cual buen samaritano y devoto, una «consulta religiosa». La consulta entonces se traducía en una serie de agresiones sexuales de diferente índole, en la que el macho depredador aseguraba a sus víctimas que solo a través de su eyaculación podrían librarse de los males y penas que las atormentaban. 

El día que el artículo fue publicado era un feriado medio atravesado (y no por ello mal recibido) a mitad de semana en Argentina. Me había prometido separarme lo más posible del teléfono, aunque fuera por un par de horas, pero no fue posible. En cuestión de horas el WhatsApp se saturó de mensajes del tipo «¿viste lo de Bécquer?». Un efecto dominó se apoderó de las redes sociales con una nueva oleada del Me Too cubano. Decenas de mujeres —residentes, no residentes en la isla, nacionales y extranjeras— aseguraban haber sufrido los mismos abusos que Any, Liliana, Claudia, Silvia y Patricia a manos del músico. 

Efectivamente, «lo de Bécquer» lo leí, lo sentí y lo lloré. No solo por tener a dos personas cercanas entre el grupo de víctimas (que además no pasaban de los 17 años en el momento de la agresión), sino porque yo también como mujer cubana he sido víctima de agresiones machistas. Volvía una y otra vez a la frase expuesta por Any Cruz en su testimonio: «cuando te educan en una sociedad en la que tu trabajo es simplemente obedecer a un hombre, darle placer y decir que sí, la voz masculina es muy poderosa y no sabes qué hacer, no entiendes qué pasa»

Tal como sucedió con las denuncias de Dianelis «La Diosa» Alfonso contra José Luis «El Tosco» Cortés en 2019, estas nuevas atestaciones en la palestra pública me permitieron identificar, como mujer cubana, feminista y miembro de la sociedad civil, una serie de situaciones de violencia en las que me vi envuelta —tanto dentro como fuera de la isla— y casi como un abrazo sororo, me endureció la coraza para, llegado el momento, confrontar a mis propios agresores. Pero esto no debería pasar cada dos, tres años. La violencia de género debería ser parte de la agenda pública en el día a día, porque forma parte de la cotidianidad de más de la mitad de la población. 

Por ello, a partir del «resurgir» del Me Too en Cuba, comparto cinco lecciones claves que nos ha dejado el caso de Fernando Bécquer y que debemos tener presentes en los futuros casos de denuncia. Tuve la posibilidad de intercambiar con cuatro activistas y especialistas en materia de género: la académica Mabel Cuesta, la periodista Marta María Ramírez, la investigadora Ailynn Torres Santana y la escritora y bloguera Sandra Abd'Allah-Alvarez. 

Las violencias machistas y el no consentimiento 

Para entender el agravio perpetrado por Bécquer y las denuncias y subsiguientes reclamos de las víctimas es necesario entender el concepto de violencias de género o violencias machistas y sus diferentes manifestaciones contra los cuerpos femeninos o feminizados. 

El «Manual para profesionales de la comunicación, publicistas, periodistas, diseñadores, artistas y creadores. Género, sexualidad, racialidad y capacitismo» (2021), auspiciado por Periodismo de Barrio y Afrocubanas. La Revista, define la violencia de género como una expresión de las desigualdades sociales impuestas por el sistema patriarcal. 

Es un tipo de violencia que se ejerce exclusivamente a razón del género de la persona agredida. 

Se habla de un ejercicio llevado a cabo por un grupo de poder, integrado casi en su totalidad por hombres cisgénero, que luchan por mantener su hegemonía incidiendo de forma directa contra mujeres cis, trans o travestis. No obstante, existen también otros grupos que pueden verse inferiorizados bajo el accionar del sistema patriarcal como son los hombres trans, gais y personas no binarias. Básicamente, todes aquelles que caigan fuera de lo que la masculinidad hegemónica plantea como «correcto» son potenciales víctimas de violencia de género. 

Para la periodista y activista feminista Marta María Ramírez, la violencia de género es una manera común de expresión del patriarcado. 

