¿Alguna vez has pensado cómo sonaría «La vie en rose» en clave cubana? En el bullicio constante de Tijuana, los ritmos cubanos comienzan a ganar espacio a través de Yam Beat, un grupo musical que desde hace menos de un año fusiona historias y orígenes diversos en un solo compás.

En el núcleo del grupo hay tres músicos cubanos que, tras obtener la condición de refugiados en esta ciudad fronteriza, han infundido al conjunto una energía singular. Carlos Fernández Castro, Samira Aguilera Rodríguez y David Marco, oriundos del oriente cubano, comparten la formación musical de la Escuela Vocacional de Arte «El Cucalambé», de Las Tunas.

Desde temprana edad, estos jóvenes estuvieron inmersos en los ritmos tradicionales cubanos, destacándose en orquestas de cámara y sinfónicas.

«Desde niños, Samira, David y yo fuimos compañeros. Nuestra pasión por la música nos unió desde el principio. La decisión de venir a México fue difícil, pero buscamos un lugar donde pudiéramos desarrollarnos profesionalmente sin las restricciones que enfrentamos en nuestro país», explica Carlos.

Por su parte, Samira explica que, aunque eran muy jóvenes, cada concierto y cada reconocimiento internacional les hacía soñar más alto. «Cuando decidimos dejar Cuba, lo hicimos con la esperanza de encontrar un lugar donde nuestra música pudiera florecer sin limitaciones. Llegar a Tijuana y conocer a Erich fue una bendición. Nos ofreció una plataforma para integrarnos y compartir nuestra cultura».

Con sabor a Cuba

La vocalista de Yam Beat, Yamel Anaíd Kuri Guridi, es cantante de ópera y estudió música clásica en la Escuela de Formación Escénico Vocal Ja´sít —término perteneciente a la lengua indígena Kiliwa cuyo significado es «manantial»—. Según explica la cantante, el nombre de la banda alude al pulso, es una referencia al «latido de la música».

Fue su formación la que determinó el primer estilo musical del grupo, el cual estaba más enfocado en grandes éxitos musicales del género pop, tanto en inglés como en español, pero también su repertorio incluía sones, boleros y baladas.

Ya suman ocho años desde que se creó la banda, pero este año adquirió su nuevo matiz. La fusión de ritmos tradicionales cubanos creó una propuesta musical fresca y original que comienza a resonar en la escena local.

De izquierda a derecha: David Marco, Samira Aguilera Rodríguez, Yamel Anaíd Kuri Guridi, Erich Otero y Carlos Fernández Castro.

«Cuando nos unimos al proyecto, Erich me dio una lista de temas que ya tenían montados y que habían sido exitosos en sus presentaciones. Yo les dije: “Vamos a hacer algo diferente. Ya lo tienes bien organizado, pero vamos a ponerle nuestro sabor a esos temas”. Y eso fue lo que hicimos», explica Carlos, quien asegura que aún Erich está tratando de dominar la clave cubana.

Para la pareja de artistas mexicanos trabajar con músicos cubanos ha sido una experiencia «muy interesante». Erich explica que, desde un principio, tanto él como Yamel brindaron todo el apoyo que podían ofrecer. «Acordamos que, si querían unirse, íbamos a trabajar juntos para salir adelante. Hemos avanzado mucho y realmente no hemos tenido problemas. La clave ha sido la comunicación y el trabajo duro».

Fuera del escenario

La llegada a México representó no solo un nuevo comienzo, sino también un pacto en medio de la adversidad. Erich Otero, líder de Yam Beat, los esperaba en Tijuana. El músico mexicano, quien conocía el talento y la pasión de los cubanos, les ofreció un lugar en su banda. «Cuando conocí a Carlos, hace ya un tiempo, surgió la idea de fusionarnos. Ellos tenían planeado venir a México y de ahí nació esa unión y mancuerna que tomó forma este año», asegura Erich.