Si bien las expresiones más llamativas, visibles y extremas de esta violencia son la violación, el feminicidio y el femicidio, lo cierto es que, tras siglos de discriminación y desigualdad, el heteropatriarcado ha puesto en práctica diversas modalidades de violencia, desde la económica y patrimonial, pasando por la psicológica, la sexual, la política, la obstétrica, la vicaria hasta la simbólica. A la mayoría las une un patrón común: el no consentimiento. Es decir, ese momento en el que el hombre establece su deseo sobre el sujeto de género femenino, atentando contra su integridad física y psicológica. 

En el caso específico de las denuncias contra Fernando Bécquer, las cinco mujeres que hicieron públicos sus testimonios no hacen referencia directa a violaciones —entendidas como «el acceso carnal» no consensuado—. Sin embargo, las víctimas mencionan otras formas de agresiones como la práctica de sexo oral, la masturbación y la transgresión del espacio personal sin el beneplácito de las presentes. Estas conductas, según lo estipulado por el Código Penal vigente, pueden considerarse abusos lascivos y ultraje sexual y pueden significar una pena de tres meses a cinco años de privación de libertad. 

Con independencia de las múltiples formas en que podamos tipificar la violencia de género o machista, la brutalidad de las experiencias en sí solo puede ser medida por las víctimas. Aun siendo Bécquer depredador sexual con un claro patrón de asedio, solo Any, Liliana, Claudia, Silvia y Patricia —como el resto de las víctimas de violencia de género— son capaces de evaluar su situación individual. Queda en nosotros no jerarquizar el daño, sino acompañarlas. 

«Cada ser humano, en este caso cada mujer, tiene su forma de evaluar su daño (…), su manera de procesarlo y una manera de necesitar una restauración», señala Ramírez. 

Lo decimos otra vez, necesitamos una ley integral 

El 9 de noviembre, un día después de la publicación del artículo en El Estornudo, salía a la luz la esperada Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género en la Gaceta 101 de 2021. El timing parecería casi perfecto. Sobre todo si tenemos en cuenta que, en el último período de la historia del país la sociedad cubana se ha movido a base de demandas públicas. La Estrategia había sido aprobada el pasado 23 de abril durante un encuentro del Consejo de Ministros, encabezada por Miguel Díaz-Canel, y era solo cuestión de tiempo su publicación. Queda a quienes crean o no en las coincidencias. 

El plan ha sido calificado por activistas y especialistas en la materia como «un punto de partida», una especie de declaración política para ordenar ciertos temas relacionados con la violencia machista. La normativa aborda áreas distintas, las operacionaliza, ofrece plazos generales y responsabilidades institucionales. 

«Gran parte de mis demandas, como autónoma, están ahí escritas. Sin embargo, no veo cómo se va a implementar. Hay que borrarlo todo, hay que sacar a todo el mundo de donde está y poner a gente nueva. Hay que capacitar a la velocidad de la luz. He visto cómo el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y la Unión de Juristas, incluso la propia Federación de Mujeres Cubanas (FMC), se han unido para capacitar a legisladores, abogados, fiscales. Este no es un tema de capacitación, es una orden para todos los operadores de derecho, para que, cuando llegue una mujer a un hospital con una fractura de cráneo, el médico legal no diga “se cayó por las escaleras”. Investigue qué hay detrás. Y tampoco esperar a llegar ahí», declara Marta María. 

Tenemos el caso de Massy Carram Ramos, la primera mujer que presentó una denuncia contra Bécquer en 2015. Según el reportaje publicado en CiberCuba por la periodista Mónica Baró, entonces la joven no fue atendida por las autoridades de la Policía Nacional Revolucionara por no presentar «rasgos físicos de una persona violada» y por tanto su caso fue desestimado. 

La Estrategia presenta varios puntos que hay que analizar en detalle. En el Capítulo 2, artículo 6, el documento establece que la violencia de género se expresa a través de diferentes manifestaciones. En las tipologías que nombra no indica de forma explícita la violencia política, un asunto que ha formado parte del debate público en los últimos meses y afecta de forma directa a activistas feministas autónomas que acompañan desde la sociedad civil a víctimas de violencia machista. 

«Podría entrar en un punto, pero no queda claro [Capítulo 2, artículo 6, h)]», explica Marta. «Es tan ambiguo que no sé si podremos apelar a ello para defendernos como activistas»

También se deja fuera la implementación de refugios para mujeres en situación de violencia, uno de los puntos cruciales para la prevención. Sobre todo en un país con un déficit de vivienda y donde los hombres son los dueños en su mayoría de los fondos habitacionales. Este fue uno de los temas más debatidos por feministas cubanas durante los meses más crudos de la cuarentena, cuando muchas víctimas se vieron forzadas a estar encerradas junto a sus maltratadores. 

El coronavirus aún formaparte de nuestro día a día y con la aparición de nuevas cepas y variantes más potentes, los Gobiernos no descartan intermitentes períodos de encierro. ¿Qué han de hacer aquellas mujeres o cuerpos feminizados que se vean obligadas a coexistir con sus agresores, sin posibilidad de salir? 

Otra bandera roja está en uno de los objetivos específicos de la Estrategia, en el que plantea la necesidad de «evaluar la pertinencia de diseñar una norma integral que regule la respuesta social a la violencia de género; con rango de ley». Un proyecto de esta temática fue presentado por un grupo de 40 ciudadanas cubanas en 2019 ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) y desestimado en el cronograma legislativo hasta 2028. Aquí es donde habría que cuestionarse lo redundante y casi irónico del objetivo trazado. ¿Cuántas mujeres o cuerpos feminizados tendrán que ser violentados para que el Gobierno considere pertinente la aprobación y puesta en marcha de una ley integral contra la violencia de género? 

«Hay un machismo visceral instaurado que dice que nos lo merecemos: toda la violencia; los padres que tenemos para nuestras criaturas; que nos den golpes; incluso, que nos asesinen. Luego se escandalizan cuando la sociedad civil descubre esos números y nos castigan. Esta estrategia en papel suena muy bonita, pero administrativamente cómo lo van a hacer. Ya no hay tiempo. El año 2028 está muy lejos», señala Marta. 

Las demandas por una ley integral contra la violencia de género datan de mediados de la década de los noventa cuando un grupo de mujeres cubanas en compañía de relatoras especiales de Naciones Unidas entendieron la necesidad de una legislación específica. Desde ese momento, se entregaron a la tarea de desarrollar un camino que, si bien sabían que no iba a ser mágico, podía cambiar el contexto para mujeres y niñas en la isla. De haber empezado entonces, quizá fueran menos o ninguna las mujeres agredidas por el trovador. ¿Quién sabe? 

«En un sistema en el que nos otorgan como una venia los derechos que hemos pedido y exigido durante años. Que nos traten bien, que nos den lo que necesitamos para vivir como sociedad es una especie de privilegio, algo que nos dan porque son buenos. Somos más de la mitad de la población de la isla. Sustentamos por mandato machista los hogares de este país. Somos mano de obra productiva, intelectuales, tenemos doble, triple, cuádruple jornada», agrega Marta. 

Todas las entrevistadas coinciden, solo el tiempo nos dirá cuán operativa es la Estrategia. Lo que sí está claro es que no sustituye la necesidad de una ley integral contra la violencia de género. En los siguientes meses sabremos si Bécquer comparecerá ante la justicia por sus agresiones y si recibirá una condena máxima por sus acciones. Pero solo una normativa de carácter integral permitirá ayudar a restaurar a las víctimas y garantizar que, cuando el músico salga de ese espacio, no siga siendo un depredador y una amenaza para otras. 

«Todas las estrategias que han sido publicadas para acompañar a las mujeres en situaciones de violencia de género me parecen excelentes. Como son tan recientes, necesitan construir credibilidad. ¿Cómo? Cuando una, dos, seis mujeres, diez, cien, desafortunadamente hayan tenido que usarlas y las respuestas a sus demandas y a sus necesidades como víctimas hayan sido acogidas, acompañadas de una manera efectiva», indica la académica Mabel Cuesta. 