Aunque un solicitante de protección internacional cuente con apoyo, el proceso de adaptación a una nueva cultura y la obtención del estatus de refugiado no son procesos simples. Ahora, con los documentos que acreditan su estancia regular y permanente en México, las barreras para materializar sus sueños disminuyen.

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Los cinco integrantes del grupo coinciden en que la colaboración ha sido una experiencia muy enriquecedora, porque todos han trabajado duro para integrarse y aportar lo mejor de sí mismos, sin distinción. A veces puede ser un desafío y, aunque el ambiente alegre y desenfadado de la isla no es común en estos lugares, siempre se apoyan mutuamente para impulsar el proyecto común. Incluso comentan, con humor, que Erich ya es casi cubano por cómo aprendió a lidiar con el exceso de energía de David.

No obstante, todo no es música e hilaridad. Seguirle el ritmo a Erich no es asunto para principiantes y se toma las cosas muy en serio. Seguirle el ritmo puede ser complicado, como él mismo admite. Su enfoque constante es «avanzar y seguir adelante».

«Los demás miembros llegaron en un momento en que el tren estaba en marcha, y fue: “córrele para que alcancen a subirse” y a seguir avanzando», aclara Erich.

Proyecciones

Yam Beat como proyecto siempre tiene metas a seguir. No solo es una banda, también tiene como extensión la escuela de música Tune Up Academy, y aspiran a seguir creciendo en la composición de temas propios.

Como artistas, su meta número uno es grabar sus canciones y lanzarlas al mercado. Para ello, armaron un estudio de grabación donde ya pueden producir su propia música sin depender de otros. Todos aportan sus conocimientos y se apoyan en el proceso creativo.

Grabar sus canciones originales ha sido una meta desde hace tiempo, pero ahora, con el estudio listo, se ha convertido en una realidad. Antes de contar con el espacio, grababan en un pequeño cuarto. No siempre tenían el tiempo que deseaban, pero lo combinaban con otros compromisos en la medida de sus posibilidades.

No fue hasta que acabó la pandemia de COVID-19 que el local devino empresa con múltiples actividades: arreglan pianos, enseñan música, toman fotos...

Para otros músicos refugiados, la historia de estos tres cubanos en Yam Beat puede ser un relato de perseverancia y esperanza. «Todos merecen la oportunidad de buscar un futuro mejor. No importa cuán difíciles sean las circunstancias, siempre hay una oportunidad si se trabaja con dedicación y se mantiene la fe», concluye Carlos.

Yam Beat sigue resonando con fuerza, llevando consigo el espíritu de tres corazones cubanos que encontraron en Tijuana un hogar donde su música y sus sueños pueden florecer. La convergencia de sus experiencias personales y su arte demuestra que, a pesar de las adversidades, siempre existe la posibilidad de renacer y prosperar en tierras nuevas.

La banda ha generado espacio para que cada miembro aporte su bagaje cultural, creando una sinergia única que resuena en cada presentación. «Nuestro objetivo es seguir explorando y experimentando, sin perder de vista nuestras raíces. La música es un lenguaje universal y queremos hablarlo con todos», concluye Carlos.

Con sueños de giras internacionales y colaboraciones con músicos de renombre, los artistas alegan estar listos para llevar su música a nuevas audiencias: «nos gustaría seguir tocando puertas y abrirnos camino en la industria musical. Sabemos que tenemos el nivel suficiente para compartir escenario con grandes artistas y esperamos que esa oportunidad llegue. Mientras tanto, seguiremos trabajando duro, porque sabemos que con esfuerzo, tarde o temprano, todo llegará», dice David.

La historia de Carlos, Samira y David es un poderoso testimonio. En un mundo donde las fronteras a menudo separan más de lo que unen, ellos ratifican que la música es un puente. Su viaje desde el oriente cubano hasta Tijuana no solo les ha permitido florecer como artistas, sino también inspirar a otros a seguir sus sueños sin importar las dificultades.