El día después y la respuesta de la institucionalidad 

Casi de forma simultánea, el día que se hacía efectiva la Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género, Odidza Noda Rodríguez, fiscal jefe del Departamento de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales, publicó una nota en la página web de la Fiscalía General de la República en la que aseguraba que Cuba —como el resto del mundo— no está «exenta» de la violencia contra la mujer, «aunque se distingue su actuación por erradicar cualquier manifestación de este fenómeno»

Antes de cerrar con una frase de Fidel Castro, la jurista recalcó la pertenencia del país en importantes instrumentos de carácter internacional que abordan esta problemática e hizo mención de varias vías y espacios de ayuda a mujeres en situación de violencia de género. Entre ellas la línea telefónica, la Dirección de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales, las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia que existen en cada municipio, los consultorios médicos y policlínicos, Centros Comunitarios de Salud Mental y las estaciones de la Policía Nacional Revolucionaria. 

Días después —en lo que podría ser considerado o no un efecto de concatenación—, el Cenesex, la FMC y otras instituciones oficiales, sin hacer mención específica de Fernando Bécquer y las víctimas, emitieron comunicados a través de sus respectivas redes sociales y plataformas, resaltando la voluntad estatal de responder ante las violaciones basadas en el género. 

En varias ocasiones las denominadas «vías formales de ayuda» no han sido eslabones 100 % positivos en la presentación de denuncias por parte de víctimas. La línea telefónica —por ejemplo— es un pedido que se había presentado desde comienzos de la cuarentena. En un inicio era atendida por hombres, una falla grave dentro de la metodología de cualquier atención a mujeres en situación de violencia. Incluso los últimos reportes indican que la línea no funcionaba y no estaba siendo atendida. 

«Hemos tratado de que se utilicen las vías estatales porque es difícil ser una activista feminista, acompañar a las víctimas cuando incluso una misma está en situaciones de violencia machista. Además, porque creemos que tenemos el deber como sociedad civil, como grupos, como individuas a forzar esas estructuras a que respondan», señala Marta. 

«En realidad, el listado de instituciones o servicios es un poco desigual porque algunos están iniciando y todavía no hay información del alcance que han tenido y sus resultados son muy nuevos; en otros casos, tuvieron un recorrido más largo», explica Torres Santana. «Uno de los problemas más grandes tiene que ver justamente con la falta de datos y rendición de cuentas sobre cómo funcionan esas instituciones, qué tipo de alcancen tienen, qué tipo de cobertura dan. La transparencia. Podríamos, en efecto, hacer esa larga lista de servicios y eso no impediría hablar de déficits en ese sentido». 

En el caso específico de las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, que funcionan en el país desde los noventa y tienen entre sus objetivos la atención a asuntos relacionados con las violencias machistas, aún se desconoce cuántos casos atiende a nivel nacional o cómo se corresponden esas métricas con las tasas de violencia machista en todo el país. 

Para Mabel Cuesta es imprescindible que estas instituciones construyan credibilidad, que solo se logra a base de efectividad. 

«Las mujeres cubanas necesitan saber que esas instituciones que se han puesto a su disposición son efectivas si las salvaguardan, si las protegen, si están allí para que ellas puedan ser acompañadas, protegidas y en algunos casos hasta resguardadas»

¿Por qué es tan importante que estos espacios sean efectivos? Cuando Massy fue a presentar la denuncia contra Bécquer la propia estructura legal le impedía salvaguardarse. Lamentablemente, en Cuba hay muchas Massys y demasiados Bécquers. La ineficiencia de las propias estructuras puede condicionar a muchas víctimas a no llevar hacia adelante su denuncia. Sin una red de apoyo viable se torna casi imposible. 

No obstante, algunos testimonios recogidos hasta la fecha indican que las mujeres que se han acercado a abrir casos contra el trovador, como la escritora Elaine Vilar Madruga, han recibido acompañamiento por la FMC, aunque no apoyo psicológico, parte esencial del proceso. 

«Si se es honesto, no se puede obrar de otra manera, hay que apoyar esas acusaciones», resalta la investigadora y activista Sandra Abd'Allah-Alvarez Ramírez. 

«He leído publicaciones de presuntos aliados diciendo “yo no haría una alianza con la FMC” a lo que he respondido “tú no eres una mujer cubana víctima de un depredador”. He leído publicaciones felicitando a la FMC por cumplir con su mandato. A nadie lo felicitan por cumplir con su mandato. He visto a mucha gente pronunciándose sin terminar de escuchar. Estos son solo cinco testimonios y vienen más (…), una historia de depredación de dos décadas. Esto va mucho más allá, es la punta de un iceberg. Como sociedad civil además de decir “Yo sí les creo” y escuchar activamente, no deben juzgar los mecanismos que estas mujeres empleen para defenderse», alerta Marta María. 

El gaslighting en la era de los fieles vs. los infieles 

Tras la publicación de las cinco denuncias, Bécquer decidió no hacer uso de su derecho a réplica. No fue hasta después de un concierto en el Centro Cultural Arte Habana, presentado por su amigo y defensor el también trovador Raúl Torres, que el músico negó la «credibilidad» del reportaje. Al ser abordado por reporteros de Tremenda Nota, se negó a compartir su opinión sobre los testimonios de las víctimas. 

«Yo no creo nada. Yo creo en la Revolución», se limitó a contestar. 

¿Cuánto meditó con anterioridad esta contesta el cantautor? Volveríamos a especular. Lo cierto es que se trata de un momento de alta fragilidad política y polarización, y él lo sabe. Un momento en el cual reina en Cuba un discurso promovido por las estructuras de poder y los medios de propaganda en el cual se confrontan dos bandos: los revolucionarios —fieles— vs. los contrarrevolucionarios —infieles—. Una fragilidad que, tras décadas, se vio acrecentada por las manifestaciones masivas del 11 de julio. 

Para Mabel Cuesta, la respuesta de Bécquer corresponde a lo que en inglés se conoce como gaslighting. Es decir, el cegamiento de las víctimas y —en este caso— también de las personas que están acompañando y denunciándolo, para que duden y se confundan. 

«La Revolución no está relacionada de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, con esta situación concreta de violencia y de abuso sexual por la que Bécquer está siendo denunciado. La Revolución no tiene un espacio ahí. Tiene un espacio en otro contexto en el que no ha desarrollado estrategias efectivas, concretas y creíbles para proteger a las mujeres. Entonces, si yo fuera Bécquer, no asociaría Revolución con violencia», agrega. 

La lucha contra la violencia de género es una lucha política. Esta misma característica la hace transversal a cualquier sistema político e ideológico. El patriarcado es un sistema de organización social que prima en casi todos los sistemas de relaciones sociales y se rige por leyes más o menos universales, superando así a cualquiera de los «ismo» del diccionario. 

La investigadora Ailynn Torres señala que Bécquer no está instrumentalizando el tema de la violencia de género para una política, sino que está haciendo uso instrumental de una agenda política para asegurar impunidad ante una agresión. 

No podemos asignar «colores políticos» a las víctimas de violencias de género, por lo menos no sin reproducir los cánones patriarcales. Se debe entender que, en una sociedad machista en la que se promueve la cultura de violación, los agresores y depredadores sexuales se encuentran desplegados en infinitos espacios, conquistando las áreas de la cultura, la política, la economía, etcétera. Escriben las novelas que disfrutamos, tocan la música que nos gusta bailar, son las figuras que admiramos, están tanto dentro del oficialismo como en la oposición. Incluso, caminan entre nosotros, comparten cerveza con nosotros, son nuestros compañeros de trabajo, vecinos y, por qué no, pueden llegar a ser nuestros amigos. 

«Este no es un tema ideológico. No estamos pidiendo que se pongan en un bando o en otro. Estamos pidiendo que se pongan en el bando de la justicia. Eso es lo que debe hacer la sociedad civil, la ciudadanía, organizada o no. Se acabó la complicidad. Tiene que ser un mensaje claro. Esta tiene que ser una arrancada. Tengo memoria de juicios que han sido postergados, causas archivadas contra artistas e intelectuales cubanos. Estos tienen que salir a la luz. Es la única forma que tendremos de vivir en una sociedad más justa. Se lo debo a todas las mujeres que me han acompañado, a las mujeres que he acompañado durante todos estos años y me lo debo a mí. No nos lo merecemos ni se lo merecen las niñas que vienen», recalca Marta. 

El presente y el futuro del Me Too en Cuba

Cuando La Diosa se vio obligada a narrar en vivo su historia de agresión de casi diez años junto a José Luis «El Tosco» Cortés en el programa de Alexander Otaola, llevó a varias activistas feministas a unificar esfuerzos y crear la plataforma YoSíTeCreo. 

Las historias de mujeres que colmaban el ciberespacio, como plataforma de denuncia, demostraba el vacío en la atención legal y psicológica de las víctimas en el país y la efectiva necesidad de una ley integral que las amparara. Salieron a la luz cuestionamientos —que venían de antes— sobre datos relacionados a la tasa de feminicidios en el país. Números que quedaban casi escondidos en el Anuario de Salud del Minsap bajo las categorías de «muertes indeterminadas» o «accidentales». La agenda feminista comenzaba a formar parte de la agenda pública. Efectivamente, la era del Me Too había llegado a Cuba. 

A casi dos años del hecho, vuelve a tomar fuerza el movimiento, poniendo en debate el desarrollo de estos picos, cuando lamentablemente la violencia machista es una realidad diaria para las mujeres en la isla. 

«Estos picos con los que el Me Too cubano se desencadena se producen a partir de denuncias concretas. Es lógico que sea así, porque a pesar de la valentía de mujeres como La Diosa o de estas otras cinco mujeres que tuvieron el arrojo de hablar de lo que había pasado con Bécquer, no tenemos (como en el caso de México o Argentina o EE. UU.) un número lo suficientemente grande de mujeres que hayan decidido poner su voz y exponer a sus agresores. El caso Bécquer ha desatado una larga lista de otras mujeres que no están en el reportaje y que también fueron abusadas. Este puede ser el comienzo de una conversación mucho más larga que sea sostenida en el tiempo con resultados concretos como se merece la ciudadanía cubana en general y como se merecen las cubanas en particular», señala Mabel. 

Marta, sin embargo, no considera que el fenómeno del Me Too en la isla venga por picos, sino que es resultado directo e indirecto de cómo la sociedad y las instituciones estatales van dando reparación a las víctimas. 

«Estas mujeres en situaciones de violencia han decidido denunciar años después porque incluso habiendo legislaciones específicas, legislaciones integrales, las mujeres tardan al menos ocho años, casi una década, en denunciar. Imagínate en un país donde no hay legislaciones y tampoco existen redes de apoyo»

«He esperado toda la vida por esto, hay muchas historias que me han sido confiadas que no puedo ni siquiera volverlas a pensar porque he prometido guardar silencio. El Me Too en Cuba alcanzaría todas las esferas porque han sido años de impunidad. Lo único que espero es que de este podamos salir lo suficientemente fortalecidas para crear las redes de apoyo que esas mujeres necesitan. No solo a nivel de legislación, sino redes que digan de verdad “Yo sí te creo” y que no sean cuatro o cinco activistas autónomas que se han reunido y que están agotadas tras un año muy duro de pandemia»

«Mientras más va ampliándose el debate, mientras más va politizándose el asunto desde distintos frentes, lograremos participar de una forma más importante en la colocación del tema en la agenda pública y en la agenda social. Dejarán de ser menos picos, volátiles y espasmódicos estos asuntos y comenzarán a ser más estructurales y con capacidad instituyente», agrega Ailynn. 

Nos queda un largo y necesario camino por recorrer, para salir fortalecidos como sociedad civil. Una sociedad civil más justa. En los siguientes días, mientras más mujeres se vean representadas en estos relatos, sea porque identifiquen a Bécquer como su agresor o les recuerde agresiones pasadas, debemos seguir efectuando una escucha activa y respetuosa. Aquellos con entrenamiento legal o psicológico, ofrecer su asistencia para acompañar a las víctimas y que no estén solas, sin revictimizarlas. En términos generales, como sociedad civil debemos decirles «Yo sí les creo», sin poner en tela de juicio sus experiencias. 

Consejo de una mujer que ha sido víctima de violencia de género. 

¡Matria y vida!

[1]             Silvia y Patricia no son nombres reales. Las testigos prefirieron no revelar su identidad durante los testimonios.

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